Relato 70 - Una buena racha
Una buena racha
Todas las vistas están puestas en el partido de mañana entre los Salem Red Socks y nuestros chicos de la K-Tribu. Una victoria nos permitiría romper el empate de la ronda final, y podríamos llevarnos a casa por primera vez la Copa Mills. Además de encomendarnos a todos nuestros santos, más nos vale confiar en que Peter Stockton continúe con su increíble temporada. De no ser por él este sueño no sería tan alcanzable como hoy. Desde aquí te deseo que descanses mucho, chaval, y que mañana des su merecido a esos niñatos de Salem…
Y ahora escuchemos unos consejos de Jack, de”El rancho de Jack”….
-¿Qué se siente al ser el héroe del pueblo, Pete?-Harry dijo esto mientras trataba de ajustar el dial de la radio.
-No sabría decirte. Yo no lo he buscado-contestó Peter mientras miraba distraído la ventana-Tan solo he tenido una buena racha.
-¡Una buen racha! ¡Ahora una buena racha es hacer cuatro home runs en tres partidos!-La voz de Harry resonaba dentro del coche, atenuando el ruido de la lluvia contra él-Si no me equivoco, acabas de hacer historia.
-Historia en un maldito pueblo de mala muerte-corrigió-Solo espero que todo esto me sirva para salir de Kinston y labrarme una vida fuera de aquí.
-No digas eso, colega. ¿Qué iba a hacer yo en el pueblo sin ti?-Harry miró rápidamente a Peter. Su tono se puso serio-Solo necesitas olvidarte de Martha, y todo volverá a ser como antes.
Peter se quedó mirando al cristal en silencio. Las gotas que caían llenaban su superficie, y se juntaban con otras, formando pequeños torrentes que corrían en diagonal conforme el coche avanzaba. La tormenta creaba un ruido de fondo que ensordecía el sonido de la radio, creando una atmósfera ligeramente opresiva. Era como una burbuja que aislaba a los dos amigos del resto del mundo.
-No quiero que todo sea como antes.
Harry se encogió de hombros y siguió atento a la carretera. Los faros iluminaban a duras penas la carretera, y la ausencia de luna esa noche no contribuía a mejorar la visibilidad.
-Sé que ahora lo ves todo negro. Si me dejas decirlo, creo que lo mejor que ha podido pasar es que Martha se fuera de Kinston.
-Ya…
-En todo caso, si al final conseguimos la Copa Mills y terminas jugando en las ligas superiores, espero que recuerdes que me debes más de una, ¿eh? A todo esto, ¿Por qué no has podido ir en avión como el resto del equipo?
-Ya sabes que la última vez que monté en avión me rompí la pierna y me perdí media temporada. No voy a tentar a la suerte, y menos ahora.
-¡Lo vuestro de los deportistas tiene delito! No hay un solo día de partido en el que no lleves esa apestosa sudadera. Además, me he fijado y en el estadio siempre entras dando un salto. ¿Tú crees que eso sirve para algo?
-Yo solo sé que cuando he hecho esas cosas la suerte me ha sonreído. El día que pasé al equipo titular llevaba esta “apestosa” sudadera-Peter señaló a su pecho-Lo del salto viene de la vez que dimos aquella paliza a los Frederick Keys en su propio campo.
Harry se sonrió-Si sigues así acabarás siendo un viejo lunático que colecciona figuritas de porcelana y siempre ve los mismos programas de televisión.
-Tú piensa lo que quieras-Peter sonó rotundo-Mientras me funcione, no pienso dejar de hacer estas cosas, y las que vengan-Señaló al salpicadero-Y ahora ve más rápido, o no llegaremos a tiempo a Salem.
Harry levantó las manos del volante y miró a su amigo.
-¿Y si conduces tú?-Dijo Harry mientras mantenía las manos en alto.
Peter se abalanzó sobre el volante justo en el momento en el que el coche comenzaba a derivar hacia la cuneta.
-¡¡¡Estás loco!!!¡¡¡Casi nos matas!!!-El rostro de Peter se puso rojo. Su mirada de furia acobardó ligeramente a Harry, que rápidamente puso las manos en el volante.
-¡Eh, tranquilízate! Ya veo que no estás de humor.
-Me juego mucho mañana. Tenemos que llegar a Salem antes de la medianoche, o todo se habrá torcido.
-OK. Ya veo que va a ser un viaje largo-dijo Harry.
