Relato 26 - Litio
1.
Año 2048.
En el paseo de alfombras automatizadas de carga estática que discurre entre La Cibeles y Atocha se produce el asalto a un furgón Tianjin Warehouse de barras de litio por parte de una muchedumbre de sudorosos ancianos – hombres musculados D-PLUS sin acceso a los niveles de refrigeración superior en su mayoría - armados con pistolas Taser adquiridas en ChineseAmazon y que descargan inútilmente en la Jaula de Faraday que conforma el vehículo. Muchos de ellos caen al suelo aquejados de un paro cardíaco reversible, electrocutados por sus propias descargas. Cuando eso sucede, los Indonesian-medical-drones del Sistema Manchego de Salud a Distancia que sobrevuelan constantemente la ciudad para asistir a sus ciudadanos nacionales que han quedado excluidos de los mega complejos hospitalarios Ben Gurión-La Paz, Jesus Kid of The Mount Sinaí y Tesla-Gregorio Marañón que proporcionan trasplantes y piezas biónicas a los ciudadanos de Castellana Citizen Co aterrizan automáticamente sobre sus pechos inertes, tratando de reanimarlos con descargas. La masa rugiente comienza a saltar sobre el vehículo, abandonando a los caídos a su suerte.
- Son miles de barras de litio – envía una joven A2 de 64 años a su amiga, mientras activa la aerotermia de su ropa deportiva. Eso puede recargar todos tus órganos biónicos, los sistemas de refrigeración de tu cubículo, tus chips de bio-comunicación y todas las descargas de los capítulos de Game of Thrones y de la vigésimo-séptima temporada de Sesame Street. Adoro a Elmo.
- Estos asaltos son comprensibles - replica ésta, algo mayor - ¿Quién quiere pasarse el día arrastrando las Takeda-Nike Nanoflow para generar una simple descarguita que no te alcanza ni para hablar con tu novio coreano?
- Coreano… pero tía…
- Todo son mitos – contesta ésta, rápidamente.
- Te dije que me acompañaras al safari de Senegal-Huawei. Todos esos chicos saltando arriba y abajo, arriba y abajo, medio en pelotas en la ceremonia de bienvenida.
- ¿Chicos de verdad?
- Sí, tía. Chicos de 25 años. O al menos eso decían. Y sin barba.
- Vaya. Bueno… Chol-min es un cerebro de la investigación biónica.
Unos trescientos C Third-phase, los que superan los 125 años, sepultan bajo sus atléticos cuerpos el vehículo, que comienza a pendular peligrosamente. Algunos de los asaltantes quedan atrapados bajo los cepillos de suspensión, muriendo en el acto cuando sus miembros metálicos son atraídos por el brutal campo magnético. Rodillas, cervicales C3 y C4 auto-portantes de titanio y todo tipo de implantes de acero y de nano-sentidos comienzan a formar una masa de chatarra que termina por detener el vehículo. Algunos voluntarios comienzan entonces a apilar cadáveres ante las cámaras de barrido perimetral del blindado, para dificultar la visión.
- Y todos esos animales salvajes con sus algoritmos de amenaza rugiendo como fieras a centímetros del vehículo de gas licuado. Adrenalina pura, tía. Aunque una de las que nos acompañaba dijo haber visto un pájaro natural, ninguna la creímos.
- Gas licuado… madre mía.
- Ja, ja, ja… imagínate. La prehistoria. Como que uno de ellos recordaba cómo de pequeño a su abuelo le había atacado un león biológico. Eso significa 150 años antes de Alibabá.
- Pues que sepas que desde la Seoul Tiffany Trump Tower hicimos salto base con imanes repulsivos de neodimio en las alas. Mil cuatrocientos metros de adrenalina.
- Sin paracaídas, ¿verdad?
- Sí, tía. Con los monos de ferrofluido que usan los hombres en las construcciones. Libertad total. Al final nos desnudamos y todo. Todos aquellos chinos aplaudiendo… en cuanto recargue lo suficiente, te lo mando…
El sistema de comunicación predictiva conecta con los videos sensitivos sobre vuelos semejantes e inmediatamente su amiga percibe todas las sensaciones del asunto, lo que les ahorra mucha conversación.
- Qué fuerte, tía, ya lo noto. Menuda caída – emite.
