Relato 43 - La cantante
Mi nombre es Salom de Asconzabal, era digitopuntor en la corte del Rey, los vestigios de mi vida y los hechos narrados en este escrito, pone de manifiesto mi pesar, es por ello que paso a narrar ésta, mi historia.
Solía caminar en los atardeceres por las cercanías del inmenso castillo de mi Señor contemplaba las flores de variados colores a la vez que pisaba la grava fresca con mis pies descalzos, me acercaba al rio que por ahí se observaba, claro y fresco, me maravillaba con las enormes bondades de la naturaleza, la luz que proyectaba el sol en los árboles, el tono dorado que le daba a las hojas junto al verde natural. Todo era de una belleza indescriptible.
Con cuanto goce transportaba mi ocio por esos atardeceres. Cuanta belleza tenía acumulada en los ojos, hasta que sucedió aquello que no quiero recordar.
Una tarde, en el río, apareció en la orilla una muchacha que cantaba con una voz de alondra, es por ello que me acerqué y no tuve mejor idea que presentarme.
-Soy el Maese Salom de Asconzabal, dulce muchacha de voz clara y hermosa, ¿quién eres?
-Mi nombre es Catalina, soy la hija del panadero del poblado.
-Hermosa muchacha, canta otra vez esa hermosa canción, dije y lo hizo, su voz resonó en todo la campiña y alrededores, cerré los ojos y me vi envuelto en una especie de remolino, sentí que me llevaba por otros caminos y de repente me depositó en una ciudad al parecer, que nunca mis ojos vieron, una especie de construcción para transitar, dura y caliente, unos carruajes que se movilizaban solos de distintos colores, tuve la posibilidad de ver uno que viajaba a poca velocidad en donde una persona estaba sentada dentro de éste increíble carro, dónde estaría, quise cruzar por ese camino extraño, cuando en una jerga desconocida alguien me gritó
-Salí de ahí, payaso, no ves que te voy a llevar por delante, pelotudo!
Quise preguntarle donde estaba pero el mismo remolino me depositó en la campiña, al lado de la muchacha que terminaba de cantar y me miraba como queriendo saber mi opinión sobre su arte. Lo único que le pregunté es que si yo me había movido del lugar, a lo que me respondió que no, que parecía que estaba en un trance. Estaba obnubilado y tieso, no podía creer lo que había experimentado, le dije si la podía ver otra vez y me dijo que sí, que todas las tardes viene al arroyo a gozar de la tranquilidad que le dispensa el lugar, mañana vendré, le dije y le besé la mano.
Me dirigí despacio a mis aposentos, quería pensar sobre la experiencia vivida, ¿cabía la posibilidad que me estuviera volviendo loco? Tengo antecedentes en mi familia, el Tío Samuel, que una noche después de volver de la taberna, fue al gallinero y se quedó ahí toda la noche, al parecer tenía miedo que los zorros se comieran las gallinas y los huevos, vigiló una noche, luego dos, tres, sus rasgos se empezaron a transformar en ave, también poco a poco sus movimientos fueron los de una gallina, hasta que ya no podíamos reconocer a nuestro Tío.
Esa noche dormí afiebrado y nervioso.
El Rey me requería en sus aposentos temprano, así que fui presto, necesitaba que trabajara con mis habilidades en su espalda, más precisamente en la zona baja.
Mientras trabajaba le conté de la muchacha y le hice la proposición de invitarla para la cena “Así goza, su alteza, la grandeza de su dulce voz” a lo que el Monarca asintió muy alegre, ya que era un admirador de la música y de las artes en general, me autorizó a invitarla el sábado a la cena con los duques de la región.
Estaba muy deseoso de comunicarle la noticia a Catalina, aparte quería saber si lo que experimenté con su canto era idea mía solamente.
Llegó el ansiado momento, la muchacha estaba cantando, me acerqué sin que me viera y me quedé detrás de un árbol. Los tonos bellos y claros llegaron donde me encontraba, cerré los ojos, volvió el remolino, ésta vez me llevó a una construcción cuadrada en donde al parecer un niño veía en un aparato cuadrado formas que se movían al parecer eran graciosas ya que el niño sonreía y aplaudía y también decía algo
-Mamaaaá traeme la leche que empezaron los dibujitos
-Ya te la llevo, te la podrías venir a buscar vos, grandote…
Tuve miedo por la violencia del trato, pisé algo que hizo un ruido agudo y me escondí atrás de una especie de gran sillón donde estaba sentado el niño, no entendía nada de lo que decían, de pronto nuevamente el remolino, nuevamente abrí los ojos y me encontré frente a frente con el árbol donde me había escondido, salí aplaudiendo y dando vítores, la muchacha se sonrojó y bajó la vista, hermosa voz, quiero darte una gran noticia, le dije, el Rey quiere conocerte, para ello tendrás que ir el sábado a la noche a la cena que da el Rey para los duques. Un carruaje te irá a buscar, espero aceptes la invitación de nuestro justo Monarca.