Las horas pasaban y no dejaba de llover. El ritmo monótono de la lluvia sumía todo en una rutina que amenazaba con pasar factura al conductor. Peter, sentado en el asiento del copiloto, se removía incómodo mientras no dejaba de repetir entre dientes “Tenemos que llegar”.
Harry había acabado aceptando todas las manías y rituales de Peter, y consideró que el hecho de tener que llegar antes de medianoche era una más de tantas. Además, se dijo, seguro que esto era una forma de liberar la frustración por la partida de Martha.
-Y no para de llover…-masculló Harry.
Peter no respondió.
Aún recordaba aquella noche en la que su amigo se presentó en su casa con mirada ausente, y le contó cómo Martha había decidido irse del pueblo. Harry se pasó toda la noche tratando de animar a su amigo, comentándole en voz alta todo lo que siempre había pensado de ella, aquella rubia estúpida que había alejado a su amigo de su lado. Peter casi no reaccionó, y solo se limitó a comentar repetidamente “es mejor así”.
Después de aquél desagradable episodio, todo había mejorado. El juego de su amigo había mejorado de una manera inexplicable, llevándolo a convertirse en una pieza imprescindible del equipo. Los periódicos locales lo notaron a partir de la tercera jornada, y empezaron a seguir su carrera con interés. Ahora se empezaba a oír en las radios de la zona que, quizás, los Clevelands Indians le harían un contrato al acabar la temporada.
Por su parte, a raíz de la huida de Martha Harry pudo disfrutar más de la compañía de su viejo amigo. Casi había llegado a asumir que no lo echaba en falta, pero el volverlo a ver con regularidad había aportado algo de paz a su vida. Cuando le pidió que le llevara en coche hasta Salem, Harry no se lo pensó dos veces. Sería como aquellas aventuras que tenían cuando eran pequeños, cuando hacían auto stop para visitar pueblos vecinos y hacer travesuras.
Harry desvió la vista para ajustar la calefacción, cuando el coche comenzó a patinar. Harry trató de controlar en vehículo de manera intuitiva, girando el volante en la dirección opuesta a la de rotación del coche. Peter solo tuvo tiempo de gritar.
-¡Cuidado, Harry!
El coche se salió de la calzada y empezó a patinar por la hierba húmeda del arcén. Harry trató de girar el volante y volver a la carretera, pero fue inútil. Para cuando quisieron darse cuenta, un árbol impactó contra el coche y todo se fundió en negro.
Peter despertó, notando el cuerpo entumecido por una mezcla de dolor y frío. Su cara estaba apoyada contra la imitación de cuero de los asientos traseros del coche, y notaba la empapada sudadera pegándose a su cuerpo. Se incorporó en el asiento y se pasó las manos por el cuerpo tratando de buscar heridas o localizar focos de dolor, pero no detectó nada grave. Solo había sufrido algunos arañazos. Cuando alzó la vista, pudo ver a través del parabrisas el metal pardo del coche. El ruido delataba que alguien había levantado el capó y trataba de hurgar en el motor.
Cuando Peter salió del coche, Harry asomó la cabeza por un lateral del capó, y le saludó con un alzamiento de cabeza y su sempiterna sonrisa.
-¡Bueno, por fin has despertado! Llevas inconsciente un buen rato.
-¿Dónde estamos?
-No tengo ni idea-Harry se encogió de hombros-Probablemente en algún sitio entre Axton y Rocky Mountain.
-¿Y el coche?
-He tratado de sacarlo de la cuneta, pero ni tan siquiera arranca. Ahora estaba echándole un vistazo, aunque ya sabes que la mecánica no es mi fuerte.
-Déjame mirar-Peter apartó a Harry empujándolo con el cuerpo, y éste cayó al suelo de manera casi cómica.
-¡¡Tío!!-Harry perdió el equilibrio y cayó casi sin esfuerzo. Cuando se incorporó, su amigo seguía absorto en el motor.
Después de unos pocos minutos, Peter golpeó su puño contra el vehículo. Harry pudo oír una maldición, exclamada entre dientes. Su amigo levantó la cabeza y miró a Harry con frialdad. Sus ojos brillaban de una forma extraña, y su boca se encontraba apretada en un rictus tenso. El pelo pegado a su frente hacía que el jugador de beisbol pareciese desquiciado.
-Todo esto es culpa tuya. Por tu puta imprudencia al volante estamos perdidos, y no llegaremos a tiempo a Salem.
