Relato 05 - Las dos caras
No se movió, no respiró, se quedó allí tirada, como muerta, con los ojos cerrados en espera de que todo pasara pero sin dejar de pensar en qué hacer para poder salir de allí, para ayudar a su compañero que peleaba solo.
Entonces sintió como el suelo comenzaba a desmoronarse bajo su cuerpo. Tuvo ganas de levantarse y salir corriendo, pero se controló y siguió sin moverse pues si lo hacía él la oiría y sabría que seguía con vida.
De pronto el ruido de la pelea cesó y el silencio reinó. ¿Acaso lo habría matado?
— ¡Oh, Dios mío!— exclamó para si mientras sentía a cada momento más próximo la presencia del monstruo.
Sintió su corazón latir fuertemente y rezó para que no pudiera oírlo. De pronto sintió el tacto áspero, rugoso y enfermizo de su mano cerca de ella y no pudo evitar el temblor de su cuerpo.
Él, con los ojos oscuros y malvados, sonrió maliciosamente. Comenzó a ascender su mano por las piernas de la joven, que intentaba por todos los medios no volver a temblar. Tocó sus muslos, sus glúteos, su espalda, su cuello y rápidamente se posó en sus cabellos, ahora ensortijados y los tocó suavemente, como si en vez de un monstruo fuera un tierno osito de peluche.
La joven apretó la mandíbula para no gritar hasta que de pronto la mano áspera que la tocaba comenzó a bajar por el lado derecho de su rostro y tocando su oreja, su pómulo y su boca llegó a su nariz. La acarició lentamente y en un instante tapó sus fosas nasales sabiendo que estaba viva, para que dejara de fingir o muriera al fin.
— ¡Lo sabe!—se dijo mientras sentía que el corazón se le saldría del pecho.
— ¡Kyle!—Amy se despertó temblando y se quedó mirando al vacío sin tener constancia de la realidad.
— Tranquila, cielo, estoy aquí— el hombre, a su lado, la miraba preocupado—. Otra pesadilla—afirmó, pues era lo que llevaba ocurriendo cada noche desde aquel terrible día—. Amy, mírame—Kyle acercó su mano al rostro de la joven y giró su cabeza para que pudiera mirarle a los ojos. Amy se aferró al hombre y este la abrazó fuertemente.
6 Meses Antes
Amy tomaba una taza de chocolate caliente. Se encontraba en “El café de Luck” al que acudía cada día, sobre todo ahora que era invierno, para beberse el mejor chocolate de toda la ciudad.
El estilo del café era estupendo, pues aparentaba ser de los años 50, con mobiliario color beige y marrón y con una de esas máquinas antiguas de música con discos de la época.
Apretando fuertemente la taza con ambas manos, ya que aún estaban frías por la baja temperatura que hacía en la calle, se encontraba tranquila y relajada. Por eso la encantaba ir aquel café, por lo bien que se sentía en él.
Estaba pensativa, como cada día desde hacía tiempo, pues estaba convencida de que alguien la seguía y estaba comenzando a asustarse.
Al salir del trabajo, cuando daba un paseo, al salir de noche del café, incluso en su casa. Había alguien que la acechaba día tras día pero no sabía quién. Había ido a comisaría, pero sin pruebas no habían podido hacer nada.
—Hola, Amy— saludó Mike, uno de los empleados, devolviendo a la joven a la realidad. El muchacho trabajaba en el café desde hacía unos meses para pagarse las últimas clases en la universidad y aunque tímido, era muy agradable y bueno.
Era de estatura media, delgado y sus cabellos rubios cortados por debajo de las orejas y sus ojos claros le hacían tener un aspecto inocente y bondadoso.
—Buenos días—saludó Amy alegre. Mike sonrió y se fue a seguir limpiando mesas.
Poco antes de cerrar, Amy se despidió de Luck y se dirigió hacia su bloque de apartamentos que se encontraba unas cuantas calles más abajo del café.
Caminando a paso ligero comenzó a oír el habitual sonido de pasos tras de si. Se quedó quieta unos segundos y los pasos se detuvieron. Comenzó a caminar y los pasos también lo hicieron. A los quince minutos llegó al portal, subió las escaleras, sacó las llaves y las dejó caer. Se agachó y en cuclillas intentó mirar por el rabillo del ojo, pero no había nadie, estaba sola.
Entró en su edificio y se dirigió hacia las escaleras mirando de nuevo la calle a través de la puerta.
Subió andando como siempre, aunque esta vez la posibilidad de subir cuatro pisos teniendo la sensación de que alguien la seguía no la emocionaban en absoluto.
Las luces se iban encendiendo a medida que detectaban su presencia y al llegar a su planta y meter la llave en la cerradura de la puerta se sintió casi bien. Entró, cerró de nuevo con llave y suspiró de alivio. Encendió la luz y la entrada se iluminó. Dejó las llaves en un cuenco sobre una pequeña mesa de madera y saludó a su gatito que como cada día salía a recibirla.
— Hola, Oliver—dijo acariciándole la cabeza.
Caminó hasta la cocina, y le dio a Oliver una lata de carne de ternera, su favorita. Después fue a su habitación y se preparó para darse un baño caliente.
Como todas las noches de madrugada un sonido de pasos en el rellano de su puerta la despertó. Se levantó de la cama y fue hacia la entrada. Por debajo de la puerta pudo ver la luz del rellano acompañada por una sombra, la de una persona. Amy se detuvo en seco y se quedó mirando la sombra que se colaba bajo su puerta.
Oliver maulló y al momento la sombra desapareció acompañada del sonido de pasos. Amy se asomó por la mirilla pero ya no había nadie.
. .
—Has vuelto a dormir mal, ¿eh?—preguntó Luck, el dueño de la cafetería mientras observaba las ojeras de Amy.
—Si, otra vez me despertaron en mitad de la noche- respondió Amy sentada en la barra.
—Deberías ir a la policía.
— ¿Otra vez? He ido dos veces y nada. Parece que si no me atacan no es importante- Amy estaba muy cansada y desesperada por la situación.
—Puedo acompañarte a casa- dijo Luck preocupado.
—No puedes hacer de canguro cada noche, pero muchas gracias—Amy bostezó mientras intentaba no quedarse dormida.
— Un café te vendría de perlas.
