008 - El arpa mágica
“EL ARPA MÁGICA”
“Una sirena y su violín de sombra,
con su quieto estallido,
nos busca para limpiar al mundo,
a ti, a mí, a todos”
En una mansión de coral, en el fondo del mar, cerca de la paradisíaca Isla del Coco, perteneciente a Costa Rica, vive una sirenita muy joven, llamada Susy. Tiene la cara blanca, un poco pálida. Sus ojos color miel, casi siempre tristes y su pelo color castaño claro cae sobre su espalda y el pecho, en hermosos y abundantes rizos. Además tiene una hermosísima cola de pez verde tornasolada con iridiscencias azul celestes.
Sus padres le dan todo lo que necesita, pero casi nunca están a su lado, porque tienen que patrullar el mar; lo mismo que sus hermanas, por lo que se ha tornado apesadumbrada y caprichosa, nada la hace feliz. Su cara larga, sin alegría, parece enferma, ni siquiera quiere ir a la escuela de sirenas. Sufre de melancolía.
—Papá, déjame salir con mis hermanas, ayudaré en el trabajo –dice Susy, aquel día a la hora del desayuno.
—No puede ser hijita, todavía estás muy joven, querida y el mar encierra peligros muy grandes –contesta su papá.
Un día, la jovencita cansada de su encierro, se escapa de la casa, sin que sus padres se den cuenta.
Vaga por el océano por un rato y en el jardín de algas que se encuentra cerca del palacete de sus padres, divisa una cuevita disimulada entre las rocas. Se percibe luz adentro y tiene un pasadizo con graditas pequeñas. Ella penetra con un poco de miedo hasta llegar a un pequeño salón, en donde encuentra a un tritón anciano, muy sabio, que la habita.
Susy observa a aquel personaje de barba blanca que se mece con el vaivén de las olas, sus ojillos vivaces brillan con regocijo y su pelo largo y plateado, en forma de trenza, que le da un aspecto señorial. La recibe en su hogar con amabilidad.
Susy saluda con gracia al señor y él, muy atento, se acerca para saber lo que desea. El viejecito le pregunta:
— ¿Qué haces por aquí jovencita? ¿No te das cuenta que puede ser peligroso? Hay muchos tiburones feroces, que rondan este sitio.
—Me escapé de casa –contesta.
La sirenita le cuenta sobre su melancolía y que anda buscando la cura.
El bondadoso señor le da muchos consejos:
—Busca emplear el tiempo en algo que te llene de alegría y satisfacción, algo que sea útil a los demás, hacer el bien es la mejor cura para tu mal.
Ella sigue triste y deprimida.
— ¿Cómo haré eso, si no puedo salir del palacio de coral?
Entonces el anciano nada hasta un baúl viejo que había rescatado de un barco hundido y saca una lira hecha con cuerdas de cabellos de hadas buenas y se la ofrece con cariño.
—Este instrumento tiene la virtud del camuflaje y deja limpio el lugar donde te encuentres si la tañes. Cuando la toques saldrán de ella unos sonidos tan agudos que provocarán la vibración de las aguas y formarán pequeños remolinos que te esconderán de cualquier animal cercano. Llévala contigo para que no corras peligro y puedas seguir tu viaje, para encontrar la felicidad que deseas.
La sirenita, muy agradecida, toma la lira y se aleja nadando más tranquila.
— ¡Gracias, amigo! ¡Adiós!
Llega a unos arrecifes coralinos y se queda maravillada de la gran cantidad de peces, caracoles, cangrejos, estrellas de mar y otras especies marinas, que había por ahí. Pero se siente desilusionada por la cantidad de desechos que observa: tarros, bolsas plásticas, botellas, zapatos viejos, por lo que decide que aquel lugar quede limpio de toda suciedad y usa, por primera vez, la lira mágica.
En un instante se forman miles de remolinos que remueven toda la basura y aquel lugar se transforma en un paraíso. Los corales rojos, naranjas, blancos que tenían formas caprichosas se ven espléndidos. Las algas verdes y cafés se mecen satisfechas de estar ahora muy limpias. Las especies de peces, caracoles, cangrejos y demás animales, le dan las gracias y la aplauden.