Harry conocía esta situación. Peter solía diluir sus responsabilidades, y echar la culpa a otras personas, aunque no hubieran hecho nada. En esos casos lo mejor era responder con contundencia para que, como siempre, Peter acabara pidiendo disculpas.
-Eh, Pete, no trates de cargarme el muerto. El día es horrible y casi no se veía la carretera. Además, ya llevaba tres horas al volante sin que oyera un “Harry, ¿no estás cansado? ¿Quieres que te releve al volante?”.
En dos pasos Peter estaba frente a su amigo, y le agarraba con fuerza de la solapa de su camisa. Harry era una cabeza más bajo que él, así que el efecto fue intimidador. Un escalofrío recorrió su cuerpo, que se encogió preparándose para el golpe que podría avecinarse.
-¡Lo has arruinado todo!-Peter chillaba con todas sus fuerzas. Todo su cuerpo temblaba, sin saber si era por rabia o por frío-¡Has roto mi racha!
La bofetada alcanzó la mejilla de Harry con violencia. Su cabeza se desplazó con fuerza hacia atrás, y su cuerpo se desplomó en el barro casi al instante.
Cuando se incorporó, Peter seguía delante de él, inmóvil. Sus ojos miraban sin saber muy bien a qué, delatando una traza de locura que provocó escalofríos en Harry. Un susurro roto salió de sus labios.
-He arriesgado mucho para llegar hasta aquí. Todo depende de mañana. Si se rompe la racha lo habré perdido todo.
Harry se incorporó a duras penas, y apoyó sus brazos en los hombros de su amigo.
-No te preocupes. Sé que ahora lo ves todo negro, pero estoy seguro de que vamos a salir de ésta sin romper tu racha. ¿Me escuchas?
Peter asintió de manera ausente. A pesar de la diferencia de tamaños y corpulencia, Harry zarandeó a su amigo con facilidad.
-Escúchame. Quiero que te calmes y pienses en una solución. Siempre he confiado en ti, y espero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea.
Los ojos azules de Peter se clavaron en los suyos. Su semblante se relajó.
-¿En serio?-Apretó los brazos de su amigo-¿Para lo que sea?
Harry apretó la mano de su amigo con suavidad.
-Lo que sea. Solo me importa que seas feliz.
Harry sabía que lo que menos necesita su amigo ahora era perder los nervios. Durante años había utilizado la estrategia de volcar su confianza en él, y hasta ahora nunca le había fallado. En el fondo Peter era un crío atrapado en el cuerpo de un hombretón. Harry apreciaba la inocencia que esto llevaba consigo; si el precio era tener que cuidar de él, estaba dispuesto a asumirlo. Siempre había estado dispuesto.
Sin saber cómo, sus labios se unieron con los de Peter. Solo al cabo de unos segundos, Harry notó como el cuerpo de su amigo se tensaba. Peter se alejó de Harry. “Mierda”, pensó.
-Escúchame, Pete. Yo no puedo andar, pero seguro que aquí cerca vive alguien que puede ayudarnos a arrancar el coche. Coge lo que necesites y ve a buscar ayuda. Mientras tanto yo intentaré otra vez buscar algo de cobertura con el móvil, y de arreglar este cacharro.
Peter lo miraba con cara de aturdimiento. Parecía el mismo niño del que Harry se había enamorado, cuando los dos tenían solo dieciséis años.
-Pero, ¿qué pasará si no encuentro a nadie?-La voz de Peter sonaba asustada, casi aterrorizada. Apenas se oía entre la lluvia.
-Si no encuentras a nadie vuelve aquí, y buscaremos una solución juntos, ¿OK?
-OK-El rostro de Peter se relajó-Harry…
-¿Sí?
-¿Por qué me has besado?
-¿Por qué ahora? No lo sé-Harry apartó la vista y miró al suelo-¿Por qué a ti? Quizás porque desde hace años sé que eres lo más importante-Las palabras salieron con esfuerzo, casi en un susurro-Haría cualquier cosa por ti. Moriría por ti, Pete.
Pasó aproximadamente un minuto, y Peter no decía nada. Harry maldijo para sus adentros haber besado a su amigo. Habría preferido que estallase, que le gritase, incluso que le golpease otra vez. Pero ese silencio resultaba atroz. Era, casi con seguridad, una negativa a su declaración de amor.
-Voy a buscar a alguien-dijo Peter finalmente- Tú trata de hacer algo con el coche, y si no espérame dentro.
Harry no pudo decir nada mientras su amigo cogía la bolsa de deportes y comenzaba a caminar por la carretera. Solo cuando ya casi no se le veía, Harry pudo responder.
