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CAIDA
Buscaba su sitio, como todo el mundo, era algo introvertido pero cuando se le daba la oportunidad y el tiempo para conocerle se veía que una vez rota la barrera de la timidez podía ser alguien gracioso y con sentido del humor, cierto es que con un sentido del humor difícil de comprender a la primera pero un sentido del humor al fin y al cabo.
Si te hubieras cruzado con él en la calle nunca te hubieras percatado de lo especial que era, pasaba por ser un tipo totalmente normal pero no lo era, tenía algo aunque lo intentara ocultar con todos sus medios.
Siempre he pensado que se creía que era como un superhéroe, de los que tienen que ocultar su verdadera personalidad a la vista de todos para poder sentirse seguro y que no le hagan daño. Yo también creía que él era como un superhéroe, y no es que tuviera superfuerza, o supervisión, o una inteligencia fuera de lo normal, aunque si que era muy inteligente, tal vez eso es lo que acabó con él, quizá por eso hizo lo que hizo, pero el final os lo contaré mas adelante.
Ahora estábamos hablando de su don, esa cosa que le hacía especial, siempre he pensado que todos tenemos un don y que sólo tenemos que aprender a utilizarlo para sentirnos completos, yo por ejemplo tengo el don de ser bastante observador y aunque no acompañe con el don de saber contar bien las cosas, me vale para poderos contar su historia con bastantes detalles.
Su don era increíble, y lo digo en el sentido de que es difícil de creerse que tuviera ese don y me tomaréis por loco, pero todo lo que voy a contaros es cierto, su don rozaba lo sobrenatural, podía saber lo que iba a ocurrir, se podría decir que veía el futuro, y así lo creí yo al principio, más tarde comprendí que no funcionaba así, que lo que hacía en realidad era escribir el futuro, o al menos, parte del mismo.
De que veía el futuro me di cuenta básicamente porque en cierta medida me lo dijo él, no me dijo .- oye, sabes que veo el futuro -. Pero es como si lo hubiera hecho, de manera sutil y sacando siempre beneficio, eso es cierto, pero quiero pensar que lo hizo, y también quiero pensar que lo hizo en cierto modo como una forma de pedir ayuda, creo que estaba asustado por donde le podía llevar aquello.
Antes dije que era introvertido, y lo era, pero una vez que comprendes lo que pasaba por su cabeza y los cambios a los que se enfrentaba, puedes darte cuenta de que vivir en su pellejo no era una tarea fácil de llevar. Era muy callado, pero no de los callados que no tienen nada que decir, sino de los callados que tienen mucho que pensar, hablando a groso modo, diríamos que es, o mejor dicho, era de los callados inteligentes, no de los callados tontos. Y si tenía tanto que pensar era por que buscaba maneras de utilizar su don, el real, no el que yo imaginaba que tenía, de la mejor manera posible.
Pero eso no era fácil, porque las personas son complicadas y no todo es negro o blanco, hay miles de colores entre medias, y la mayoría de las veces ese color depende del estado de ánimo en el que uno se encuentre.
La primera vez que comprobé su poder fue un día al salir de la oficina, me dijo que se apostaba conmigo una cerveza a que al día siguiente yo iba a llegar bastante tarde a trabajar, le dije que vale, era una apuesta sencilla, siempre llegaba a mi hora al trabajo, así que cerramos la apuesta.
Al día siguiente me levanté a mi hora habitual para ir a la oficina, me preparé y salí de casa, todo normal, pero cuando llegué al anden del metro vi el cartel luminoso que anunciaba que había un retraso estimado de mas de una hora, lo que significaba que no funcionara en toda la mañana. Esperé unos minutos por si había suerte pero desistí al ver que el anden se estaba llenando hasta el punto de empezar a ser peligroso y salí a la calle para coger un autobús. El problema fue que esa misma idea la había tenido ya antes un montón de gente y la parada del autobús estaba hasta los topes, con lo que decidí ir andando hasta la estación en la que hacía trasbordo de líneas que estaba a mas de 45 minutos a pie, total, que al final llegué algo más de una hora tarde al trabajo y a la salida esa tarde pagué mi apuesta, una cerveza bien fría en la tasca de enfrente de la oficina.
Mientras que la estábamos tomando le pregunté que como había sabido que llegaría tarde y me dijo que no lo sabía y que sólo había tenido suerte. Me lo creí, pero para recuperar una cerveza le dije que si repetíamos apuesta siendo esta vez mi propuesta que en media hora estaría lloviendo a lo bestia en la calle, cabe decir que el cielo estaba más negro que el sobaco de un grillo, él aceptó la apuesta y mirándome muy seriamente me dijo .- hoy no va a llover -. Al rato se aclaró el cielo y pagué otra cerveza, en ese momento y después de pagar dos rondas decidí no apostar nunca más contra él, ya que aunque sabía por otros compañeros que nunca perdía apuestas había pensado que eso podría cambiar al apostar conmigo, iluso de mi.
Le pregunté otra vez que como lo hacía y no me respondió otra vez con lo de la suerte, supongo que porque las cervezas le aflojaban la lengua, me dijo que a veces tenía la sensación de que podía modificar cosas del futuro, le dije que no se quedara conmigo y que dejara de beber, que ya empezaba a decir tonterías, me miró y se rió, nos terminamos las cervezas y nos fuimos cada uno por nuestro lado..