El vehículo vuelca con estruendo aplastando a algunos asaltantes e inutilizando los sistemas de orientación espacial que le guían.
- Mira. Se han venido arriba... esto no me lo pierdo…espera - dice la primera - te estoy enviando mis Garmin-marcas... ¿las notas?
- 19 kilómetros, vas mejorando.
La joven no puede sino sonreír, dentro de la escasa movilidad que el armazón Tailandés de nitinol inserto entre ambos pómulos le permite.
- Pues eso no es nada. Verás cuando pueda integrarme esos nano-gemelos. Lo vas a flipar.
Hartos de los golpes, el calor y la electricidad estática que soportan en el interior del blindado, los guardianes del Litio - todos chiquillos menores de cuarenta años de origen magrebí - , despliegan sus drones de combate a través de los rieles de visión aumentada para despejar un perímetro de seguridad y salir al exterior a rechazar el asalto. La corporación Facebookinyou Shanghai Mobile está más que harta de los continuos retrasos y así se lo está haciendo saber por medio de martilleantes mensajes de positividad individualista que la Wifi Terrena de Alta Densidad deposita constantemente en su córtex prefrontal. Al fin y al cabo, todos están en la misma red neuronal y no tardan en alcanzar el nivel de activación necesario para el combate.
Aprovecha el momento... eres la mejor versión de ti mismo... fallar es sólo una oportunidad de aprender... más vale equivocarse en la esperanza que... el talento gana partidos pero el trabajo en equipo… nunca es tarde para comenzar tu nueva vida…
Tras enfundarse sus trajes de fluido de almidón no-newtoniano – aunque algunos menos afortunados se tienen que conformar con las clásicas y engorrosas armaduras de neopreno y kevlar -, los guardias se encomiendan a Alá, encienden su circuito de fluido refrigerante y levantan la portezuela lateral que ahora apunta hacia arriba, no sin antes lanzar la señal de alarma a los Boston-India Dynamics Guard-dogs de la Central. Entonces se lanzan al ataque blandiendo sus barras de ferrofluido para salvaguardar su preciada carga. Algunos kilómetros más al norte, cinco Guard-dogs que reciben la señal en su sede del depósito de líquidos del Wanda-Elisabeth Channel de Plaza de Castilla, comienzan a bajar a la calle y a desplegar sus patas retráctiles. Tienen suficiente carga para once minutos de carrera, catorce de combate de máximo nivel y otros once de vuelta, pero la autonomía de viaje puede aumentar si el enemigo no requiere de desempeño absoluto. La recarga a través de la alfombra magnética del Cycle-carril apenas alcanzaría para un par de minutos más de actividad y el procesador Ying 1 que incorporan busca la ruta de menos rozamiento y esquiva, sin importar los ciclistas y viandantes. Su sistema de reconocimiento facial evitará víctimas indeseadas. No obstante la población inferior a las A+ runner-women ya sabe que debe evitar el carril cuando éste alcanza la tonalidad rojo volcán de los despliegues de emergencia.
- Queremos litio, queremos litio – brama la multitud mientras se abalanza sobre los magrebíes, que ahora parecen guardianes espaciales. Los asaltantes que tienen Tasers electrocutando, los que tienen miembros robotizados, golpeando y atravesando con su fuerza hidráulica. Los inoculados mordiendo con sus implantes. Disponen de once minutos para acabar con los guardianes, atrapar todas las cargas de litio que puedan y correr sobre sus deportivas Nanoflow running, para perderse en las escasas zonas sin inducción de carga pesada, antes de que los ciberdogs los descuarticen. Claro que allí se las tendrán que ver con los drones anti-rebelión. Los de una sola bala cuando reconocen tu cara. Una minucia, comparativamente hablando.
2.