— Sabes que no me gusta, pero tus chocolates son los mejores así que me tomaré otro- levantó la taza, ya vacía y se la entregó al hombre.
— Chocolates, batidos, zumos…. Esto es una cafetería y tú ya tienes 28 añitos. ¿No deberías tomar cosas de mayores?—preguntó Luck cogiendo la taza y entregándosela a Mike para que le sirviera otro chocolate.
— Tienes razón. Dame una botella de tequila, una rodaja de limón y un salero, por favor- dijo Amy con el ceño fruncido.
—Bah, nunca cambiarás- Mike se acercó, algo ruborizado, con la taza de nuevo llena y se la entregó a la joven.
—Bueno, tengo que terminar de hacer unas cosas, no te vayas sin despedirte— Amy asintió y Luck se marchó.
La joven se fue también al poco rato y tras un par de horas de compras y con la oscuridad de la noche se dirigió a casa.
A los poco minutos volvió a sentir que alguien la seguía. Giró la cabeza sin detenerse y entonces vio lo que parecía ser una persona enfundada en un amplio abrigo negro. No pudo distinguir si se trataba de un hombre o una mujer, pues había bastante gente, pero al ver la envergadura del abrigo pensó en un hombre. Era la primera vez en meses que estaba segura de haber visto a la persona que la seguía y el miedo se hizo presa de ella por lo que pronto comenzó a correr. Oyó los pasos tras de si correr también, y en cuanto pudo se metió por un callejón y se quedó allí, esperando a que el hombre se alejara. Miró a escondidas hasta que creyó ver alejarse a la persona del abrigo negro. Cuando se disponía a marcharse las luces del faro de un coche la deslumbraron y a una figura apareció de ellas. Era alta y llevaba algo entre las manos.
La figura se dirigió a ella y a los pocos segundos un hombre de unos 30 años, con cabellos castaños y revueltos que vestía un traje negro con camisa blanca apareció portando una caja en la que podía leerse, escrito en letras negras, “Ropa”.
— ¿Estás bien?—preguntó al ver la expresión de la joven—. Parece que has visto a un fantasma.
—Si, estoy bien—respondió Amy temblando ligeramente-—. Tengo que irme- el hombre se quedó solo y desconcertado.
A la mañana siguiente Amy se marchó a trabajar como cada día y tras llegar a casa y realizar unas cuantas labores domésticas caminó de nuevo hacia el café. Abrió la puerta y contempló el lugar. No había mucha gente aún pero el ambiente era muy agradable. Mike salió a su encuentro.
— Hola, Amy, ¿cómo te encuentras?—preguntó mirándola intensamente a sus castaños ojos.
— Bien, gracias, Mike.
— Espero que no te moleste pero oí tu conversación de ayer con Luck, y si necesitas ayuda no tienes más que pedirla—Mike bajó un poco la mirada, como si se sintiera tonto al haberle dicho eso y se dio la vuelta para ir a atender una mesa.
—Muchas gracias, Mike — respondió agradecida. Mike se dio la vuelta y sonrió avergonzado.
La joven se sentó junto a la ventana y ya con la taza de chocolate en la mano contempló la ciudad a través del cristal.
Poco después la puerta se abrió y un hombre de cabellos castaños y ojos verdes entró. Amy lo reconoció, era el hombre de la noche anterior.
Le observó caminar hasta la barra pero luego siguió mirando a través de la ventana.
— ¿Qué quiere tomar?—preguntó Mike desde el otro lado de la barra.
—Pues la verdad es que no lo sé—respondió el hombre, pensativo— ¿Qué me recomiendas?
—Bueno… Pues obviamente le recomendaría un café. Tenemos de todo tipo: Con leche, cortado, capuchino, de moca, bombón, de Colombia, de Sumatra,…. Aunque también servimos chocolate caliente, batidos y zumos…
—Eh… Pues ponme un chocolate. Si, el chocolate será perfecto—Mike le miró con cara de pocos amigos y se marchó a preparar su pedido.
El hombre miró a su alrededor para buscar un sitio y al momento vio a Amy. Se acercó a ella dubitativo pero decidió sentarse en su mesa.
—Veo que a ti también te gusta el chocolate— dijo el hombre sonriente.
Amy regresó de sus pensamientos y vio que el hombre se había sentado frente a ella.
— ¿De qué te escondías anoche?—preguntó intrigado.
—De la persona que me sigue desde hace tiempo- respondió Amy como si fuera lo más normal del mundo. El hombre se quedó sorprendido por la respuesta.
— ¿En serio?—Amy le miró con gesto pensativo y asintió con la cabeza- . Soy Kyle— extendió la mano y Amy la estrechó.
—Amy—se presentó ella. Segundos después apareció Mike con el chocolate en la mano. Miró a Kyle y se paró a su lado.
— ¿Se sentará aquí?— preguntó seriamente.
—Si, siempre y cuando a la señorita no le importe— Kyle miró a Amy quien asintió con la cabeza.
Mike fue a poner la taza en la mesa cuando de pronto se tropezó y la dejó caer sobre la camisa de Kyle.
— ¡Oh, cuanto lo siento!—exclamó Mike avergonzado mientras con su delantal intentaba limpiar la mancha de chocolate.
—No te preocupes, ha sido un accidente. Por lo menos entraré rápido en calor—Kyle se sacudió la camisa mojada por el caliente chocolate y se levantó para ir al baño.
Mike observó a Kyle y luego miró cabizbajo a Amy.
—No te preocupes— dijo la joven—. Parece un tío agradable.
Mike asintió y se fue de nuevo a la barra.
A los pocos minutos Kyle volvió a la mesa. Había hecho todo lo posible pero un gran manchurrón había quedado en su camisa.
—Será mejor que me vaya. Debo echar esto a lavar. Ha sido un placer conocerte—Kyle cogió su chaqueta y caminó hacia la puerta.
— ¡Lo siento mucho!—exclamó Mike.
—No te preocupes, chaval—dijo Kyle saliendo del establecimiento.
Tras un par de horas de visita a sus padres Amy decidió regresar a casa. Tendría que coger el autobús por lo que tardaría una media hora en llegar.
Se sentó en la parada y esperó. Al cabo de unos minutos escuchó el ruido de unos pasos aproximarse. Giró la cabeza algo asustada y sintió un gran alivio al ver a una madre negra que caminaba de la mano de sus dos hijos.
