Relato 030 - Sutil

Tras largas jornadas de frío invernal, mientras el sol terminaba de derretir las últimas escarchas que el hielo de las sombras había dejado sobre el lugar, toque mi pecho aquella herida que me desgarra el alma pero que a medida que la calidez crecía se iba a poco a poco, en un proceso que a pesar del dolor me transmitía esperanza en que la bondad de la Luz se manifestaría para mí y los seres que amo, abriendo mi corazón al Amor y a las expresiones de mí mismo que sin represiones me alentaban a conocer la Verdadera Libertad del Espíritu en la supremacía de la Divinidad Celestial.

El punzante añejo, sabor amargo de mis pusilánimes recuerdos; memorias agolpadas cual luna sin estrellas, atrapada en las penumbras de la noche. Anhelando a sus blancas estelas que le hicieran saber que sola no está, a pesar de conocer que su luminiscencia se encuentra dada por su, aunque distante, fiel compañero, que en forma silenciosa le otorga brillo en la oscuridad que ha de transitar.

 

 

Vagas palabras, no sé si podrán emular las situaciones sucedidas en esto a lo que se llama existencia. Mi consciencia observadora ve la esencia de las cosas tras las máscaras de ilusiones en las cuales se encuentra sumergida gran parte de esta humanidad, ignorante de lo que pasa en verdad en la realidad.

 

 

Allí estaba yo, cansado de solitario suspirar, agotado de la cabeza agachar por la falta de valentía. Atrapado en los suburbios llenos de barbarie y abominación, soñando en todo momento con respirar algo de aire puro, imaginando en mis manos delicadas rosas blancas que el viento suavemente mecería hasta conducirme a donde solo existiera un

Eterno Verano en todo sentido, donde el abrigo del Amor sanara todo el gran dolor que arremetía y arremete mi corazón.

En mi depresión, abrazando a una cálida niña quien sufrida tanto como yo por las injusticias de la Vida, con su alma pura, ella me contenía y a la inversa, enseñándonos mutuamente a superar la intransigencia.

 

 

 

Mientras el astro amarillo hacia brillar más el rocío de la hierba buena, de un verde lleno de vigor donde florecillas blancas, celestes y azules emergían como quien se despereza de un largo sueño, en el transcurso del comienzo de la primavera y el equinoccio de verano, observando como mariposas y colibríes de claros colores al igual que inofensivas abejas absorbían el néctar y ofrendaban una naturaleza armónica que te hacía pensar en cuan perfecta es la paz que hay cuando el Verdadero Amor está, el silencio nuestros ojos relataban las historias que habíamos transcurrido hasta llegar hacia el idilio que es la comunión con lo Divino, Puro y lleno de Luz.

 

 

Recordaba noches enteras tocando mi herido pecho, reprimido en mi propia angustia, sintiéndome perdido y vacío. Intoxicado bajo el veneno del cruel destino que creía invencible: el sufrir interminable que parecía no torcerse. En ese abismo donde lo único que en pie me mantenía eran anhelos que consideraba lejanos e improbables, se abrió una ventana por donde pude escapar al humo de avaricia, necedad y oscuridad que llenaba de pena mis pulmones y hacían que mi corazón apenas pudiese pálpitos dar.

En ese averno de sombras donde mi profundidad melancólica se confundía entre las fachadas en las cuales mis buenas intenciones debía enmascarar por el interrogante ¿qué dirán, qué pensaran, que sentirán?, una luz rosada claro cuál sonrojo de bebe cubrió en forma de burbuja mi cuerpo y lo llevo a un paraíso.

Allí, un espíritu de poeta que recibe ovaciones angelicales al narrar en las imágenes que proyectan los demás en el silencio de sus semblantes, a través de nuestras miradas escribió este relato, para hacer llegar a los humanos con vocablos algo de lo sutil de otros planos.

Tal vez lo hiciera bailando como una danza de palabras, cual actor interpretando escenas desligadas de los lazos del tiempo.

 

 

Aspirando ese aroma gentil a hierba, recordaba esa mañana haberme levantado temprano respirando una bocanada de aire puro al abrir la ventana con los primeros rayos del sol.

Mientras amanecía y el cielo se tornaba cada vez más azulado, yo con cada despertar me volvía un ser más saludable y positivo, sin la pesadez de mis dolores y pesares que si bien permanecían allí en forma de heridas y cicatrices, iba sanando poco a poco.