El hombre de la extraña aunque ligera gabardina negra pasada de moda comenzó a pulsar los botones del poste de control de vehículos auto-guiados y la chica que esperaba justo detrás se empezó a impacientar. Aquel viejo era extremadamente lento utilizando las diferentes opciones y la joven ansiaba introducirse en el habitáculo refrigerado. La joven se aproximó algo más y el hombre comenzó a ponerse nervioso y a sudar. No entendía por qué el maldito teclado no guardaba la disposición de los teclados Qwerty de toda la vida de Dios. Al decir esto a media voz el hombre murmuró una disculpa para sí y siguió intentándolo. En un momento dado la chica levantó su torneada pierna derecha y puso su zapato de tacón con amortiguación encima del botón de aceptación de la operación que el hombre intentaba realizar. El hombre miró aquella turgente rodilla y aquellos tobillos finos y la chica le sonrió con un desprecio avasallador y triunfante. Entonces se sintió netamente inferior y temeroso del indudable atractivo de la resuelta joven.
- Gracias - musitó tímidamente el hombre, apartándose.
- No hay de qué. ¿Sabe una cosa? He quedado y no puedo pasarme todo el día mirándole la espalda - contestó la chica. Entonces puso sus dedos índice y pulgar sobre el lector de huellas de la esquina superior derecha, que sustituía a todos los códigos y claves necesarias. En pocos segundos la operación de reserva del vehículo estaba hecha.
- Sin conductor, mira – continuó ella, sin dirigirse a nadie en concreto -. No necesito a un barbudo piojoso girando el volante a derecha e izquierda. Por cierto, aléjese hasta la burbuja de seguridad necesaria. No quiero ver como un dron le golpea y me llena de sangre el vestido.
El hombre dio de inmediato un par de pasos hacia atrás e hizo ademán de abrir la puerta del vehículo que se había detenido allí mismo, para que la señorita se subiera. Un movimiento absurdo puesto que las puertas correderas ya se estaban deslizando por sus rieles para permitir el acceso a su cliente.
- Se lo cedo. Usted tiene más prisa que yo.
- ¿Está loco? Este es SU vehículo. El que USTED ha llamado con sus ágiles movimientos de reserva.
- Sí, pero prefiero que vaya usted delante. ¡Yo soy así!
- Usted es así de memo. ¡COJA SU CONDENADO VEHÍCULO Y LÁRGUESE YA!
El hombre mayor clasificado por los sistemas de reconocimiento facial de los edificios públicos como C-LESS, pulsó el botón de cierre del vehículo y este se marchó hacia su destino sin ningún pasajero en el asiento. A los pocos metros, los sensores interiores de medición de CO2 detectaron su no-presencia y el sistema se reactivó como libre para el siguiente pasajero.
De pie en la acera sobre sus costosos pero ajados zapatos negros de cordones, aquel hombre escuchó como la señorita acomodada en el asiento del siguiente vehículo iniciaba una conversación con sus amigas a través de sus tímpanos trasductores que la joven había dejado conectados con los altavoces de su móvil.
- Sí, un tipo. Un modelo C. He estado 40 segundos perdiendo el tiempo y sudando a la intemperie por su culpa. Ni te lo imaginas - oyó que decía. – El maquillaje hecho un churro.
Otra mujer en un vehículo de inducción exactamente igual al de ella se acercó rápidamente por detrás y la ocupante comenzó a increparla con gestos de impaciencia. La chica del primer vehículo desconectó el sistema de automaquillaje que había elegido y activó el sistema de repulsión trasera en la aplicación de su móvil. La segunda contraatacó haciendo lo mismo con el de repulsión delantera. Los dos vehículos comenzaron un pulso electromagnético de atracción-repulsión que los mantuvo en una tensa inmovilidad durante unos segundos. Mientras el hombre se alejaba mirando con envidia el bichón maltés blanco que asomaba su hocico a través del cristal del segundo vehículo. Le hubiera gustado tanto acceder al permiso internacional de compañía animal, pero su género y su edad lo hacía absolutamente imposible. Tenía que conformarse con su pequeña mascota virtual que reaccionaba a sus caricias y que no necesitaba refrigeración extra porque estaba diseñada para el Sahel europeo en el que vivía.
Entonces el sistema de vigilancia de la circulación desactivó el cinturón electromagnético que los propulsaba y tomó el control de ambos vehículos, pasándolos al cinturón B, de vehículos pesados y de reparto – un treinta por ciento más lento - para desesperación de sus ocupantes.
- Yo no soy agresivo, joder. Yo amo a los animales – masculló el anciano modelo C-LESS mientras acariciaba el pequeño ente peludo robotizado que retozaba en su bolsillo.
3.