Así quedó la cosa hasta dos semanas después, se le veía por el pasillo con esa cara de mala leche que tienen a veces las personas tranquilas y que dan realmente miedo, tenía un enfado bastante importante con el jefe, porque este sistemáticamente le deba órdenes sin sentido que lo único que hacían era hacernos perder el tiempo y si rechistabas te mandaba a su tío, que era simplemente el dueño de la empresa. Ese día vino a mi mesa y me dijo con cara de mala uva pero con una tranquilidad pasmosa .- si le atropellara un coche creo que seríamos mas felices -.
Al día siguiente el jefe del departamento, también conocido como el sobrinísimo no apareció por la oficina. A media tarde me llamaron de personal diciéndome que me pasara pos su despacho y allí que fui.
Me comentaron que nuestro jefe había sido atropellado la noche anterior con lesiones incompatibles con la vida y que después de hablarlo con los jefes habían decidido que yo ocupara el puesto de responsable del departamento. Mientras me decían lo del atropello no podía dejar de penar en las palabras que había escuchado el día anterior y un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo.
Cuando salí del despacho de recursos humanos en la puerta estaba esperándome y me dijo .- que, ¿un ascenso o un despido? -. Le dije que un ascenso y le pregunté que como lo sabía, no me dijo nada pero me enseñó una página del periódico donde estaba la noticia del atropello, se le veía en la cara una mezcla de sensaciones, como si estuviera orgulloso por haber conseguido algo y como si tuviera miedo por haberlo conseguido.
Intentando ocultar el temblor de mi voz le pregunté sobre el comentario del día anterior, su respuesta fue que sólo había sido una casualidad.
Nos llevábamos bastante bien, pero a partir de ese día empecé a tener bastante cuidado con las formas con que le trataba, aunque intentaba que todo pareciera normal. Si me preguntaba sobre el cambio en la manera de hablarle le decía que como ahora era su jefe no podía hablarle igual que antes según el curso de normas en el entorno laboral que me habían dado con el puesto, no se si se lo tragaba o no, pero no parecía haber ningún problema.
Todo siguió igual durante meses, pero de vez en cuando aparecía con un chisme nuevo, y no precisamente de los baratos, yo que sabía lo que ganaba y que no podía permitírselos un día le pregunté que de donde sacaba todo y me respondió que le había tocado un pellizco en la lotería y que se lo había comprado con eso, le dije que ya se podía haber invitado a una cerveza para celebrarlo y me dijo que como ahora era su jefe no sabía si en el cursillo de normas que me habían dado me permitían aceptar invitaciones de los subordinados. Era listo y con mucha ironía el muy cabrón. Con esto de la lotería pensé por un momento en lo de sus vistazos por el futuro, pero en cuanto me sirvieron la cerveza a la que al final logré que me invitara lo pasé por alto hasta el día en que todo se desencadenó.
Aquel día, un 20 de enero, estábamos todos en la oficina cuando llegó, se le vio bastante mosqueado y cuando llegó a mi despacho dijo que había pillado a unos niños rallandole el coche y que había corrido tras ellos sin haberlos podido coger. El coche era nuevo, un Audi A3 color azul metalizado que, aunque ya se había comprado una casa con garaje, como esta era de obra nueva y aún no se la habían entregado, dormía en la calle.
Se le veía bastante tenso y mientras que se desahogaba dijo .- me he quedado con sus caras, como pille a uno le corto las pelotas y las cuelgo de la antena del coche para que sus amigos sepan que les puede pasar si les pillo -.
Intenté calmarle y le dije que el seguro se lo pintaría de nuevo y que no habría mayor problema, pero me argumentó que el seguro no debía de pagar la falta de seguridad y conciencia que había en las calles, y que cada vez había mas descontrol en la ciudad y que nadie hacía nada por arreglarlo.
Sin pensarlo mucho le pregunté en modo jocoso que si iba a intentar arreglar é la ciudad y con el tono seguro en el que me había hablado tres o cuatro veces con anterioridad me dijo que si, que el lo arreglaría. Después fue directo a RRHH y se despidió de la empresa. Cuando salió de la oficina le pregunté que de que color quería que le regalara el pijama para hacer de superhéroe y no respondió.
Sólo habló al salir de la oficina a las cinco en punto, su horario habitual lo cumplió incluso el último día, para decirme que había sido un buen jefe y que sabría de él por las noticias. Aquello no sonó muy bien e intenté convencerle de que no hiciera ninguna locura tipo yanqui de alguien que se pone a meter tiros en la calle y se carga unos cuantos transeúntes sin culpa ninguna, con una sonrisa bastante siniestra me comentó que intentaría tener cuidado para sólo eliminar las malas hierbas de la ciudad, inmediatamente dijo que era broma pero no me lo creí, sabía que iba a pasar algo y que no iba a ser del todo bueno.