-No te preocupes. Todo irá bien.
La lluvia no daba tregua. Parecía que el suelo y los árboles ya no podían absorber más agua, y la sensación de Harry era que todo a su alrededor, incluido él, rezumaba agua. Harry trataba de cubrirse con su cazadora verde mientras trataba de averiguar por qué el coche no funcionaba. Tampoco ponía mucho empeño, porque su cabeza estaba orbitando en torno al momento anterior con Peter.
-Ya está. Seguro que ya no vuelve-Harry hablaba solo mientras abría el capó del coche-Encima, seguro que a la vuelta les cuenta a todos que soy un maricón. Lo que me faltaba para ser más popular en el pueblo.
Aunque Harry no sabía mucho de mecánica, no hacía falta ser un experto para saber que aquello no tenía solución. Sin muchas esperanzas, trató de enderezar un tubo que parecía torcido.
-Pero si no lo hubiera hecho hoy, ¿hasta cuándo habría podido aguantar?
Harry se imaginaba el futuro. Pete sería famoso en la capital y él seguiría atrapado en Kinston. Acabaría siendo conocido como Harry, el solterón retraído que apenas sale de casa. Los niños no se atreverían a pasar por delante de su casa, y los rumores, malditos rumores de pueblo, dirían que era un pedófilo, o peor aún, un psicópata. Su amigo ni siquiera le hablaría y sus únicas relaciones se limitarían a la pornografía y las masturbaciones compulsivas.
Mientras pensaba, la mano se escurrió del tubo y Harry se golpeó la mano contra el carburador. Después de pegar una patada al coche, decidió que no era capaz de arreglar nada, y que lo más probable era que acabara peor de cómo estaba.
Se metió en el coche. Una vez dentro, se quitó la chaqueta y trató de taparse con ella para entrar en calor. Su cuerpo temblaba y notaba un frío doloroso en todo el cuerpo. Contrariamente, notaba su frente y manos extremadamente calientes. Probablemente, se dijo, tenía fiebre. Sus ojos comenzaron a cerrarse, gracias al mantra de la lluvia cayendo sobre el coche. Cansado, y probablemente enfermo, Harry no trató de resistirse al sueño.
Trató de cambiar de postura, pero algo le impedía moverse. Harry notaba dolor en sus hombros y brazos, y los notaba en una posición incómoda. No obstante, no abrió los ojos.
Pasaron varias horas. Cuando por fin abrió los ojos, descubrió el motivo de su dolor. Sus manos estaban juntas, atadas con un cordel. Sus brazos estaban estirados, casi en vertical, por encima de su cabeza. Apenas podía moverse. La cuerda que le impedía mover las manos estaba atada a la rama de un árbol, horizontal y gruesa. Sus pies apenas tocaban el suelo, por lo que todo el peso de su cuerpo pendía de sus brazos. En esa posición, el tobillo le dolía aún más que antes.
Harry vislumbró la silueta del coche a lo lejos. Aunque no se fiaba de sus sentidos, juraría que había dejado de llover. Ahora, una ligera bruma inundaba la zona, dándole un toque fantasmagórico a toda la escena. Desde luego, todo el ambiente parecía sacado de una película de terror de serie B.
Una silueta estaba frente a él, sosteniendo un objeto alargado entre las manos. Harry gimió, y entonces la figura se acercó a él.
Harry adivinó en seguida quién era. Esa forma de andar, tambaleándose ligeramente hacia los lados, era única y la conocía bien.
-¿Pete?¡¡Pete, qué cojones estás haciendo!!
Peter lo miraba con frialdad. Su mano acariciaba, de arriba a abajo, a Bernadette, su bate de la suerte. A Harry el movimiento le pareció algo obsceno, casi demencial. Parecía que estuviera acariciando a su amante.
La ropa de Peter estaba empapada. El pelo se le pegaba a la frente en mechones revueltos, y le tapaba parcialmente la vista. El bajo de los pantalones se veía marrón, con una capa de barro que le daba una cierta rigidez. Su sudadera se había oscurecido por la lluvia, y parecía de color acero. No parecía importarle ninguna de esas cosas. Peter solo le miraba a él.
-No he encontrado a nadie. Por suerte, te tengo a ti.