Al momento vio la luz de los faros del bus acercarse. Se puso en pie y levantó la mano para que el conductor parara. Subió, pagó el billete y caminó hacia la parte de atrás. El autobús estaba lleno y apenas había espacio, aunque logró hacerse un hueco casi al fondo. El conductor arrancó pero se detuvo de nuevo de sopetón pues había otra persona que quería subir.
—Vamos, amigo- dijo el conductor mirando al nuevo pasajero.
Amy miró hacia la cabina intentando ver quién era la persona que había subido, pero no pudo ver su rostro, pues la gente le impedía la visión, aunque le había llamado “amigo” por lo que debía tratarse de un hombre. Un hombre que parecía llevar un amplio abrigo negro. Entonces el corazón se le aceleró ligeramente. Ese abrigo… Lo había visto antes. ¿Sería el mismo hombre?
Se puso de espaldas a él, y tras media hora pulsó el botón de su parada y se bajó rápidamente.
Caminó hacia su casa escuchando de nuevo los pasos tras de si, sacó las llaves y comenzó a correr hasta llegar a su edificio. Subió las escaleras, abrió la puerta y la cerró tras de si mirando hacia el exterior. De nuevo nada.
Ya en casa y en la cama observó la luna a través de su ventana. Oliver estaba junto a ella y ronroneaba al sentir sus caricias.
Sin darse cuenta se quedó dormida pero el ruido de alguien en el rellano la despertó otra vez de madrugada. Se levantó y de manera sigilosa caminó hacia la puerta de entrada. Allí estaba, de nuevo la luz encendida y la sombra colándose por debajo de la puerta.
— ¡Quién eres!— exclamó intentando demostrar más enfado que miedo.
Al instante la sombra desapareció acompañada de pasos que se alejaron corriendo escaleras abajo.
A la mañana siguiente se levantó más temprano de lo habitual y con sus típicas ojeras de las últimas semanas o quizá meses. Se maquilló un poco para disimularlas, desayunó y se marchó al trabajo.
— ¡Pero si es la chica del chocolate!- dijo la voz de un hombre que salía del piso contiguo al de Amy.
— ¿Qué haces aquí?- preguntó Amy mientras cerraba la puerta.
—Me mudé aquí hace un par de días— respondió Kyle sonriente—. La noche que nos vimos, llevaba una caja. Había pasado el día de mudanza y terminé tarde.
— Si, lo recuerdo— Amy comenzó a caminar hacia las escaleras.
— ¿Estás bien?
—Si, estoy genial—respondió Amy con un claro tono de ironía.
Kyle se acercó a la joven y le cogió del brazo suavemente.
—De verdad, Amy, puedo ayudarte. Soy policía.
— ¿Y qué?— respondió la mujer nada impresionada.
—Eh… Vaya, pensé que te causaría mayor impacto, pero me equivoqué—Kyle se tocó el pelo algo decepcionado.
—Mira, no me interpretes mal, pero he acudido a la policía un par de veces y no me han ayudado en nada, así que no sé qué podrías hacer tú.
—Bueno, ahora estoy yo así que podría hablar con mis compañeros y ver qué se puede hacer, pero necesito que me cuentes todo. Si sospechas de alguien, si has llegado a ver a la persona que te sigue… Cualquier cosa. Te ayudaré, de verdad- llegaron a la salida y Kyle dejó salir a Amy primero mientras sujetaba la puerta.
—Tengo que ir a trabajar. Pero gracias por todo.
— ¿Te veo luego? ¿Y así me cuentas todo lo que sepas?
—Está bien.
— ¿A las 6 en la cafetería en donde sirven tan bien esos magníficos chocolates?— preguntó Kyle sarcástico.
—Vale—respondió Amy sonriendo.
La joven se marchó y Kyle la observó atentamente hasta que desapareció.
A las 6 de la tarde se reunieron en el café. Les atendió Laila, pues el dueño estaba haciendo unas gestiones y Mike se había cogido el día libre para continuar con sus prácticas en la universidad.
Laila anotó sus pedidos y tras cinco minutos apareció de nuevo con ellos. Mientras tomaban sus chocolates, Amy le contó a Kyle todo, desde el primer día que sintió que alguien iba tras ella hasta la noche anterior en la que vio al tipo de abrigo negro.
Kyle lo anotó todo en su libreta y tras unos minutos más le entregó un pedazo de papel con algo escrito.
—Este es mi número, si necesitas algo, lo que sea, llámame. Además, vivo a tu lado así que si oyes algo en mitad de la noche avísame y saldré a investigar.
—Gracias. Eres muy amable—la joven sonrió ampliamente y se guardó el pedazo de papel.
Amy se levantó y se dirigió a la máquina antigua de música. Metió una moneda y seleccionó una canción: “Promesas”. Pulsó el botón y una bonita melodía instrumental comenzó a sonar.
—El ambiente y los empleados de este café son estupendos. Me encanta pasar el rato aquí — Amy sonrió y Kyle la miró fijamente
. .
Los pasos se habían vuelto a detener en el rellano de su puerta. Amy, que estaba despierta, caminó lentamente hacia la entrada. Allí estaba la luz que dejaba ver la sombra de alguien por debajo de la puerta. Se acercó a ella todo lo que pudo para intentar echar un vistazo por la mirilla, pero el suelo crujió y la sombra se escapó escaleras abajo. Cogió su móvil y marcó el número de Kyle y mientras daba tono decidió salir y perseguir a quién demonios fuera el que la estaba acechando.
Bajó rápidamente las escaleras, escuchando los pasos delante de ella y tras un par de tonos más Kyle respondió.
—Kyle, soy yo. De nuevo esa persona ha estado aquí. Estoy persiguiéndola escaleras abajo.
— ¡Amy, vuelve a casa!—dijo el hombre mientras rápidamente se levantaba de la cama, abría el cajón y cogía su pistola.
—Tengo que saber quién es—respondió la joven colgando.
— ¡Mierda!—Kyle salió corriendo, bajó las escaleras lo más rápido que pudo y encontró a Amy sola en la calle.
— ¡Amy!—Kyle extendió el arma preparado para toparse con cualquiera que resultara sospechoso, pero no había nadie, tan solo ellos dos.
