Andora o la Pasión Sublimada (4ta entrega)

Si eres escritor o simplemente te gusta escribir y no has publicado nada todavía, entra aquí y preséntanos tu trabajo, procuraremos dar nuestra opinión respetuosa sobre tus textos.
Raul-de-la-Cruz
Mensajes: 11
Registrado: Lun Ene 22, 2024 10:38 pm

Andora o la Pasión Sublimada (4ta entrega)

Mensaje por Raul-de-la-Cruz »

CAPÍTULO IV
DE RODILLAS ANTE SEBALÁ.
Esta mañana se ha producido mi cuarto encuentro con Andora, nos vimos en el lugar convenido, un poco después de las nueve de la mañana. Algunas nubes alrededor presagiaban lluvia. Sin embargo, para nuestra fortuna, no fue así. Al observarla la noté un poco taciturna y distante, por tanto, no quise besarla al darle los buenos días.
- Te esperaba –se limitó a decir-
Y sin más preámbulos dimos comienzo a la sesión.

(Transcripción del 4to. registro grabado)
Dos días después de darme las revelaciones sobre Sebalá, Exnabor me despertó muy temprano en la mañana y me dijo:
- Levántate, tienes que acompañarme.
Fuimos hasta su barco y partimos con rumbo desconocido, yo solo traía conmigo el atuendo indecoroso que me obligaba a llevar. El viaje duró algunas horas en las cuales por sus consejos y su forma de hablar pude preludiar el inminente destino que me esperaba: Iríamos al encuentro de Sebalá. El barco atracó en una costa desierta y cubierta por una densa vegetación selvática. Estaba ya en la Guayana Francesa. Sus palabras confirmaron mis temores:

- Aquí vivirás en lo sucesivo.
- Pero ¿dónde me quedaré? Además ¿Qué voy a vestir? No me dejas nada y lo que cargo puesto apenas me cubre.

En aquel entonces me preocupaban de sobremanera los atuendos que llevaba, pues me consideraba impúdica con aquellas fachas, hoy sólo me queda el bikini y está a punto de reventarse por el desgaste al que ha sido sometido. Todo lo que tenía encima lo he ido perdiendo poco a poco. Cada vez que una parte de mis vestiduras se rasgaba o se desprendía de mi cuerpo era como si una parte de mi ser también me abandonara.

- Ya te dije una vez que con lo que tienes te basta. –Me respondió Exnabor- A partir de hoy serás sometida a la más absoluta brevedad de ropas. Es la única manera de que desates las pasiones más bajas de quienes te rodearán y complacer a Sabalá. Desde ahora eres su Lémbrina y como tal debes acostumbrarte a la exposición y al dolor. Asume lo sucesivo como una prueba, dura en verdad, pero de la que puedes salir victoriosa si entregas tu cuerpo y tu mente a una rígida disciplina que templará tu espíritu.

La voz del chamán sonaba cortante, pero sabía que lo hacía para tornar menos penosa la despedida. Durante el tiempo que permanecimos juntos me quiso como a la hija que nunca tuvo. Yo también lo quiero y sé que detrás de ese semblante grave y testarudo se oculta un alma noble. Él comprendió en mi silencio la pena que me causaba su despedida y sin voltear el rostro, tal vez para que no viera sus lágrimas, me dijo:

- Yo no te abandonaré por completo, pero de ahora en adelante tienes que buscar dentro de ti las respuestas a tus problemas.