Harry trató de revolverse, pero en su posición no era fácil. La bofetada llegó a su cara como un rayo, dejando un rastro de calor que llegó a sentir con agrado. El impulso hizo que sus extremidades crujieran. A duras penas consiguió mantenerse en pie, haciendo fuerza con las piernas para no perder el equilibrio. Una punzada de dolor subió desde su tobillo, recordándole su torcedura anterior.
-Pero que dices, Pete. ¡¡¡Estás loco!!!-A pesar de estar sometido, Harry lo miró con furia.
-¿Loco? ¿Por seguir mi sueño?-Una carcajada entrecortada surgió de su garganta-Estoy a un paso de conseguirlo.
-¿Vas a cumplir tu sueño atándome? ¿De qué vas?
-¡¡¡Piénsalo, Harry!!!¡¡¡Las ligas superiores!!!¡¡¡Salir de Kinston y comenzar una nueva vida!!!¡¡¡Solo hace falta un pequeño sacrificio!!!
-¡¡¡De qué coño hablas!!!-Harry comenzó a gritar-¡Socorro! ¡Qué alguien me ayude!
-Es inútil que grites-dijo Peter-No hay nadie en kilómetros a la redonda. Es mejor que te resignes, como Martha.
Las palabras dejaron mudo a Harry.
-¿Martha?
-Sí-Peter bajó la mirada, y habló sin mirarle a la cara-Aquella noche estaba muy nervioso. El entrenador había amenazado con echarme del equipo. Traté de calmarme tomando algo en la taberna de Jack, pero no conseguí despegarme de la cabeza la idea de que todo se había jodido. Encima, cuando llegué a casa me recibió Martha. ¡Dios, qué voz más estridente tenía!
El tiempo dejó de dar tregua y la lluvia volvió. Peter andaba en círculos delante de su amigo, mientras no dejaba de hablar, cada vez más rápido.
-Cuando le conté la charla con el entrenador, Martha comenzó a taladrarme con reproches-la voz de su amigo se aflautó-“Eres un completo inútil”. ”Desde luego, no sé qué hago contigo. Debería haberme ido con Matt a Pittsburg”.
Harry no dejaba de mirar a su amigo. Su poca fuerza complicaba el librarse de la cuerda, y la postura en la que estaba no ayudaba. Decidió darle conversación mientras pensaba en cómo salir de esta.
-Seguro que Martha no lo decía con mala intención. En el fondo te quería.
-Ahora da igual. Me entraron unas ganas incontrolables de acabar con todo, de gritar, de golpear algo. Y le golpeé a ella.
-¿Y por eso te abandonó?
-No entiendes nada-Los músculos del cuello de Peter se tensaron-Después de pegarle, Martha siguió gritando, provocándome, diciéndome que no era un hombre de verdad-Peter sonrió levemente-¡Dios, casi parecía que estaba disfrutando! ¡Maldita zorra! Le había roto el labio y le daba igual ¡puta zorra!
La mirada de Peter se clavó en su bate. Su mano izquierda parecía estar sopesándolo.
-No se calló hasta que utilicé a Bernadette.
Un temblor recorrió el cuerpo de Harry. La frente le ardía, y sus oídos parecían envueltos en kilos de algodón. O quizás no se creía lo que había oído.
-¿Qué has dicho?
-La maté. A golpes.
-¿Pero cómo pudiste?
-No lo sé. Solo sé que, al día siguiente, comencé a jugar mejor. El míster me felicitó, e hice dos home rounds. Estaba pletórico.
-No lo entiendo. ¿Y Martha?
-Ya sabes que no tenía familia en el pueblo. Bastó con no decir nada para que los rumores corrieran como la pólvora-Peter parecía disfrutar-alguno hasta dijo haberla visto en la estación de autobús.
Harry tardó unos pocos segundos en comprenderlo. La intimidad de los pueblos había puesto en bandeja la coartada de su amigo. Peter era, ante todo, alguien conocido, y por supuesto era mucho más inocente que una chica descocada, descarada y, encima, forastera. Todo lo que dijese su amigo iba a ser aceptado a pies juntillas por las autoridades del pueblo y sus vecinos.
-De acuerdo, cometiste un error-dijo-Pero no lo entiendo. ¿Por qué me has atado? ¿Ha sido por el beso?
-Desde aquél día, cada vez que mi rendimiento no era tan bueno me invadía una furia tremenda-La voz de Peter sonaba ahora tremendamente tranquila.
-Después de Martha, vino aquél mendigo en Wilmington. Fue demasiado fácil. Los periódicos atribuyeron todo a pandillas callejeras-Peter estrelló a Bernadette contra la palma de la mano, soltando un chasquido. La voz de Peter se elevó, y sonrió-¡Al día siguiente anoté dos home rounds! ¡El Willmington Journal me dedicó la primera plana!