Durante el mes siguiente no hablamos, yo estaba muy liado en el trabajo porque entre la mierda que estaba limpiando de trabajo atrasado tras mi ascenso y muerte del anterior jefe y la renuncia de su puesto, nuestro departamento se había quedado en bragas y había que enseñar a los nuevos y tampoco había pasado nada extraño en la ciudad que hiciera pensar que había un nuevo encargado de limpiar las calles, aunque eso cambiaría pronto.
Una mañana, a toda página en portada de todos los periódicos se veía la foto, tomada por la policía, de tres cuerpos sentados en una parada de autobús, parecían unos chavales, la foto no era de gran calidad, quizá para omitir detalles bastante sangrientos, pero se veía que habían sido cortados varias veces y en la parada del autobús se veía una pintada 'FUERA VÁNDALOS Y DELINQÜENTES'. La letra me resultaba bastante familiar y volvió a recorrerme el cuerpo la desagradable sensación de escalofrío que ya tuviera cuando supe que mi jefe había muerto.
Al rato, cuando conseguí calmarme un poco, le llamé al teléfono, pero daba apagado o fuera de cobertura, luego busqué su dirección en los ficheros de la empresa, y a la tarde fui a verle, no había nadie en su casa, pero una vecina dijo que llevaba fuera dos semanas, que le vio marcharse con unas maletas y que al preguntarle donde iba el dijo que se iba unos días de vacaciones. Volví a llamar al teléfono pero nada, decidí marcharme a casa y volver a intentarlo el día siguiente.
Pero cuando llegué a casa allí estaba esperándome, no llevaba mallas de colores pero tampoco ropa normal, iba vestido con ropas militares de color negro. Me dijo bastante serio que si entrabamos en casa, y también, con palabras textuales .- no creo que esos niñatos lloricas me vuelvan a rallar el coche -. En aquel momento supe que no podría olvidar nunca esas palabras ni el tono de satisfacción con el que las pronunció.
Así que entramos en casa, le ofrecí algo de beber para rebajar la tensión, él no quiso nada aunque yo me cogí una cerveza de la nevera para pasar el momento de la mejor manera posible.
Nos sentamos en el sofá y cuando fui a coger el mando de la televisión para encenderla me cogió la muñeca haciéndome bastante daño, nunca había pensado que fuera muy fuerte, y me dijo que no había venido a ver la televisión o a tomar unas cervezas, me dijo que estaba en mi casa porque necesitaba algo de mí.
Me comentó por encima como lo hacía para ganar todas esas apuestas. También me comentó que al principio lo hacía para divertirse pero que luego había empezado a pensar en otros fines más prácticos, como el de la pasada noche, aunque esto era lo más bestia que había hecho hasta la fecha, dijo que había conseguido así dinero, mujeres y otras cosas en los últimos meses y que lo había disfrutado mucho pero que estaba dejando de controlarlo y que ahora, cuando estaba enfadado y tenía pensamientos de romper algo, de esos que todos tenemos pero que solemos refrenar gracias al lóbulo prefrontal según leí una vez, el objeto se hacía mil pedazos sin ni siquiera tocarlo.
Se le veía extraño, errático, como si tuviera dos personalidades intentando salir fuera, una era la del chico normal, tranquilo y trabajador que yo conocía y que estaba preocupado por todo lo que estaba pasando y el descontrol que tenía de vez en cuando de sus actos, como lo de los tres chavales de la noche anterior que juró y perjuró que no quería haberlo hecho, y la otra personalidad era soberbia, desafiante, y podríamos decir que estaba feliz por destruir a su paso lo que se le pusiera por delante y era con la que me había encontrado en la puerta de mi casa y la que había destrozado la vida a las familias de los tres chavales la noche anterior.
En un momento de lucidez de la antigua personalidad me dijo como vio, sin poder hacer nada por evitarlo, el asesinato de los tres chicos, me dijo que iba por la calle tan normal cuando reconoció al chico al que había perseguido semanas antes cuando le rallaron el coche, y que ahí perdió el control.
Me dijo que sólo podía ver impotente como su cuerpo se movía y acorralaba a los tres chavales contra la parada del autobús utilizando uno de los nuevos poderes que había ido controlando en los últimos días, allí les preguntó que si estaban contentos por ir rallando coches y mientras estaban paralizados les empezó a rajar con un trozo de cristal de botella que había en el suelo y que se movía por el aire como si fuera una mosca nerviosa cortando a su camino todo lo que estuviera en medio.
Dijo que cuando se cansó de torturarlos simplemente les paró el corazón.
En el momento en que dijo esto casi se me para el corazón a mi, me heló la sangre la manera calmada en la que lo dijo todo.
Cuando me pude recuperar me terminé la cerveza de un trago y fui a la cocina a por otra, también le puse una a él sin preguntárselo.
Cuando se la puse en la mesa me dijo que si tenía que repetirme que no había venido a tomar cervezas y esta se elevó en el aire y se movió rápidamente hacia la tele, chocando con esta y destrozándola.
Le dije que no tenía por qué haber hecho eso y lo siguiente que estuvo en el aire fui yo, me lanzó contra la pared y quedé inconsciente unos segundos.
Cuando abrí los ojos ahí estaba él discutiendo consigo mismo por haberme atacado.