En este momento, la sirenita se siente muy satisfecha de haber hecho algo bueno. En realidad, ella, casi nunca había salido de su casa y conocía poco, la gran biodiversidad del mar y de lo contaminado que estaba.
—¡Qué maravilloso es todo esto! –Murmura. Adiós, amiguitos, buscaré otros lugares para limpiar.
A lo lejos divisa otra cueva grande y quiere investigar. Entra sin precaución. De pronto, siente que es atrapada de la cintura, por un brazo fuerte, largo y pegajoso, que la atrae. Es un monstruo gigante que la mira como si fuera un bocado suculento.
Susy se asusta muchísimo y cuando el desconocido la lleva para su boca, acata a rasgar las cuerdas de la lira. Su sonido vibrante y agudo invade como un puñal, el oído del enorme calamar, que la había tomado presa y entonces la suelta. El agua se agita tanto que la sirenita se puede escapar y nada muy lejos. Ahora será más cuidadosa.
Los pececillos gato y los atunes se le acercan y nadan junto a ella, se ven llenos de alegría. Juegan a perseguir a otros peces como las sardinas e invitan a Susy a unírseles en el juego.
Ella, un poco cohibida, acepta nadando junto con aquellos animalitos y realmente está más animada. Con el instrumento prodigioso limpia de contaminación el lugar y se dedican a recoger caracoles vacíos, pedacitos de coral desprendidos por las olas y otros tesoros que había en el fondo del mar y todas aquellas cosas les sirven para jugar por largo rato.
Susy recoge una bellísima peineta de oro del fondo marino y la coloca en su pelo castaño y pasa el día muy contenta.
Luego, se dirige a un barco hundido que había en el fondo del arrecife junto con sus amiguitos, donde juegan escondido y curiosean algunas cosas que encuentran por ahí. Uno de los atunes que se distrajo por unos momentos, fue mordido por un pez más grande.
Susy sabe un poquito de primeros auxilios y lo cura, esto la hace sentirse útil.
—Vamos conmigo para buscar lugares contaminados y limpiarlos.
Pero ellos contestan que no pueden alejarse del banco de corales, ni de los arrecifes de la isla porque serían el almuerzo de animales más grandes.
La bella sirenita piensa:
—La vida sencilla, sin tanto mimo y cuidado es lo que hace felices a estos peces porque se sienten libres, juegan con todo, sin que nadie los vigile. Una leve sonrisa aparece en su rostro.
La sirenita continúa su viaje y pasa por otro escondrijo, ahí se detiene y mira hacia adentro, pero no ingresa. Cuando sus ojos se adaptan a la oscuridad distingue a una familia de caballitos de mar que están haciendo algo. La curiosidad la hace entrar sigilosamente para observar lo que pasa. Una tortuga Baula se encuentra sobre una roca acostada patas arriba y los caballitos de mar tratan de ayudarla a expulsar una bolsa plástica atorada en su cuello que había confundido con una medusa y se la había tragado.
Susy rasga una cuerda de la lira y la bolsa sale. Sin que se den cuenta de su presencia, escapa de aquel lugar. La tortuga da las gracias, muy agradecida con sus amigos, los caballitos de mar que la habían ayudado y quiere compartir con todos ellos, sus alimentos.
Susy sonríe de nuevo, cosa que casi nunca hacía.
Nada mucho hasta que llega a un bello jardín de sabrosas algas. Rasga las cuerdas del instrumento que emite una bellísima melodía y el lugar queda limpio de todo el barro que había sobre las hojas de las plantas marinas y el agua turbia se vuelve totalmente transparente, apreciándose una gran cantidad de especies marinas con una gama de colores increíbles, que en ese momento se estaban alimentando en aquel lugar: erizos de mar, pulpos pequeños, pepinos, cangrejos rojos, conchas de perlas, sardinas, jureles, róbalos y tiburones pequeños.
Recolecta algunas algas para comer y se recuesta en una roca a degustar su almuerzo. Su cara ha cambiado, está serena, plácida. Se siente satisfecha de todo lo que ha hecho este día.
Recuerda que se había escapado y que ya se habrían dado cuenta de su ausencia. Seguramente su familia, muy angustiados, estarán buscándola.