-Estás enfermo-exclamó Harry con furia-Mataste a Martha y a un indigente, y ahora estás buscando motivos para justificarte.
-No me preguntes por qué. Quizás es la liberación que produce. A lo mejor es por otra cosa. El caso es que lo necesito. No puedo romper mi racha.
La voz de Peter se endureció. Harry sintió en su voz la furia que creía en el interior de su amigo.
-De hecho, tampoco ahora puedo romper mi racha. Lo siento, amigo.
-¿Qué vas a hacer?-Harry notó que su voz sonaba histérica-¿Vas a matarme?
-Hace unas horas has dicho que me querías. Que morirías por mí.
Un hormigueo comenzó a correr por las extremidades de Harry, aumentando su temperatura corporal. Pocas veces había sentido esto, pero supo que era una desesperación cada vez más acuciante. Comenzó a balancearse en la cuerda para aflojar las ligaduras.
-¡Espera! ¡No quería decir eso!-Su voz temblaba ligeramente. Las palabras salían de manera atosigada, como un torrente-¡Solo quería que supieras que me importas!
-Tú también me importas.
Peter levantó los brazos y adoptó su postura de bateador. Harry la conocía bien. Notaba la tensión en sus músculos, acumulando energía para soltarla en un solo golpe. La sudadera se le pegaba al cuerpo marcando su deltoides y su trapecio. Sus piernas se flexionaron levemente, adoptando una postura que le permitiese amortiguar el impacto inminente.
-Gracias amigo. No olvidaré lo que has hecho por mí.
-¡Espera!
El golpe acertó de pleno en la cabeza de Harry, desprendiendo, casi al momento, fragmentos de cráneo y gotas de sangre. El resto de golpes se dirigieron al cuerpo. En cada zona donde golpeaba Bernadette podía oírse el crujido de los huesos al quebrarse. El ruido se difuminaba entre el rumor de la lluvia contra las hojas de los árboles. A los pocos minutos solo se oía el sonido de la lluvia.
-Bienvenidos a NewsTalk 1420 WHK, donde tu opinión siempre cuenta. Soy Ralph Duran y ésta es la entrevista deportiva que cada fin de semana os acerca un poco más a vuestras estrellas del baseball. Hoy tenemos a nosotros a Peter Stockton. ¿Cómo estás, Peter?
-Bien Ralph. Muchas gracias por invitarme a tu programa. He de reconocer que vengo escuchándote desde que era un chaval.
-¡Vaya, así que eres un admirador! Espero que ver el estudio donde trabajo no te haya hundido un sueño.
-Todo lo contrario, Ralph. Es un sueño hecho realidad.
-Y hablando de sueños, he estado revisando tu trayectoria. La verdad, parece un cuento de hadas. De ser un jugador mediocre de las ligas inferiores has conseguido labrarte una sólida carrera como jugador profesional, y no como un jugador cualquiera. Mejor bateador de la temporada pasada, y con vistas a repetir el título este año. ¿Podrías contarnos la historia de cómo llegaste hasta aquí?
-Bueno, yo no lo llamaría un cuento de hadas. La verdad es que, cuando era más joven y jugada en los Kinston Indians tenía algunos problemas. No solo era mi forma de jugar. También pasaba por una mala situación sentimental, que afectaba a mi forma de jugar. De hecho, en aquella época estuve a punto de dejar el equipo.
-Vaya, la cosa no pintaba bien. ¿Y qué pasó?
-No sabría decirte. Creo que aprendí a liberar las tensiones y a centrarme en el juego. Abandone la relación que tenía, y luego todo fue rodado.
-Desde luego. Han pasado ya diez años desde tu ascenso a las ligas profesionales. ¿Crees que deberías agradecer tu situación actual a alguien?
-Verás, Ralph, es imposible llegar hasta donde he llegado sin tener alguien en qué apoyarte. Hay mucha gente con la que ya no mantengo el contacto, pero que han sido responsables de mi éxito. Así que, si no te importa, me gustaría darles las gracias desde aquí.
-Por supuesto. Nos encantará ayudarte.
-De acuerdo. Me gustaría dar las gracias a dos amigos muy especiales sin los cuales yo no estaría aquí. Harry, Martha, nada de esto habría sido posible sin vosotros. Os estaré eternamente agradecido.