Al ver que había perdido totalmente la cabeza le pregunté que si podía ayudarle de algún modo, siendo mi única intención que se fuera lo antes posible, me miró, dejó de discutir consigo mismo y me dijo que tenía que matarle.
Le respondí que no, que yo no podía hacer eso, le dije también que si quería morir que se tirara por la ventana, por suerte esto no es EEUU y aquí no hay un arma en cada casa.
Me dijo que eso ya lo había intentado y que no había podido hacerse con el control del cuerpo todo el tiempo necesario y para decir la verdad, tampoco se había podido hacer con el valor necesario para hacerlo y por eso había venido a pedirme ayuda.
Después de ver como había matado a los tres chavales había comprendido que debía quitarse de en medio para siempre.
En ese momento salió corriendo de cabeza contra la pared hasta chocar, pero no se hizo mucho daño ya que en el último momento consiguió frenar, la nueva personalidad había tomado el control de nuevo y dijo .- quería dejarme inconsciente para que tu acabaras el trabajo, menos mal que he podido para a tiempo, aunque aún así no hubieras tenido cojones de hacerlo -.
Le dije que discrepaba de esa opinión, ya que nunca se sabe lo que es capaz de hacer uno hasta que no se ve en la situación concreta y fui a la cocina a por el cepillo y el recogedor para limpiar los cristales del suelo, estaba todo hecho una pena, él me miraba sin hacer nada, como si estuviera luchando consigo mismo y no pudiera despistarse con estímulos externos.
Al ver que no daba la sensación de que fuera a reaccionar, cogí uno de los cristales, el más afilado que encontré. me acerqué a él y le metí un tajo en el cuello, aquí es cuando las cosas se empezaron a poner realmente feas.
Empezó a chorrear sangre, no como en las películas, pero si bastante, a borbotones, tomó conciencia de lo que estaba pasando y me tiró contra la pared otra vez, esta vez pude protegerme algo del golpe y no perdí el conocimiento, cogí otro cristal y fui a rematarle, a veces se quedaba quieto y conseguía alcanzarle, pero otras veces repelía mis ataques con golpes o me lanzaba cosas de la habitación, después de llevar unos diez minutos ya de pelea estábamos agarrándonos al lado de la ventana, ahí tubo otro momento de quedarse parado, como sin fuerza y me dijo que le tirara, yo no dudé ni un segundo y le tiré, era mi vida o la suya.
Después de eso llegó la calma total, no miré por la ventana, sólo me dejé caer al suelo, y ahí estuve hasta que entraron en casa rompiendo la puerta. Habían alertado a la policía por discusión doméstica y no habían tardado mucho en llegar.
CONTROL
Aquel día su caída por la ventana no fue la única, yo también caí, parte de mi se fue por esa ventana y no volvió jamás.
Cuando terminé de contarles toda la historia a los agentes de policía me llevaron esposado, me metieron en el coche teniendo cuidado con mi cabeza para que no diera en el borde de la puerta, al igual que nos enseñan en series y películas de policías, y me llevaron a comisaría para volver a tomarme declaración, esta vez con abogado presente.
Después llegó el juicio, en el que fui condenado a varios años de prisión por asesinato.
Cabe decir que nadie se creía mi historia, incluso mi abogado intentó que no me condenaran aludiendo que yo no estaba en mis cabales, que se me había ido la cabeza por completo, pero no funcionó. Y no funcionó en parte porque yo no quería que funcionara.
Pensaréis que es preferible que te encierren en un manicomio a que te junten en la cárcel con animales de todo tipo y condición, pero yo en ese momento no lo veía así. Sabía que no estaba loco y que lo que les había contado era real y así lo defendí cada vez que me preguntaron durante el juicio.
El juicio duró varias semanas y en el fueron llamados a declarar ex compañeros de la oficina que corroboraron punto por punto todo lo que había dicho yo ya sobre el caído, comprenderéis que no diga su nombre ya que esta no es su historia sino la mía.
También llamaron a declarar a mi familia, básicamente para preguntarles si había tenido algún trauma que me hubiera podido causar algún tipo de trastorno mental. Soltaron mucha mierda, lo cual no me gustó demasiado, supongo que estaban defraudados conmigo por lo que había hecho, pero si lo estaban era sólo porque no comprendían que había sido cuestión de vida o muerte, en un momento en el que ambages o doble moral no servía de nada, me estaba jugando el pescuezo y al final logré salvarlo. Si ahora me querían castigar por ello, que lo hicieran, yo sabía que había actuado de la manera correcta.
Al final del proceso fui condenado a siete años de prisión que me dijo mi abogado que podrían ser reducidos por buen comportamiento, así que fui encerrado.
Siempre había sido muy tranquilo, y en este momento no dejé de serlo.
Entré en prisión con la cabeza alta, mirando al frente, nunca con la mirada gacha, aunque fuera sólo para hacer ver al resto de los reclusos que no tenía miedo de ellos y que no iba a ser la marioneta de ninguno.
Durante los primeros días nadie habló conmigo, ni para ayudar ni para molestar, con el único con el que cruzaba algunas palabras era con mi compañero de celda y estas palabras se reducían básicamente a .-Buenos días-. y .- Buenas noches-.