Ainara, la directora de compras de KSIGMA Logistics, no podía dejar de llorar. De rodillas sobre la ardiente lápida de piedra de resina intentaba que su amigo, el mejor amigo natural que jamás había tenido, se integrara con ella de alguna telúrica manera, a través del Árbol de la vida que colgaba de su cuello. No era posible que aquel ser tan bello y tan lleno de vida hubiera dejado de existir, por lo que según el Kundalini Tantra era seguro que su alma seguía por aquí, flotando a su alrededor. Cada vez que ella llegaba a las proximidades de su tumba la percibía integrada en los árboles del parque, como discos girando enfrente de su cuerpo. Confiaba en que, con cada visita, los chakras alcanzaran niveles superiores como el Ajna o Tercer Ojo.
Como cada día, el enterrador encargado del Cementerio de mascotas del Buen Retiro se aproximó respetuosamente por su espalda. Mame, un hijo de africanos nacido en España que vivía en la caseta de trabajo carente de aire acondicionado, le anunció suavemente y guardando la distancia reglamentaria de seguridad que el parque iba a cerrar.
Enjugándose las lágrimas la mujer se despidió de Jackie, su amor. Su precioso Jack Russel que ya no ocupaba su camita a su lado en las largas noches de verano. A través de su móvil, apagó el holograma con imágenes de su mascota que correteaba a su alrededor y salió a la calle.
4.
Aquel hombre plantado junto a la puerta de El Retiro llevaba una gabardina negra, con solapas. Parecía un gánster de las películas del siglo pasado. Aquel actor tan repulsivo con pinta de borracho y que no paraba de fumar… ¿cómo se llamaba? Bogart. Sí, como los cines a los que ella acudía cuando era tan sólo una niña. Recordaba cómo hacía cola en la calle con 25 años de la mano de aquel chico con flequillo. Aquel chico que se llamaba… ¿Andrés?
Al acercarse aún más a aquel anciano, Ainara observó que llevaba unos pantalones negros, como un vampiro. Era delgado pero de anchas espaldas. Se parecía a una foto en blanco y negro de Abraham Lincoln que había visto en el colegio. Sólo que el hombre no llevaba barba, lo que le hacía aún más sospechoso. En aquel momento sonó un móvil en el bolsillo de aquella extraña gabardina negra. El hombre metió la mano en él y extrajo un diminuto teléfono Nokia que abrió con una sola mano en un rápido movimiento de sus dedos. Aquello era la prehistoria de las comunicaciones. El hombre miró extrañado al número de la pantalla y contestó.
- ¿Si? ¿Quién es?... Sí, soy yo…¿el perímetro de seguridad?... claro que estoy cumpliéndolo, sí… en la calle Alcalá... junto a la puerta del mismo nombre… sí… y no estoy haciendo running dado que llevo unos zapatos Lotusse…y encima llevo una corbata que puede servir para estrangular mujeres, sí… ya sé que los CCR robotizados podéis entender la ironía en las inflexiones de la voz…por eso lo digo… ¿cómo dices, máquina?...¿una mujer?... ¿qué mujer?... yo no me he acercado a ninguna mujer…
Mientras aquel hombre se detenía en la acera para aspirar la fragancia en la que los nardos convertían la descomposición de todos aquellos perros, gatos, hurones, iguanas y cobayas muertos que yacían al otro lado de la infranqueable valla de hierro negro, Ainara se había aproximado a él casi sin darse cuenta. A aquella distancia, una mezcla de miedo y fascinación se apoderó de ella y sus pies, casi sin pretenderlo, daban algún paso más. Su perímetro Galileo había entonces lanzado la señal automática de proximidad y la Oficina de vigilancia - el servidor que gestionaba las llamadas cuya lectura había disparado el proceso de lectura permanente o demonio – había activado el nivel de alerta.
El hombre separó su móvil de su oreja y se la quedó mirando. La mujer parpadeó un instante al ver aquella mirada penetrante, sin saber qué hacer. El hombre alzó levemente la comisura izquierda de su boca, como debía hacer en escasas ocasiones, mientras el receptor que la mujer tenía inserto en su cabeza, un par de centímetros por encima de su oreja derecha, martilleaba la señal automática de respuesta que unos finos filamentos convertían en micro-señales eléctricas con el mensaje cíclico:
¿Estás en peligro?¿estás en peligro?¿estás en peligro? ¿estás en peligro?