—Se ha ido— Amy giró la cabeza y vio a Kyle. Se encontraba de pie, y tan solo vestía unos pantalones largos de pijama. Con el torso desnudo y los cabellos revueltos alzaba una pistola.
—Entra en casa. Hace demasiado frío y solo llevas eso—Kyle observó ceñudo la camiseta de tirantes y los pantalones cortos de la joven que se metió en el portal algo sofocada por la carrera.
—Mira quién fue a hablar—respondió Amy sonriendo.
A la tarde siguiente y después de su jornada laboral Amy volvió al café. Al entrar se dio de bruces con Mike que estaba limpiando el marco de la puerta.
— ¡Lo siento!
—Tranquilo, Mike, ha sido culpa mía ¿Qué tal tu proyecto de química?—preguntó Amy sentándose en la barra.
—Casi está acabado—respondió el muchacho orgulloso—. Pero aún hay una cosa que me está costando controlar...
— Conseguirás que salga bien.
— ¿Tú crees?
—Claro, eres muy inteligente—en ese momento Kyle entró por la puerta y al ver a Amy sonrió ampliamente. Se sentó a su lado y Mike le miró con cara de poco amigos.
— ¿Quiere algo?
—No, gracias, chaval— respondió Kyle mirándole tan solo unos segundos— ¿Pudiste dormir?— preguntó a Amy.
—No, ¿y tú?
—Tampoco.
—Seguro que hoy vuelve así que habrá que tener cuidado—dijo Amy pensativa.
—Si, pero espero que no seas tan tonta como para volver a salir tras él.
—Amy no es tonta—dijo de pronto Mike sin elevar la voz pero con un claro tono de enfado en ella—. Retire eso— Kyle miró al muchacho sonriendo de manera perpleja pero al ver su mirada su sonrisa desapareció.
—Tranquilo, Mike, no pasa nada. Kyle tiene razón —Amy se levantó del taburete y posó una mano sobre el hombro del muchacho cuya mirada se dulcificó al instante.
—Lo siento— respondió Kyle ceñudo observando a Mike que tras unos instantes se marchó a atender una mesa—. Vaya, parece que tienes un admirador.
— ¿Mike? Tan solo es un amigo.
— ¿No has pensado que podría ser él quién te estuviera siguiendo?— preguntó Kyle pensativo—. Está claro que le gustas, tan solo hay que fijarse en cómo te mira.
—Imposible. Le conozco desde hace tiempo y es un chico muy bueno.
—Pues se ha mosqueado bastante cuando te he llamado tonta.
—Es la primera vez que le veo así, pero le caigo bien y está claro que tú no—Amy sonrió divertida—. Supongo que por eso se habrá molestado.
—Si tú lo dices… Pero yo que tú no me fiaría demasiado. Ya sabes, las personas así suelen tener un lado oscuro.
. .
¡¡ PUM, PUM, PUM!!
Los pasos sonaron más fuertes y Amy avanzó hacia la puerta mientras marcaba el número de Kyle.
—Está aquí—dijo en un susurro.
—Ahora salgo, no hagas ruido, y no se te ocurra salir—Kyle colgó.
La joven llegó a la puerta sin poder creerse que al otro lado aquella sombra no la hubiera oído. Se asomó por la mirilla y vio a alguien. Iba tapado con un enorme abrigo negro con capucha que le ocultaba la cara, por lo que no pudo verle el rostro.
Entonces, oyó la puerta del piso de Kyle abrirse y al hombre correr hacia la figura encapuchada. Ésta salió corriendo al instante mientras Kyle le gritaba:
— ¡Alto, policía!— y le apuntó con el arma.
Amy abrió la puerta y vio como Kyle desaparecía escaleras abajo.
Lo siguió lo más rápido que pudo hasta que llegó a la puerta de la calle. Salió al exterior pero no vio a ninguno de los dos. Entonces sintió una presencia y el sonido de pasos la hizo girarse rápidamente.
— ¡Kyle!—exclamó asustada.
— ¡Maldita sea!—dijo el hombre, frustrado— ¡Se me ha vuelto a escapar!
— Pero le viste ¿no? Quiero decir, ¿qué tú también viste a alguien?
—Claro que si. Pero estaba tan tapado que no pude verle la cara, ¿y tú?— Amy negó con la cabeza.
—Subamos—ambos se adentraron en el portal y subieron las escaleras hasta sus pisos—. Esta noche no creo que vuelva, pero por si acaso haré guardia en la puerta. Tendré el móvil cerca, así que si necesitas algo llámame.
—Gracias por todo— Amy sonrió dulcemente y entró en casa.
Caminó hacia su habitación y entonces lo vio. Aquella figura ataviada con un oscuro abrigo la esperaba en el umbral de la puerta de su habitación.
Corrió hacia la puerta pero en tan solo unos pocos segundos la figura se acercó a ella velozmente, tirando el cuenco con las llaves que había en la entrada y la tapó la nariz con un trapo lleno de cloroformo. Amy se desmayó.
Kyle escuchó un fuerte ruido en el piso de la joven. Volvió a coger su pistola y se dirigió a su puerta. Llamó al timbre pero no obtuvo respuesta. Esperó y tras un par de minutos y oliéndose que algo no iba bien dio una patada a la puerta que se abrió violentamente.
Dio unos cuantos pasos hasta que pisó algo duro y frío. Lo miró y vio los pedazos de un cuenco de cerámica roto en el suelo y a su lado las llaves de la casa.
Se adentró hasta el salón, después fue a la habitación pero no vio a Amy, tan solo un gato pardo que maullaba tristemente. Entonces se dio cuenta de que la ventana de la habitación de la joven estaba abierta. Se asomó y vio la escalera de incendios.
— ¡Maldita sea!- exclamó sabiendo lo que había ocurrido.
Se la había llevado. Aquel tipo había huido por el callejón y debía de haber subido por la escalera de incendios hasta su habitación, mientras ambos estaban fuera, y al volver a su casa la habría atacado y se la habría llevado.
Golpeó el poyete de la ventana y salió corriendo a comisaría.
. .
Amy se despertó sudorosa recordando el ataque de la figura encapuchada. Intentó incorporarse pero no pudo ya que se encontraba atada de pies y manos a lo que parecía ser una cama de hospital. Un pedazo de cinta adhesiva le tapaba la boca. El lugar estaba oscuro, no se veía nada, pero olía mal, muy mal. Era un olor nauseabundo que la hizo sentir nauseas.