A partir de la tercera semana empecé a soltarme, durante gran parte de mi vida había trabajado con grandes grupos de gente e incluso durante algún tiempo había sido jefe de grupo, estaba claro que esta gente era mas heterogénea que con la que había tratado anteriormente, pero siempre hay patrones claramente identificables en todos los grupos, y este no era una excepción.
Pronto identifiqué el puesto de cada uno dentro del complejo, tanto de los presos como de los guardias y comprendí que en los dos bandos había personas que podían cambiar de lado y no se notaría lo mas mínimo.
Había varios guardias que se veía a la legua que bajo presión se podrían convertir en los mayores desgraciados que pudieras conocer, y también había presos que se podía comprobar que si hubieran tenido apoyos y se hubieran desarrollado en otras circunstancias podían haber sido personas tan normales, educadas, y concienciadas con la sociedad como cualquier hijo de vecino, pero que por errores en el pasado, propios o ajenos, se veían abocados a una vida al margen de la sociedad.
Es a estos a los que me empecé a acercar en cuanto comprendí bien como funcionaba todo, y no tardé en comprender que es mejor ser invisible que dejar de serlo.
Cuando empecé a hablar con esta gente no hubo ningún problema, aunque se veía que ellos si tenían problemas con los matones oficiales de la prisión, no es que fueran precisamente el eslabón más fuerte de la cadena alimentaria.
Poco a poco me fui metiendo más dentro de su grupo hasta que sus problemas y su mierda empezaron a salpicarme.
Al principio fueron cosas casi sin importancia, ahora te empujo en la cola para entrar al comedor, ahora te doy un balonazo en el patio, etc., y yo lo dejaba pasar, no quería tener problemas, sólo quería que mi condena acabara lo antes posible para salir de ahí y volver a empezar con mi vida.
Pero un día en el patio me atacaron tres de los matones del preso que controlaba todo en el módulo, desde las apuestas al tráfico de sustancias, pasando por venganzas tanto internas como externas. Se había corrido la voz, en parte porque se me había escapado la información a mí un día, de los motivos por los que estaba preso.
Esto al principio me hizo subir en el escalafón, ya que la mayor parte de los presos con los que compartía los días entre rejas estaban ahí por delitos como robos, tráfico de drogas o similares, pero yo era un asesino a ojos de todos, con lo cual el respeto, o el miedo, hacia mi aumentó sin haber hecho prácticamente nada.
Y esto no gustó a los cabecillas del patio, que eran realmente asesinos y que veían una especie de amenaza en mi manera de convivir con el resto de la gente.
Así que vinieron a darme un mensaje envuelto en una bonita paliza y a marcar su territorio.
Pero no sabían realmente nada de mi, sólo que había matado, no sabían ni a quien ni como, y mucho menos las consecuencias imprevisibles que todo aquello había traído a mi vida.
En el momento del ataque llevaba ya dos años en prisión, tiempo durante el cual había aprendido a controlar el legado que me dejó el caído, había heredado parte de sus poderes al quitarle la vida, la única diferencia entre él y yo era que yo había aprendido a controlarlos, porque siempre había sido capaz de controlar mis emociones, como dije antes, siempre había sido muy tranquilo, y para no engañaros también os diré que me vino bien estar encerrado ese tiempo, porque es mas fácil aprender a controlarse estando en un sitio en el cual los estímulos externos son inferiores a los que podría haber en la calle.
El caso es que vinieron a por mi, y me vi peleando contra tres armarios, y rodeado de todo el patio, por haber visto lo que pasaba en este tipo de casos con anterioridad sabía que los guardias podían tardar entre cinco y diez minutos en disolver el tumulto, así que no perdí el tiempo y usé todo lo que tenía en mi mano para que no me hicieran un par de agujeros con sus pinchos.
Cuando llegó el primero y me empujó sabía que aquello no podía acabar bien, choqué contra el segundo que me cogió por la espalda, y mientras me agarraba ya veía al tercero venir con el pincho, en ese momento reaccioné y saltando mientras aprovechaba que me estaban agarrando fuerte pude golpear con los dos pies en el pecho del tercero que cayó al suelo, en ese momento y mientras seguía agarrado, el primero de los que vino me dio un puñetazo en la cara que me partió el labio. Con el impulso que llevaba mi cabeza tras el puñetazo, golpeé la frente del que me agarraba por la espalda, y aunque el golpe no fue muy fuerte, sirvió para que me soltase y pudiera ponerme frente a los tres.
Decidí utilizar mis poderes y manejar el pincho, que estaba tirado en el suelo, a distancia. Así, lo que hice fue atacar al más grande de los tres en el tendón de Aquiles, cortándolo para que cayera al suelo.
Sus gritos sorprendieron a todos que no sabían lo que había pasado, los otros dos miraron para atrás para ver quien lo había atacado pero no vieron nada.
Yo aproveché la distracción para concentrarme y provocar una pequeña parada cardiaca al que había llevado el pincho, que cogiéndose del pecho y con cara de terror se tiró al suelo, y en ese momento me mezclé con el resto de presos ya que estaban llegando los guardias.
Sabía que la disputa no había acabado pero tenía tiempo para prepararme para el día siguiente y las represalias que seguro iban a tomar conmigo.