Esto la preocupa un poco. Pero Susy evoca la visión de aquella bella ciudad que había visto un día a lo lejos, cuando paseaba por la superficie del agua con sus padres. ¡Cómo le gustaría conocer ese sitio! Estaba tan lejano. ¡No podré hacerlo jamás, no puedo salir del mar! –Se dice.
Saborea sus primeros bocados, cuando sorpresivamente y sin darle tiempo a esconderse, aparece detrás de los arrecifes un gran tiburón martillo que está hambriento y viene por su presa. No había visto a Susy todavía, pero ésta se asusta tanto, que quiere nadar a la superficie para ponerse a salvo, en un pequeño islote, que se encuentra cerca.
El tiburón la descubre y nada detrás de ella y se dice:
— ¡Oh, que hermosa sirenita! –Jugaré con ella.
Susy nada como nunca, agitando su cola de pez con gran fuerza, llena de tremendo espanto.
Cuando llega a la superficie se acuerda de la lira que tenía en la mano y la pulsa. De ella sale un sonido diferente, que flota en el aire con una melodía que encanta. El enorme escualo, que también había salido a la superficie, se siente complacido con tan dulce música. Hace unas cuantas cabriolas en el aire, desparramando agua y espuma blanca que se eleva muy alto, con la brisa ligera que sopla en ese momento, sobre el mar.
El rojo encendido de una gran bola de fuego que se oculta sobre el horizonte, ciega un poco a la sirenita. El mar brilla como si estuviera en llamas y el oleaje es fuerte, la marea está alta. Ella nada hasta el islote, sentándose sobre la arena blanca, a salvo del gran animal que la había asustado, pero que sólo quería jugar.
A lo lejos, las hermanas de Susy, escuchan la sinfonía y responden con una dulce canción, que emiten las sirenas, cuando están jubilosas. La sirenita espera que vengan a buscarla. Abraza con más amor que nunca a sus hermanas y regresa a casa, más madura, más serena, llena de gozo, por volver a ver a su familia.
—Querida hijita mía, ¿estás bien? –Dice la madre sirena. No te vuelvas a escapar porque tú y tus hermanas, llenan nuestras vidas y todo es paz, cuando estamos todos reunidos. Recuerda siempre que la familia unida es lo más importante.
Un escalofrío de arrepentimiento recorre todo el cuerpo de aquella jovencita y la felicidad vuelve a su rostro.
Se abraza a su madre y nada, para besar a su padre que tiene el ceño fruncido, pero que con el cariño de la sirenita, se transforma en dulzura y amor.
— ¡Gracias, hermanas, por buscarme! Haré lo que me digan mis padres, porque ellos saben que es lo bueno para mí. Los amo a todos.
Susy desea ser libre para jugar con las olas, el aire, el sol y con todas las cosas que le proporciona el mar. También desea plantar un jardín en su casa con muchas algas comestibles y otras plantas marinas muy vistosas, para ocupar el tiempo libre, después de la escuela.
— ¡Ah! Seré amiga de todos los animales del océano y serviré a todos los que me necesiten. Le pediré a mi padre que me lleve con él, para buscar otros lugares contaminados y limpiarlos de toda suciedad, para que las especies marinas tengan territorios apropiados para vivir.
Acata que lo que le hace falta es tener necesidad de algunas cosas. Ser oportuno sirviendo a los demás. Debe desterrar de su corazón tanto egoísmo, ser obediente con las recomendaciones de sus padres, dar mucho amor a toda la familia, que la quiere entrañablemente y también a los animales para encontrar la paz y la felicidad en su corazón.
—Mamá y papá les prometo que de ahora en adelante, cambiaré y seré una mejor persona.
Sus padres y hermanas la abrazan con alegría.
Esa noche se escuchó una dulce melodía a muchos kilómetros a la distancia.
Susy les cuenta acerca de la ayuda que le había prestado aquel anciano, dándole consejos y proporcionándole la lira mágica.
Al día siguiente, Susy y su familia acuden a dejar el instrumento musical y muchos regalos al viejecito, pero en el bosque de algas no encuentran la cueva ni al anciano.
Todos se dan cuenta que ocurrió algo extraordinario, quizás habría venido el ángel de las sirenas que cambió el mal humor y la ingratitud de la sirenita, en amor y comprensión.
Susy había descubierto por ella misma que sirviendo a los demás y ocupando el tiempo en algo útil, sería más feliz.