Al cabo de un rato unos pasos se aproximaron y se abrió una puerta. Una figura encendió la luz y la habitación se iluminó. La persona del abrigo negro apareció ante ella y la miró fijamente. Amy también le observó, asustada por verle al fin la cara. Aquel hombre le resultaba familiar pero a la vez daba miedo. Parecía fuerte, sus cabellos eran rubios y sus ojos oscuros e inhumanos la hicieron temblar, pero tras unos instantes Amy observó a su alrededor y un fuerte escalofrío y un miedo incontrolable recorrieron su cuerpo de pies a cabeza.
Restos de cadáveres colgaban de la habitación. A su izquierda el torso de una mujer sin brazos ni piernas pendía de un gancho. A su derecha lo hacían lo que parecían ser las piernas del mismo cuerpo. ¿O tal vez fuera de otro? . Amy se revolvió y comenzó a llorar desesperada por lo que aquel extraño hombre podría llegar a hacerla. La figura comenzó a caminar hacia ella y sonriente la miró. Amy abrió más los ojos. Conocía a aquel hombre, pero no recordaba de qué... Y sus ojos…. No podía mirarlos por mucho tiempo pues sentía que caería preso de ellos, que se perdería en su oscuridad.
— ¿Cómo estás?—preguntó el hombre con una grave y perversa voz—. Espero que estés cómoda, aunque supongo que lo estarás más que ellas—sonrió mientras miraba los restos mutilados que colgaban a su alrededor.
Amy se revolvió de nuevo e intentó gritar pero con la cinta tapándole la boca apenas pudo emitir un leve gemido.
— ¿Qué dices?—preguntó acercando su oído a la boca amordazada—. No te entiendo—Amy volvió a gemir y el hombre acercó su mano rugosa hasta la tira de cinta y la quitó de golpe.
Amy gritó por el miedo y el dolor y solo se calló cuando el hombre la tapó la boca con la mano y con la otra la agarró del cuello.
—Si vuelves a gritar te rompo el cuello—la susurró al oído. Amy asintió con la cabeza y el hombre alejó la mano lentamente —. Así me gusta. Sé que a Él no le gustaría que lo hiciera, sé que se enfadaría, pero si te pones revoltosa no me dejarás otra opción—el hombre caminó hacia el torso de mujer, alargó la mano y acaricio sus pechos lentamente con mirada lasciva y claramente perturbada.
Después caminó alrededor del torso y lo empujó para que se balanceara de un lado a otro. Las moscas que había sobre el cuerpo volaron a su alrededor.
— ¿No te parece precioso? El cuerpo de mujer es tan bello…—Amy miró a su alrededor y al fondo de la estancia vio una ventana tapada con maderas. No había forma de comunicarse con el exterior, tan solo la puerta por la que había entrado aquel monstruo—. La verdad es que me encantaría hacerte pedazos como hice con ellas—dijo acercándose nuevamente a Amy—. Eran tan bellas…. Aunque tú no lo eres tanto, así que no sé por qué te eligió…—el hombre se sentó al borde de la cama y miró a Amy de arriba abajo—. Es cierto que tienes algo especial, y unos ojos puros que…. — entonces el hombre pareció cambiar de idea y se levantó bruscamente de la cama— ¡No sería grandioso si pudiera sacártelos para verlos mejor!—exclamó mientras de uno de los bolsillos del abrigo sacaba un reluciente cuchillo.
Amy gimió de miedo y rápidamente el hombre se acercó a ella y le puso el cuchillo lo más cerca posible del ojo.
—Si parpadeas te lo arrancaré—dijo con cara enloquecida—. Sería tan… artístico… Siento escalofríos solo de pensarlo…. —comenzó a descender el cuchillo por la mejilla de Amy, provocándola un pequeño corte. Después siguió recorriendo su cuello, sus pechos y se detuvo en el ombligo. Levantó su jersey rojo con el arma y descubrió su vientre—. Magnífico— dijo salivando—. Podría abrirte por aquí. Tan solo una raja, de lado a lado, mientras, la sangre recorrería tu cuerpo y empaparía la cama— Amy cerró los ojos con nauseas por el miedo y los nervios y sintió como el hombre aumentaba la presión del cuchillo contra su piel.
De pronto el tacto frío del metal desapareció y al abrir los ojos de nuevo pudo ver los totalmente oscuros del hombre que la miraban fijamente a escasos centímetros.
—Me llama. Tengo que irme —pegó de nuevo la cinta adhesiva a la boca de Amy y se marchó rápidamente.
. .
Kyle volvió de comisaría horas más tarde del amanecer y decidió ir al café. Hablaría con el dueño y los empleados. Tal vez ellos supieran algo. Al primero que encontró fue a Luck que estaba en la barra hablando con una pareja de ancianos.
—Perdone, Luck, pero tengo que hablar con usted.
— ¿Se puede saber quién eres?
—Amy ha sido secuestrada así que no hay tiempo para presentaciones— Luck abrió la boca en gesto de sorpresa y al instante salió de la barra y se acercó al hombre.
Kyle le contó lo sucedido y después le tocó el turno a Mike.
—Amy fue secuestrada anoche—dijo Kyle sin contemplaciones. Mike se quedó blanco y callado— ¿Chaval?
— ¿Quién ha sido?—preguntó Mike
—No lo sé— contestó Kyle mirándole fijamente.
Tras un interrogar a Mike, a Laila y a algunos clientes Kyle salió decepcionado del café rumbo de nuevo a comisaría.
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El chasquido de una llave se oyó al otro lado de la puerta y una figura apareció en el umbral. Dio la luz y la habitación se iluminó. Amy levantó la cabeza todo lo que pudo y se quedó sorprendida al contemplar el rostro de la persona que la miraba sonriendo dulcemente.
—Mi querida Amy—Mike con la camiseta negra del café, entró en la habitación con su habitual rubor en las mejillas y corrió hacia la joven como si hiciera años que no la veía.
Amy gimió perpleja y forcejeó con sus ataduras.
—Tranquila, yo te ayudaré—quitó suavemente el trozo de cinta adhesiva y acarició los cabellos de la joven.