Cuando llegaron los guardias a separarnos a todos, lo primero que hicieron fue atender a los dos que estaban en el suelo y empezar a preguntar que había pasado, no de las mejores formas, querían saber quién había hecho eso, pero nadie dijo nada porque nadie sabía nada.
Cuando me preguntaron a mí, y me vieron el corte del labio pensaron que lo había hecho yo, pero me defendí diciendo que yo sólo había recibido los golpes, lo cual corroboró uno de los guardias que vigilaban desde la torre, y que no sabía quien podía haber utilizado el pincho. Por el ataque al corazón nadie preguntó, era impensable que alguien pudiera haberlo provocado.
Después de todo eso hubo un par de días tranquilos, pero al tercero me volvieron a rodear en el patio, esta vez con el jefe a la cabeza y sin armar tanto ruido, querían saber quién había pinchado a su amigo, les dije que había sido yo y que si no me dejaban en paz iban a tener serios problemas de salud.
El jefe, ante las amenazas, vino a mi dispuesto a pegarme, pero en el último momento se paró, se quedó petrificado, y ahí le dije .- espero que esta sea la última vez que intentas atacarme, porque si lo intentas de nuevo no te quedaras quieto sólo por un rato, será para siempre -. Nadie más se movía, los tenía a todos controlados, y sólo los liberé cuando comprobé que en sus ojos estaba presente el miedo, el que se tiene cuando no se comprende que está pasando, cuando piensas que lo que está ocurriendo es imposible.
Aquel día comprobé que nadie podía hacerme daño si estaba lo suficientemente atento para detenerlo.
Durante los siguientes meses no hubo ningún problema, todo era un remanso de paz, nadie me tocó las narices y yo me limité a tachar días del calendario camino a la libertad.
Esto dejó de ser así de pronto, abruptamente, aunque no fue a mi a quien atacaron ese día, fueron a por uno del grupo con el que solía estar, a uno de esos chicos que con ropa limpia podría ir por la calle con cara de no haber roto un plato en la vida.
Simplemente se lo cargaron, le apuñalaron en el cuello mientras salía al patio, eso era claramente un mensaje, querían hacerme ver que si no podían hacerme daño a mi, se lo harían a la gente con la que estaba.
Yo, pese a toda mi tranquilidad y control de la situación, perdí un poco los nervios y empecé a pensar en modos de cargármelos a todos de la manera más disimulada posible, dejando para el final al jefecillo del patio que había empezado todo.
Los tres primeros objetivos fueron los que me habían atacado a mi. El primero fue el que había tenido el ataque al corazón, el cual se le reprodujo por la noche dejándole frío y tieso en la cama, se lo encontraron a la mañana siguiente.
El segundo fue el que ahora era apodado “el cojo”, ya que por el corte que había tenido en el tendón de Aquiles andaba con una fuerte cojera, este tropezó al bajar unas escaleras, con el fatal desenlace de romperse el cuello en la caída.
El tercero, que es el único que había salido indemne el día del ataque, sufrió algo más.
Empezó por no sentir nada del cuello para abajo y luego tuvo alucinaciones de cómo unos cuervos iban comiéndoselo poco a poco, esto pasó en el comedor a la hora de la cena ante la atónita mirada de todos los presos y guardias, cabe decir que resultó mas divertido idearlo todo que verlo. Al final recuperó el control del cuerpo y se quito la vida a golpes intentando de manera absurda espantar a los cuervos que habitaban su imaginación.
Ya quedaban tres menos para el total de nueve presos a desaparecer de prisión.
De todos ellos, menos del jefe, me encargué a la vez. No fue sencillo pero fue la mejor manera para poder pasar inadvertido. Lo que hice, básicamente fue provocar una pelea entre ellos mediante empujones y choques, que sucedieron sin que ellos pudieran evitarlos.
Fue una táctica que en parte facilitaron ellos mismos ya que eran de lo peor que había allí metido y esta gente suele saltar a la mínima, así pasó que poco a poco fueron cayendo.
Cuando sólo quedaban dos de ellos, simplemente controlé sus cuerpos e hice que se apuñalaran hasta que no quedara una pizca de vida en ellos.
Después de eso hubo un par de días en los que nadie en la prisión salió de sus celdas para nada que no fuera ir al comedor, y siempre en grupos pequeños y con fuertes medidas de seguridad. En las últimas semanas habían reforzado el número de guardias.
Ya sólo quedaba el líder de todos ellos, y aunque no estaba desamparado, tenía aun poder tanto dentro como fuera de la prisión, si que había visto como el número de soldados bajo su mando había disminuido sensiblemente.
Ahora no se podía pensar mucho en como eliminarlo, había que hacerlo lo antes posible, antes de que nuevos presos se prestaran a formar parte de su séquito, y tenía que ser doloroso, muy doloroso.
Ya tenía un estudio claro de cuales eran sus rutinas y sólo había un hueco en su agenda que no tenía controlado, todos los miércoles después de la cena desaparecía una hora, estábamos a martes, así que decidí que al día siguiente le vigilaría más de cerca para ver que es lo que hacía.