Entonces aquel hombre hizo algo absurdo. Inquietante por lo desacostumbrado. El hombre abrió la boca y emitió un sonido mientras la miraba directamente a los ojos. El hombre dijo:
- Hola.
La mujer dudó un momento. A pesar de su aspecto amenazador aquel viejo, que en realidad sólo tenía un año más que ella, no parecía representar ninguna amenaza. Su mirada era amable, de hecho. No supo qué hacer. Tenía un aspecto tan antiguo… Bastaba con una respuesta a través de su corteza cerebral, para que se disparase la alerta 1 y los drones de seguridad caerían del cielo y rodearían a aquel hombre en segundos.
Entonces el extraño separó los brazos y miró a las copas de los árboles. Como entregándose. Como diciéndole:
Haz de mi lo que quieras. Me es indiferente.
Entonces Ainara contestó con un leve impulso eléctrico:
No. Todo va bien.
Y siguió andando rápidamente, pasando al lado de aquel extraño hombre y dejándole atrás. En otro tiempo él se habría vuelto a contemplar su figura al caminar, pero consideró más prudente seguir su camino en dirección contraria y seguir aspirando la fragancia de aquellos nardos maravillosos tratados con para-poliéster que repelía el rojizo polvo ambiental.
Al recibir a través de los sensores la orden negativa, el programa entró por la opción de código de desactivación de la alerta y los drones continuaron quietos en sus aleros. Pero el demonio o bucle de lectura permaneció haciendo su lectura eterna, en espera de ese SÍ.
5.
Todo había salido mal. Los guardianes eran duchos en el manejo de sus barras recargables y habían abierto una zona libre de asaltantes por donde se habían introducido los guard-dogs haciendo una auténtica carnicería. Una alfombra de descuartizados cadáveres de ancianos D-PLUS cubría la acera de la Plaza de la Independencia y los escasos supervivientes subían corriendo por la calle de Alcalá con los galopantes perros electrohidráulicos pisándoles los talones. No obstante, el ejército de hombres limpiadores ya se disponía a solucionar aquel estropicio armados con sus mangueras de arena a alta presión y sus esprays de poliuretano anti-manchas, Los deportistas más expertos redoblaban sus esfuerzos para llegar al punto de retorno de los perros cibernéticos, en el cual éstos tendrían que darse la vuelta y ellos estarían relativamente a salvo. Por instinto de supervivencia, se desviaron hacia el carril de los B-runners, donde había hombres barbudos Y-Happy. Evidentemente, nunca podrían pasar desapercibidos en el de las A+ Runners y caerían fácilmente, por lo que aquella era la única opción.
Por desgracia para ellos pero para bien de la sociedad, los procesadores Ying 1 de aquellos Guard-dogs ya habían sido utilizados en numerosas ocasiones y la red neuronal de aprendizaje profundo a la que estaban conectados había desarrollado su AI lo suficiente como para hacerles más autónomos y por tanto mucho más peligrosos. Algunos de ellos habían ingerido algunas de las desperdigadas barras de litio del furgón de transporte y habían duplicado e incluso triplicado su autonomía de combate. Tan sólo los asaltantes que se hubieran inyectado ácido hialurónico en sus articulaciones aquella misma mañana tendrían la flexibilidad y esponjosidad necesaria como para mantener el ritmo durante tanto tiempo. Los que hubiesen conseguido pagar o robar la dosis diaria. Muy pocos.
6.
El hombre C-LESS seguía allí aspirando los aromas de las flores y recordando, cuando su pequeño teléfono volvió a vibrar de nuevo. Sus cansados músculos se tensaron cuando observó que la iluminación de la pantalla se volvía roja y el número que llamaba no contenía letras, al contrario que los actuales. Eran ellos.
- ¿Sí? ¿Estáis ahí?
- Muy bonita tu gabardina del siglo XX. Así sí que pasas totalmente desapercibido – dijo una voz familiar.