— ¡Mike, tienes que sacarme de aquí, está loco, quiere matarme!
— ¿Qué quiere matarte?—preguntó Mike perplejo.
— ¡Mira a tu alrededor, mira los restos de esas pobres mujeres!—Mike miró a su alrededor con el ceño fruncido y a continuación posó sus ojos azules en los de Amy.
—Oh, no te preocupes, Él no te hará daño, esto que ves aquí es tan solo un hobby, pero ya le advertí que no te tocara o lo lamentaría—el tono de voz de Mike cambió. Se hizo más grave y profundo, más parecido al del otro hombre que al del propio Mike.
— ¿Qué?—Amy se quedó quieta, sin saber qué decir, sin entender qué estaba pasando.
—Yo te cuidaré, pero por el momento tendrás que quedarte aquí bien atadita, aunque solo hasta que pase un tiempo. Hasta que todo se haya calmado—Mike acarició la mejilla de Amy y cerró los ojos sintiendo el tacto de la joven—. Tu piel es tan suave…—dijo casi en éxtasis—Jamás pensé que podría llegar a acariciarte así—al notar algo húmedo en sus dedos abrió los ojos.
— ¡Oh, no llores, por favor, no llores!—Mike se alejó corriendo de la cama para volver pocos segundos después con un trapo manchado de sangre. Lo acercó a la cara de Amy y secó las lágrimas tan suavemente como pudo, pero el rostro de la joven quedó cubierto por los restos de sangre del paño—. Jamás te haría daño…
— ¿Qué queréis de mi?- preguntó Amy medio llorando.
—Solo quiero estar contigo, ¿no te das cuenta? Te quiero. Desde la primera vez que te vi supe que quería estar contigo y que no dejaría que nadie te hiciera daño. Por eso he estado siguiéndote, por eso velaba en el umbral de tu puerta cada noche, para que nadie te hiciera daño. Pero entonces llegó ese maldito policía y lo estropeó todo—poco a poco Mike fue poniéndose más y más furioso hasta que de pronto se levantó de la cama y se fue hacia el lugar en el que colgaban las piernas putrefactas. Las golpeó con el puño una y otra vez como si fueran dos sacos de boxeo y tras unos minutos regresó a la cama junto a Amy que estaba comenzando a ponerse blanca y a sentirse mareada.
— ¿Qué te pasa?—preguntó preocupado.
—No me encuentro bien—respondió en un hilo de voz y a los pocos segundos se desmayó.
Mike la golpeó la cara suavemente mientras gritaba su nombre una y otra vez.
— ¡Amy, Amy, vamos, Amy!—pero la joven no despertaba—. Será mejor que Él venga—Mike salió corriendo de la habitación y minutos después apareció el otro hombre, que como Mike vestía de negro.
Desató a la joven y en brazos la llevó hasta el cuarto de baño. La mojó la cara para reanimarla y tras unos momentos Amy comenzó a recuperarse.
— ¿Mike?—preguntó asustada.
— ¿Mike, Mike?—imitó el hombre con voz aguda—¡No soy Mike, es qué acaso me parezco en algo!—exclamó enfadado.
Amy negó con la cabeza mientras apartaba la mirada del hombre.
— ¡Mírame, es que acaso me parezco en algo!—volvió a gritar. La joven clavó su mirada en él y dijo un “No” alto y claro.
—Así me gusta. Mira, pequeña—dijo mientras la cogía por los brazos y la levantaba—, tengo que contarte una cosita acerca de tu querido amigo Mike— Amy intentó zafarse del hombre pero este la sujetó con más fuerza—. Si intentas huir te haré pedazos—dijo en un susurro.
Amy se quedó totalmente quieta mientras el hombre la cogía y se la llevaba a otra habitación. De pronto el suelo crujió.
— ¡Maldito edificio!— gritó encendiendo las luces de la estancia.
Amy vio el lugar por el que la llevaba. Parecía el piso de un edificio viejo, podría decirse que en ruinas, pues estaba en muy malas condiciones y a cada paso podían verse trozos de pared desprendidos o agujeros en el suelo. El hombre caminó con Amy cogida en volandas mientras se acercaba a una habitación más amplia y con otra cama al fondo. La tumbó en ella y la ató nuevamente.
—Como iba diciendo, ese amigo tuyo, Mike, no está muy bien de la cabeza. ¿Tú qué opinas?
—No… No lo sé—respondió la joven con voz temblorosa.
—No… No lo sé— imitó el hombre con gesto ceñudo—. Tu amigo está loco, ¿lo sabías? Siempre pasa igual. Se enamora de alguna mujer y me manda a mi hacer el trabajo más peligroso…. ¡Maldito imbécil!—acto seguido cogió una silla que había cerca y la tiró contra la pared.
Amy cerró los ojos e intentó no gritar. De pronto el hombre comenzó a reír con una risa sádica y enloquecida.
—Me encargo de secuestrar a las mujeres y de traerlas a lugares como este, en donde nadie pueda encontrarlas. Él juega al buen amante durante un tiempo pero en cuanto se da cuenta de la realidad, de que jamás se enamorarán de él me manda que acabe con ellas. Oh, si, esa parte es la que más me gusta. Cuando las despedazo—volvió a reír mientras se pasaba la lengua por los labios—. Aunque no creas que es algo sencillo ¿sabes?— el hombre se echó hacia atrás los cabellos grasientos y se acercó rápidamente a Amy que gimió de miedo— ¿Quieres que te cuente cómo lo hago?—cogió los cabellos de Amy y tiró de ellos, claramente excitado.
Amy asintió con la cabeza mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
— ¡Estupendo! Pues bien. Primero las asfixio…. Es magnífico ver cómo se apaga la vida de alguien ¿sabes? Mirar sus ojos mientras el cuerpo se queda sin aliento…. Ver como su piel y sus labios cambian de color… Es algo que no sé explicar…— el hombre levantó la mirada al techo y se quedó pensativo y con los ojos cerrados durante unos momentos. Tras estos volvió a hablar—. Una vez que han muerto lo preparo todo—comenzó a caminar y se aproximó a una mesa en donde reposaban unas cuantas cajas y bolsas de basura—. Cubro el suelo con bolsas de basura como estas y pongo el cadáver sobre ellas. Después cojo las herramientas necesarias—en ese momento cogió una sierra que tenía guardada en una de las cajas y la enseñó sonriendo sádicamente. La joven forcejeó con las correas y dio un gemido— y comienzo a descuartizarlas. Suelo comenzar con los brazos… No sé por qué, pero así es. Con fuerza cojo la sierra, la colocó sobre el hombro y empiezo a serrar….