Me puse mi pantalón y zapatos negros, la cazuela (¿?) gris, mi camisa blanca, mientras andando en bicicleta me dirigí hacia encontrarme en aquel lugar donde sentado mis pensamientos iban fluyendo, narrando mentalmente las historias que había estado viviendo.

 

 

 

Sentado a la mesa de un elegante mantel blanco, recibido en un baño de luz turquesa, envuelto en un ceremonial traje verde claro, siendo asistido para una iniciación secreta, suspirando de alivio y gratitud; cerré los ojos y con mis manos hacia el cielo dejé que sobre ellas se manifestaran dos grandes llamas, una púrpura de calor sacerdotal, otra blanca de pureza inmaculada.

Renuncié por completo a todo tipo de oscuridad en mi espíritu, renuncié al mal karma y al sufrimiento, mientras el fuego violeta transmutaba cualquier tipo de discordia que pudiese quedar en mí a causa de las heridas abiertas que durante tanto tiempo me habían dejado con involuntariedad a hacer algo por mi propio bienestar, mientras la otra ascendía mis oraciones y juramentos hacia lo alto, haciendo que se grabaran en forma permanente en mi consciencia para transitar siempre los senderos de la Luz.

Luego de ello, los seres angelicales me inundaron en una profunda oleada de energía verde esmeralda de un reconforte sin igual, donde las heridas se veían envueltas en un ungüento pacificador que calmaba e inspiraba franqueza, sinceridad y consagración hacia todo lo que es bueno.

Acepté algunos abrazos, unas palmadas de hombro, apretones amistosos de mano mientras me incorporaba más libre de lo que me había sentido hasta ese entonces.

En ese momento vi todas las cadenas que aún me atacaban atascándome en donde yo no deseaba estar.

Pedí con honestidad ser librado de todo lazo que me llevara a dimensiones inferiores a la de la Luz Divina.

Así fue que apareció ante mí un Ser majestuoso envestido en una capa y traje negro, pero con un aura de pureza extraordinaria. Con sus penetrante mirada de ojos negros llenos de autoridad noble me inquirió una vez más si mi pedido era completamente sincero, a lo cual asentí deseoso de recibir el honor de su ayuda. Al comprobar mi determinación tomó

su espada, de un brillo que solo las sustancias que manejan los Guerreros de la Luz pueden crear a partir del éter, y con una agilidad digna de admiración cortó innumerables ataduras en mis manos y pies.

 

 

 

 

Sonreí. En efecto, miré mis miembros superiores e inferiores y los encontraba livianos.

Recordaba todo eso como si hubiera sido el día anterior.

Nunca fui de expresar mucho lo que me sucedía, y me resultaba algo dificultoso plasmar en tan solo relatos cortos la sublimidad de otras dimensiones. No obstante, al conocer a un ingenioso actor pude ir narrando poco a poco los hechos aislados que el uniría en forma coherente, o al menos eso me dijo. También me expresó que todo quedaría como un cuento, y que no debía de preocuparme en proteger mi privacidad debido a que en el mundo de los humanos creerían que se trataría de una mera fantasía a pesar de ser real. Pero que quienes tuvieran que hacerlo, también rememorarían hechos similares a los narrados, y encontrarían en sus mentes más de aquello que se ubica en lo sutil.

Mientras disfrutaba de la brisa iba dirigiendo a través de mi mirada las palabras que el anotador junto a la niña escribía. A juzgar por el aura naranja de quien iba observando mí pasado a través de mis pupilas y traduciendo en el lenguaje a que en la Tierra llaman castellano lo que por telepatía le transmitía, el entusiasmo de él era evidente.

Le inquirí por qué, debido a que consideraba que no era gran cosa lo poco que había decidido confesar, y él me respondió que si tan solo una persona a partir de lo que

expresáramos al exterior encontrase la inspiración para mejorar su existencia y librarse de sus propias limitaciones para crear Luz en sí misma y en su entorno, es premio suficiente para el esmero de sutilizar lo denso y transformar todo lo opaco en claro.

La pequeña estuvo de acuerdo y lo abrazó y a mí igual, dándonos un beso en la mejilla a cada uno.

La dulce ángel coloco sus manos en oración y pidió que todo aquel que lea estas líneas pueda percibir la trascendencia que hay en ellas y a través de su frecuencia abra su corazón a la Bondad que se encuentra en los planos etericos y esta pueda manifestarse en esta humanidad para que encuentre armonía en la Virtud de la Luz Celestial.

Dijo que solo bastaría que el lector cerrase los ojos unos instantes en tranquilidad y tuviera la intención de percibir para que así sea.

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Obra colectiva del equipo de coordinación ZonaeReader

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