Encantada, dijo, estaré lista.
Le besé la mano y me dirigí a la casa de mi amigo el Doctor Alex Maxwell.
Solíamos tomar una copa en su casa día por medio y hablábamos de cosas banales, disfrutábamos de nuestra compañía, ese día empecé la conversación hablando de la locura y de las visiones que a veces tienen los hombres.
-Alex, hay indicios de transportación a otros lugares de manera inconsciente, pregunté, debido a alguna eventualidad.
-Es raro, pero hay estudios que determinan una zona del cerebro oscura, esto es cosas de brujos y fetichistas, no creo en eso.
No hablé más del asunto, terminé mi bebida y me fui a mi recámara.
El sábado me dispuse con mi baño y mis afeites para prepararme para la gran noche.
Los distintos Duques llegaron a tiempo, se sentaron en sus lugares y comenzó el festín de carnes y verduras variadas, miraba el arco de entrada para ver si venía Catalina, al fin llegó, lo primero que hice fue llevarla a donde estaba el Rey, hizo una perfecta reverencia y el magnánimo hombre inclinó su cabeza en señal de aprobación. La llevé a su lugar de la mesa y se sentó. Lamentablemente no estaba cerca de ella.
Cuando hubo terminado el festín, el rey batió las palmas y me hizo una señal para anunciar a la muchacha. Se levantó de la silla y marchó con elegancia ocupando el centro del salón, hizo una seña a los laúdes que comenzaron con un aire romántico, Catalina comenzó a cantar, la voz rebotaba en las paredes del palacio y volvía con una fuerza inusitada, vi al Rey llorar, cerré los ojos y me vino a buscar el remolino, aparecí en una enorme construcción cilíndrica con miles de personas sentadas, como si fuera el coliseo Romano, pero no miraban actores, miraban a hombres que corrían detrás de una esfera blanca, en ambos lados tanto a la derecha como a la izquierda, habían dos rectángulos en donde se ubicaba un hombre, con las manos enguantadas, los hombres transportaban la esfera de un lado a otro, siempre tratando de recuperarla y pasarla con los pies, pude comprobar que de ambos bandos los distinguía un color de camisa, de un lado rojo y del otro lado blanco, sucedió algo, un hombre empujó con violencia la esfera con uno de sus pies y entró en el rectángulo, haciendo que una parte del coliseo, grite, no escuché bien que decían pero terminaba en “ol”.
-Ehhh, guachín de qué equipo sos, ¿eh? Gordo, te vamo a fajar si no gritás gol, ridículo, venís asi vestido a la cancha..Jajajaja, salame, dijo y yo no entendía nada, solo lo miraba, al tiempo que se me abalanzaron todos, afortunadamente volvió a buscarme el remolino y me encontré en mi silla, escuchando los aplausos de los concurrentes al festín. El Rey emocionado fue a donde estaba Catalina y besó sus manos con devoción y entrega, luego Catalina fue al lugar que tenía designado, traté de acercarme pero fue imposible, dejé que pasara el tiempo.
Magistral, le dije, hermosa voz, ¡oh!, Salom, dijo, gratamente me vi sorprendido que se acordara mi nombre, la invité a tomar fresco al parque, aceptó con muchas ganas.
Caminaba tomada de mi brazo, pasamos un grato momento, quería pedirle que se casara conmigo. Aceptó y ello forjó el final de mi existencia.
Se hizo una ceremonia muy sencilla.
Decidimos por el momento vivir en la recamará del palacio hasta que tuviéramos descendencia, gozaríamos del gran castillo, el Rey estaba contento con ésta decisión, ya que gozaba con nuestra compañía.
Una noche cometí el error más grande de esa vida, le pedí que cantara.
Esta vez un torbellino se apoderó de mi, caí en una ciudad devastada sin personas alrededor, con edificios caídos, esperé el torbellino que me llevara de vuelta a mi recámara con mi amada, pero eso nunca pasó, pasaron los años y todavía estoy en éste solitario lugar, hay provisiones, en un gran lugar con alacenas dispuestas una al lado de otra llenas de alimentos y otras cosas, que al pasar el tiempo le busco una utilidad, hay un lugar donde hay libros, infinidad de libros, entonces entiendo el porqué de muchos interrogantes, un viaje en el tiempo, según los periódicos de esta época estoy en el año 3050, en este lugar llamado Biblioteca busco que fue de mi vida, y tengo tal vez una hipótesis:
¿Puede que Catalina haya muerto mientras cantaba?
Esto me convoca a seguir viviendo en este desconocido planeta, el saber que me pasó, lo que me apena es que nunca más escucharé el sonido dulce de la voz de mi querida Catalina.