— ¡Ya basta!— gritó Amy forcejeando aún más. El hombre corrió a ella con la sierra en la mano y se la puso a la altura del hombro.
— ¿Te gustaría saber qué se siente? Ellas no pudieron, pero tú si…. ¿Te gustaría?
— ¡No, por favor! ¡Mike!—Amy gritó llena de terror mientras sentía la sierra contra su piel— ¡Mike!
En aquel momento el hombre comenzó a cambiar. Sus ojos se tornaron claros, azules y su cuerpo se hizo menos robusto, más débil y frágil. Mike apareció ante Amy con gesto de desconcierto.
— ¡Oh, Dios mío!- Amy forcejeó llorando sin control mientras veía como el hombre de ojos negros se había transformado en Mike.
— ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?—Mike acarició el rostro de la joven que se quedó helada al sentir el tacto rugoso de su piel—. Él te ha traído aquí ¿verdad?— dijo mirando la nueva habitación—. Me alegro. Aquí estarás mejor. Aquellos cuerpos colgando no eran una bonita decoración.
— ¡Quiero irme de aquí!—gritó Amy— ¡Déjame salir, por favor!
—No puedo. ¿No lo entiendes? Tenemos que estar juntos. Aquí estaremos bien y yo cuidaré de ti—Mike acercó su rostro al cuello de Amy y olió su piel mientras un ligero escalofrío recorría su cuerpo.
—Eres tan guapa… Y tu olor… Es maravilloso—levantó la cabeza y acercó sus labios a los de Amy. Cerró los ojos, se agarró a las sábanas y la besó intensamente. La joven forcejeó pero Mike la agarró de la cabeza y no pudo moverse. Tras un rato se separó de ella y estuvo en silencio y con los ojos cerrados largo tiempo.
—Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida—Mike se levantó de la cama y comenzó a trotar por la habitación, como si estuviera bailando un vals.
— ¡Déjame libre!—gritó Amy más furiosa que asustada.
— ¡No!—gritó Mike ahora con un tono de voz más grave. Dejó de bailar para acercarse de nuevo a la joven—. Te quedarás conmigo y te portarás bien o sino Él vendrá—en ese momento los ojos de Mike volvieron a cambiar y el color negro regresó a ellos.
— ¡Está bien, Mike! ¡Me quedaré!— dijo Amy comprendiéndolo todo—Tranquilo— sonrió todo lo que pudo y al instante los azules ojos de Mike volvieron a mirarla.
— ¡Oh, Amy, vamos a ser tan felices! Pero ahora tengo que irme. El café me espera—Mike amordazó a Amy y tras besarla tiernamente en la frente se marchó.
. .
Kyle observó a Mike regresar al café tras su media hora de descanso. Iba despeinado y parecía nervioso. Tras unos momentos él también entró. Vio a Luck quien le sonrió tristemente y después a Mike que le miró con gesto serio.
Kyle se sentó en la barra y comenzó a garabatear en su libreta.
— ¿Tenéis algo?—preguntó Luck.
— Si — respondió Kyle observando a Mike que le miró al instante—. Creo que ya tengo al tipo que lo ha hecho. Solo es cuestión de tiempo—Kyle fijó su mirada en la de Mike que bajó la cabeza algo nervioso.
—Solo espero que Amy esté bien—dijo Luck tristemente.
—Lo está—murmuró Mike para si.
— ¿Cómo dices?—Kyle dejó la libreta a un lado y caminó hacia donde se encontraba Mike.
— Que seguro que lo está. Nadie la hará daño—Kyle sonrió ligeramente y se quedó mirando al muchacho intensamente.
—Tengo que ir a la despensa— dijo Mike mientras se marchaba.
En ese momento Kyle vio como Mike se aproximaba al perchero, cogía un abrigo negro y desaparecía por la puerta de atrás. Kyle sonrió y le siguió a toda velocidad.
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Amy forcejeó lo más que pudo con pies y manos hasta que de pronto oyó crujir una de las correas que la ataban. Miró su mano izquierda y con asombro vio que la cuerda se había aflojado un poco. Forcejeó aún más y con toda la fuerza que pudo y rasgando la piel hasta el punto de dejársela en carne viva, logró soltarse. A continuación se quitó la correa de la otra mano y después la de los pies. Se bajó de la cama y sintió crujir el suelo. El lugar era peligroso por lo que debería de ir con cuidado o podría derrumbarse.
Caminó casi a ciegas por el lugar hasta que dio con la puerta de entrada. La abrió y miró a través de ella. Había un largo pasillo poco iluminado. Salió a él y comenzó a caminar. Pasó por el cuarto en donde los cuerpos de las pobres mujeres colgaban como si fueran pedazos de carne para hamburguesas y se dirigió al final del pasillo. Había otra puerta. La abrió y buscó el interruptor de la luz. Lo pulsó y suspiró al iluminarse la estancia.
En ese momento el horror por lo que había delante de ella se hizo tan intenso que las nauseas la hicieron vomitar. En el umbral de la puerta se agachó mientras la bilis caía al suelo.
Los cuerpos medio momificados de tres mujeres más yacían en la habitación. Una estaba sentada en un viejo sillón. Vestía un roído camisón blanco y parecía estar sujetando una taza rota de porcelana. El cuerpo estaba medio putrefacto y el olor que desprendía era insoportable.
Al otro lado, sobre una cama, yacía tumbada una mujer. Medio desnuda se abría de piernas en gesto obsceno.
Amy apartó la mirada para posarla sobre el último cuerpo. Era el que sin duda más tiempo llevaría en aquel horrible lugar, pues los huesos de la cara ya se podían ver claramente por debajo de la piel muerta. Estaba sentada junto a la cama en donde yacía la otra mujer, y portaba un precioso anillo en su mano derecha.
Buscó la salida, hasta que detrás de una especie de biombo vio el brillo de un picaporte.