El miércoles llegó, y al acabar la cena vi como un guardia, no de los buenos precisamente, iba hacia él y se marchaban juntos, decidí seguirlos hasta que entraron en unas dependencias de la prisión a las que yo no tenía acceso. Ahí pasaron media hora y después salieron. Por lo que pude escuchar detrás de la puerta, le estaban informando de sus asuntos externos, el guardia estaba metido en la mierda hasta el cuello y tenía un sobresueldo haciendo de recadero.
Decidí matar dos pájaros de un tiro, aunque no fue un tiro solamente el que sonó, fueron seis, las seis balas del revolver del guardia salieron silbando una tras otra, primero cinco de ellas se cruzaron con el cuerpo del indeseable jefecillo, una en cada rodilla y tres más en el pecho, la muerte no fue inmediata, sufrió un poco, aunque no todo lo deseable. Y la sexta fue a dar con la sien del guardia, que se metió un tiro para acabar con su vida allí mismo. Al minuto estaba todo lleno de gente, de guardias y de presos por igual.
Mi pequeña venganza había sido consumada y aunque vendrían meses de férreo control entre rejas, sabía que todo iba a pasar rápido hasta mi puesta en libertad, para la que según mi abogado, sólo tendría que esperar un año si seguía con mi ejemplar comportamiento. Si el hubiera sabido cuan ejemplar había sido.
Sólo me preocupaba una cosa, veía como en parte me empezaba a comportar como mi antiguo compañero, el caído, aunque no sentía que estuviera tan descontrolado.
Ya había quitado más vidas que él, pero no tenía la sensación de lucha interna que había visto en sus ojos la noche de la caída.
De hecho, sentía que tenía todo bajo control, que nunca había sido tan consciente de todo lo que hacía, y que podría mantener este estado indefinidamente.
Y ese control me vino bien durante las semanas siguientes en las que en la prisión se vivía una calma tensa, y no solo por las muertes de las últimas semanas, sino por la aparición de dos personas trajeadas que llegaron para hacer una investigación a fondo de todos los hechos. Si mueren diez presos no pasa nada, pero si se suicida uno de los guardias, el asunto salta los muros de la prisión y durante unos días la opinión pública y por extensión los poderes políticos intentan absorber cualquier dato sobre lo ocurrido.
Cuando me tocó el turno de ser interrogado les conté la historia oficial, lo que todo el mundo contaba y me fui a mi celda a continuar con mi tranquila vida con techo y comida gratis, pero al cabo de dos horas volvieron a llamarme.
Sabía que esto no había ocurrido con el resto, pero no me asusté. Supuse que querían mas datos, y vaya si los querían.
No me hicieron preguntas, solo me miraron, yo intentaba aguantar la mirada, pero indefectiblemente bajaba los ojos. Era incapaz de concentrarme. Podría decir que estaba perdiendo el control, o como supe horas más tarde, me lo estaban quitando.
A la hora me mandaron de vuelta a mi celda, yo estaba bastante intranquilo por lo sucedido pero intenté dormir.
Lo conseguí hasta que me despertaron y salí de prisión para ir a ninguna parte.
CAMINO
.- No eres más que el resultado inesperado de un experimento infructuoso -.
Eso es lo que oí justo después de que me despertaran, químicamente, al igual que me habían dormido para sacarme de prisión.
No veía nada porque estaba encapuchado, y los oídos me pitaban como si me hubieran disparado al lado de las orejas. Tampoco podía moverme, aunque no notaba la sensación de estar atado, era como si mis músculos hubieran dejado de obedecer las órdenes que les mandaba. Me quitaron la capucha y me vi en una sala muy luminosa rodeado de tres personas, uno sentado y observando un ordenador, otro dando paseos por la habitación y un tercero de pie enfrente mio.
El que estaba al ordenador y el que estaba dando paseos eran los dos trajeados con los que había tenido el último careo en prisión, y el otro, por lo que parecía debía de ser su jefe y el que me había hablado al despertarme.
Intenté preguntar el porqué de mi estancia ahí, pero era incapaz de articular palabra, me sentía como se tenían que haber sentido los presos a los que había manejado las últimas semanas.
.- Supongo que te preguntaras qué haces aquí y porqué no puedes moverte ni hablar, bien, la respuesta a la segunda pregunta es fácil, él te lo está impidiendo -. dijo mientras señalaba al que estaba sentado al ordenador.
.- Responder a la otra pregunta de la manera normal nos llevaría mucho tiempo así que lo haremos de la manera rápida. Métele la información dentro del coco -. comentó mientras miraba al que antes había señalado.
En ese momento sentí una punzada en mi cerebro y un montón de datos vinieron a mi, veía archivos y fotos por los ojos pero sabía que no estaban ahí, eran como imágenes superpuestas a la realidad.
De todas las imágenes que pasaron por mi mente había una que no se me iba, y sólo estaba formada por una letra mayúscula y el signo de la suma, H+. Comprendí como funcionaba la transferencia de archivos, quizá porque en alguno de los que me habían pasado venía esa información y empecé a buscar por el significado de esa imagen. Sin tardar mucho encontré que H+ era el símbolo del transhumanismo, que no es más que un movimiento que busca la mejora de los seres humanos gracias a los medios tecnológicos, estas mejoras serían tanto físicas como intelectuales y psicológicas.