Alzó la cabeza escudriñando los alrededores y observó una papelera de cuya boca asomaba una lata de Coca-Cola. Alguno de los luditas de la Zona Exterior la había colocado así para tener una buena perspectiva de toda la calle. Con chips Arduino comprados por internet a bajo precio que se alimentaban con mini-células fotovoltaicas y las cámaras extraídas de las montañas de móviles Nokia y Sony que se acumulaban en los vertederos, los hombres de las afueras montaban los aparatos en el interior de las latas de refresco que colocaban por toda la ciudad. Como los basureros eran todos varones de clase C o D, respetaban esa especie de red de vigilancia fuera de la ley y las dejaban en su lugar. Sabían que aquellos hombres que se refugiaban en las tuberías, ahora secas, eran el reflejo valiente de su propio ser.
- Sí, es mi modelo Míster pura elegancia 1999. ¿Qué tal os va?
- Bien. Si te gusta la rata cocida al estilo europeo y agua filtrada con ropa interior. ¿Sigues en tu obstinación de seguir en la ciudad? ¿Te reservamos una suite en algún colector?
- Obstinación. Vaya, hacía meses que no oía esa palabra. Por aquí nadie habla y cuando lo hace suele tratarse de algún robot que quiere identificarte. No, soy de aquí y aquí me quedo. Al fin y al cabo, aquí estoy relativamente seguro… espera, hablamos más tarde.
Como para contradecir su afirmación en su campo de visión había aparecido una masa de corredores que se dirigía velozmente hacia él. En apenas unos segundos, cariñosos runners Y-Happy con barba y pendientes pasaron por su lado, evitándole y mirándole con extrañeza. Poco después, una multitud de C-LESS como él pero que habían dedicado todos sus recursos y voluntades en reconvertirse en D-PLUS musculados le atropellaron corriendo desesperadamente. Unos metros por detrás de ellos, el viejo observó las temibles cabezas multicámara de los guard-dogs, fijando objetivos. Uno tras otro los atrapaban y eliminaban en una suerte de ceremonia cíclica de escaneo-fijación de objetivo-eliminación. Uno tras otro. Escaneo-fijación de objetivo-eliminación. Por lo que el hombre, rezando, se preparó para morir. Todo sería cuestión de un momento.
Sin embargo, ninguno de los sistemas de reconocimiento facial se fijó en él. Aquel hombre, al igual que sus iguales C y D que vivían en las montañas y en las tuberías secas de las afueras, no figuraba en ninguna de las bases de datos del sistema y por tanto ninguno de los autómatas cazadores fijó el objetivo en su persona.
Cuando la avalancha había pasado, el hombre se dio la vuelta y observó las tres zonas impermeables en las que se dividía la empinada calle. La de los vehículos autónomos. La de las runners que no admitían a otros corredores. La de los runners que se distinguían por sus mallas fucsia y que ahora se encontraba totalmente cubierta por un baño de sangre y por un sinfín de miembros descuartizados que comenzaban a ser retirados por hombres morenos con uniformes reflectantes.
Al menos el aroma de las flores seguía mitigando aquellos olores de muerte, terror y destrucción.
7.
Cuando Ainara llega a su casa cansada por la jornada laboral y deportiva, recorre el descansillo de su piso en cuyos apartamentos sus vecinas se abandonan a las series que la Wifi Terrena de Alta Densidad les proporcionan a esas horas de la noche y acerca su ojo derecho al lector de su puerta que le franquea la entrada con un zumbido mientras su asistenta booleana activa el sistema de nano-desinfección que en pocos segundos limpia su vestimenta y calzado. Al detectar la vibración de sus pisadas Fifí-5, su pequeño perro robot se desconecta de su base de carga y activa sus algoritmos de acompañamiento cariñoso, mientras las nano-fibras de su pelaje artificial incrementan su temperatura al contacto para remedar el calor animal.
Ahora no, Fifí – le envía su dueña a través de su emisor cerebral, lo que hace volver al pequeño peluche inteligente a su base,
Entonces la mujer se desnuda y entra en la cabina de pulverización iónica. Después de esto se acopla el movilizador-hidratador automático para que su paladar, labios, cuerdas vocales y laringe no se atrofien por la falta de uso y la sequedad ambiental. Después activa las fibro-luces de relajación marina y se echa a dormir, marcando en su pulsera intradérmica de monitorización Fitbyte la máxima longitud de onda alcanzable para que su monitorizado sueño sea lo más profundo y reparador posible.
Feliz y a salvo de todo.