Corrió a él sin mirar los cuerpos y tirando a un lado el biombo vio la puerta. Cogió el picaporte y lo giró. La puerta se abrió al instante y unas escaleras aparecieron un par de metros delante de ella. Comenzó a descenderlas, pero al oír el crujido de la madera se detuvo. Se quedó lo más quieta posible y tras unos cuantos segundos comenzó de nuevo el descenso. Le quedaba poco cuando de pronto las escaleras crujieron y se derrumbaron bajo sus pies. Cayó de bruces contra el suelo golpeándose fuertemente el pómulo derecho. Se levantó dolorida y contempló la enorme sala en la que había caído. Era el recibidor del edificio y a lo lejos la puerta de la calle apareció salvadora. Caminó lo más rápido que pudo a causa del dolor que sentía en una de sus piernas y llegó a la puerta. Pero en ese momento ésta se abrió y Mike apareció.
— ¡Ibas a escaparte!—gritó lleno de ira— ¡No puedes escapar!
Amy corrió mientras se agarraba la pierna con fuerza pero rápidamente Mike llegó a ella. La cogió con las dos manos, la dio la vuelta y mientras la miraba fijamente a los ojos volvió a cambiar. Se volvió más robusto, más fuerte y sus ojos se tornaron negros.
— ¡No podrás escapar!—gritó golpeándola. Amy cayó y se arrastró para escapar de Mike, pero el muchacho se abalanzó sobre ella y la agarró fuertemente del cuello. Comenzó a apretar para asfixiarla mientras Amy se resistía y forcejeaba para liberarse.
— ¡Alto!—Kyle entró en el edificio armado con su pistola y apuntó a Mike que se dio la vuelta rápidamente y dejó a Amy tirada en el suelo.
Kyle apretó el gatillo pero Mike esquivó el disparo velozmente, como si fuera un animal. Llegó a él y de un golpe le hizo perder el arma.
Kyle respondió con otro golpe y los dos comenzaron a pelear. Tras unos cuantos puñetazos, Mike derribó a Kyle que cayó ensangrentado al suelo. Después caminó por el recibidor mirando furtivamente al hombre y a la joven que aún yacía en el suelo.
Amy contuvo la respiración y se quedó completamente quieta. Si se movía aunque fuera un centímetro la oiría y sabía lo que era capaz de hacer. Lo había visto y había sido horrible.
De pronto las escaleras que aún quedaban en pie comenzaron a derrumbarse. Sintió su corazón latir fuertemente y rezó para que Él no pudiera oírlo pues todo había quedado en silencio. ¿Kyle estaría bien? ¿Lo habría matado?
Tras el derrumbamiento el suelo también empezó a crujir. Sin duda el peso de las escaleras lo habían quebrado aún más y duraría poco en pie. Mike se encontraba a tan solo unos pasos de ella por lo que no podría moverse, no podría respirar, no podría parecer que estuviera viva.
El suelo entonces comenzó a desmoronarse bajo su cuerpo, que inerte yacía sobre él boca abajo. En la misma posición en que Mike le había dejado al oír a Kyle. Intentó controlar sus ganas de levantarse y salir corriendo pero de pronto sintió el tacto áspero, rugoso y enfermizo de Mike y sus piernas temblaron de manera incontrolable.
Mike, con los ojos oscuros y malvados, sonrió maliciosamente. Comenzó a recorrer su cuerpo hasta que su mano se posó en los cabellos de Amy.
Los acarició durante largo tiempo mientras la joven apretaba la mandíbula para no gritar pues el calor del aliento de Mike le llegaba a la coronilla.
En un instante Mike recorrió el rostro de la joven hasta detenerse en su nariz y de pronto tapó las fosas nasales con la mano y con la otra la sujetó fuertemente el cuerpo, sabiendo que estaba viva.
— ¡Chaval, ponme un chocolate bien calentito!—Mike giró la cabeza y vio a Kyle de nuevo en pie y con la pistola apuntándole.
Se preparó para salir corriendo hacia él pero al instante tres disparos le hirieron en el pecho. Mike cayó al suelo, sobre Amy que le echó a un lado como pudo y se levantó del suelo que casi se había derrumbado.
— ¡Vamos!—gritó Kyle corriendo hacia ella y cogiéndola por la cintura para ayudarla a caminar.
En ese momento, el Mike de ojos claros y cuerpo frágil se incorporó en el suelo y cogió a la joven por el tobillo haciéndola trastabillar.
— ¡Es mía!—gritó lleno de furia.
Kyle apuntó de nuevo a Mike, esta vez en la cabeza y disparó dos veces. Cayó al fin, muerto, sobre el suelo que se derrumbó también llevándoselo consigo.
— ¡Vamos!—Kyle cogió a Amy en brazos y corrió hacia la salida.
Salieron al exterior y se alejaron mientras el edificio seguía derrumbándose. Kyle miró a Amy y la abrazó fuertemente.
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Tras unas semanas se descubrió que Mike padecía episodios de doble personalidad, que había estado en tratamiento y que su locura lo había llevado a utilizarse a si mismo como conejillo de indias para su proyecto universitario. Había logrado una fórmula que le hacía ser más fuerte y extrovertido, pero había un problema, algo que no había conseguido controlar: Los efectos secundarios. El experimento había alterado gravemente la personalidad de uno de los Mike, del Mike malvado, convirtiéndolo en un psicópata con súper fuerza. Una especie de Jekyll y Hyde. Dos personalidades que se unían para conseguir lo que más ansiaba en el mundo: Encontrar una mujer que le amara.
Los restos de las mujeres, a excepción del torso y las piernas, habían sido identificados y entregados a sus familiares quienes pudieron enterrarlas al fin.
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Entraron en el café y Luck, Laila y el nuevo empleado, Ross, le saludaron alegremente.
Amy se sentó en su lugar de siempre y Kyle fue a la máquina de música. Seleccionó la canción “Promesas” y esta comenzó a sonar.
Después fue a la barra y cogió dos tazas de chocolate caliente. Era casi verano, pero no le importaba, pues sin duda eso era lo que Amy y él mismo necesitaban.
Se sentó junto a ella, le entregó la taza y mientras veía como una sonrisa sincera y llena de alivio aparecía en el rostro de la joven, se acercó a ella y la besó en la mejilla dulcemente.
—Este chocolate es el mejor—dijo dando un sorbo.
—Si que lo es- respondió ella dando otro.