No pude sino verme como una especie de cyborg, como si fuera un robocop aunque sin la apariencia metálica, me sentí sucio y a la vez aliviado porque por fin comprendía porqué podía hacer todo lo que podía hacer.
Seguí indagando en los archivos hasta dar con el fichero de mi compañero, y ahí comprendí la primera frase que escuche al despertar en esa habitación, el sujeto del experimento había sido él pero se había descontrolado, el aumento de sus capacidades había hecho que un problema psicológico no detectado con anterioridad saliera a relucir llevando al fracaso su vida y el experimento mismo.
Al ver ese fichero pude darme cuenta de como pudo hacer que nuestro jefe fuera atropellado, suicidio forzado, o como pudo ganar la apuesta del tiempo, visualización de mapas de precipitaciones y temperaturas en tiempo real, o incluso como supo que aquel día llegaría tarde, lectura de informes de mantenimiento de la línea de metro que yo utilizaba habitualmente. No veía el futuro, no lo modificaba tampoco, sólo tenía información y la analizaba para poder apostar sobre seguro.
Lo que no tenían en cuenta los científicos era el ansia por la supervivencia que podrían llegar a alcanzar los millones de nanobots que hacían posibles esas mejoras dentro del cuerpo humano llevándolo a ser algo mas, creían que la tecnología que habían creado sería esclava del cuerpo en el que habitaría en lugar de lo que fue, se produjo una simbiosis entre el anfitrión y los nanobots, haciendo que estos pudieran reprogramarse para pasar por alto alguna de las leyes que les habían impuesto, la de no salir del anfitrión y desactivarse cuando este muriera.
Así que durante la pelea que mantuvimos en mi casa y gracias a las heridas que ambos sufrimos, parte del ejercito tecnológico que habitaba su cuerpo pasó a mi, y fue colonizando un cuerpo nuevo, el mio.
Mientras que asimilaba todo eso, había una frase que resonaba en mi cabeza y que había escuchado hace años, quizá en el cine, “La vida se abre camino ...” y se añadía una parte, quizá de mi cosecha o quizá de los conocimientos que me habían insertado “... sea esta orgánica o artificial”.
Una vez que termine de procesarlo todo, miré fijamente a mi captor y comprendí que si estaba ahí sólo podían pasar dos cosas, o que me eliminaran o que me utilizaran como un nuevo sujeto de investigación, ninguna de las dos opciones me estimulaba mucho.
.- Se lo que estás pensando, estás calculando tus opciones de seguir con vida. No me mires con esa cara, lo se porque soy como tu, también estoy “mejorado” -.
En ese punto pude hablar por primera vez desde que llegué allí, le pregunté que entonces cuales eran mis posibilidades de seguir con vida después de aquello, me respondió con bastante seguridad.
.- Ninguna -.
Vino hacia mi y juntando su frente con la mía ordenó a los otros dos que salieran de la habitación. Empezó a gritarme que no era mas que un subproducto por el defecto de un modelo en el proceso de fabricación de una raza superior al resto, que surgiría previo pago de importantes sumas de dinero. Todo eso me sonó a intentar generar mas separación en la sociedad. El resultado de esa separación sería a la larga una especie humana normal esclava de otra mejorada, y a todas luces eso no debía ser así. Mientras que terminaba con ese razonamiento me empezó a golpear, se veía que pese a ser desde su punto de vista más desarrollado que el resto de habitantes del planeta recurría a uno de los métodos de eliminar vidas mas antiguos, matar a golpes.
En uno de sus empujones, choqué contra el ordenador que estaba controlando que no pudiera moverme, cayendo este al suelo, ahí empecé a poder moverme y la lucha por la supervivencia comenzó de nuevo.
Empecé a defenderme de sus golpes e incluso a conectar alguno, no podía utilizar los trucos de control remoto que tan bien me habían venido en la cárcel, pero aún así esta pelea llevaba visos de no acabar del todo mal para mi, entre rejas había hecho bastante ejercicio.
Pero al vernos en desventajas, todos, humanos o transhumanos, intentamos utilizar cualquier truco para poder alcanzar la victoria, y él, desenfundó la pistola y me metió un disparo en el pecho mientras yo caía con todo mi peso encima suya. Al caer se le soltó la pistola y yo, utilizando las últimas reservas de energía que me quedaban, pude cogerla y dispararle a la altura de la arteria femoral, se desangraría antes de que viniera nadie a auxiliarle.
.- Me parece que moriremos los dos ...-. le dije mientras que notaba como empezaba a escupir sangre .-... y la desigualdad que querías crear no existirá -.
Según mis cálculos en estos últimos momentos, la tecnología residente en mi cuerpo se ha vuelto a reprogramar y no va a buscar un único huésped, va a intentar expandirse a todo ser humano. Por eso he escrito este pequeño informe sobre como ha ocurrido todo, sobre cual ha sido el origen del cambio que estáis sufriendo ahora mismo. Por eso la primera vez que sois conscientes de vuestro cambio es cuando conocéis este informe, es ahora.
Espero que os vaya bien en este nuevo camino.
Adiós.