Fueron sus últimas palabras antes de dejarme. Quedé sola y llena de dudas en medio de una playa solitaria y desconocida. Me tendí en la arena sin hallar que hacer, mientras contemplaba el barco de Exnabor que se perdía en la distancia. Sabía que en lo sucesivo mi destino estaría plagado de sufrimientos e inclemencias a las que no sabría cómo afrontar. Buscar las respuestas dentro de mi no sería fácil.
Me levanté cuando el barco se perdió de mi vista y empecé a caminar por la orilla tratando de ordenar, inútilmente, mis pensamientos. En la medida que avanzaba, mi falda se levantaba y todo mi culo quedaba al descubierto. Eso me avergonzaba a pesar de creerme sola, pues aún persistía en mí aquel prejuicio que me inculcaron las religiosas sobre la propiedad del cuerpo de ser fuente de pecado. Por ello, al encontrarme estirando insistentemente la ínfima tela que me cubría las nalgas, me sentía como la más sucia de las rameras. Odiaba mi cuerpo por ser tentador y por despertar el pecado a donde quiera que fuera.
El viento arreciaba contra mi pecho, estrechándome la camiseta contra los pezones que ya se encontraban enhiestos y a punto de salirse del escote, que de por sí era dos tallas por debajo de la mía. Al fin vencida por el cansancio y la incertidumbre, me tumbé de nuevo sobre la arena al pié de un palmar que muy poca sombra me brindaba. Olvidando la compostura entreabrí las piernas sin percatarme que estaba revelando mi ropa interior. Estaba sofocada por el calor y los pezones me picaban por la arena que se había colado entre mis pechos.
Humedeciéndome los dedos con la boca comencé a frotarlos suavemente para calmar la ligera irritación que habían sufrido. Aquello me produjo un desquiciante cosquilleo que jamás había sentido, pero que me excitaba a más no poder. Casi de forma inconsciente, bajé mi otra mano y abrí más las piernas para tomar posesión de mi sexo. Empecé a frotarme por encima del bikini, a los pocos segundos ya estaba húmeda del placer... sedienta de nuevas experiencias.
A pesar de haberme entrenado en el arte de la seducción, la esposa del Chamán jamás me había hablado de la autocomplacencia. Por eso, aquel pequeño retozo se me presentaba como algo novedoso, divino, pero a la vez desconocido. Mi dedo se abrió paso hasta la vagina y empecé a masturbarme con inusitado frenesí. Estaba a punto de rasgar el himen y experimentar en primer orgasmo de mi vida cuando una figura emergió de una cueva cercana a la playa, con su voz altiva e imponente coartó al instante mi delirio.
- Lo has hecho muy bien para ser la primera vez, pero te ha faltado algo.
- ¿Qué? Me atreví a preguntar, aunque en ese momento la interrogante más acertada hubiera sido ¿Quién eres?
- Que te postres ante mí. ¡Perra infeliz! Demuéstrame que me sirves.

Se había producido mi primer encuentro con Sebalá. Era una figura en apariencia femenina, pero con una terrible mirada capaz de impactar por sí sola. En ese instante lanzó sobre mí una fuerte descarga que me empujó contra unos matorrales, haciéndome perder la conciencia por algunos segundos. Apenas recobré el sentido me tumbé antes sus pies.

- Perdón mi señora –logré apenas decir- pero no sé que debo hacer para demostrarle la incondicionalidad de mi ser.
- ¡Humíllate ante mí!... Ofréceme tu cuerpo, aunque ya es mío.

Quedé petrificada ante lo que acababa de escuchar. ¿Cómo tenía que humillarme? ¿De qué manera le tenía que ofrecer mi cuerpo? En ese instante las palabras de Exnabor resurgieron en mi mente: “Busca dentro de ti las respuestas”... fue entonces cuando decidí seguir un impulso repentino y postrándome ante Sebalá le dije:

- Aquí me tienes mi Señora, humillada ante tus pies, pero no vencida, entregándote mi cuerpo que es lo único que puedes usar de mí. Sírvete de él empleándome sin clemencia ni compasión, si es esa tu voluntad, pero recuerda, aunque me martirices a tu antojo, todavía mi alma y mis pensamientos me pertenecen y los voy a defender con todo lo que me quede, pues en mi corazón siempre quedará un espacio para la libertad.

Me miró desatando una irónica carcajada que me erizó la piel, poco a poco fui levantando la mirada para enfrentarla cara a casa y fue así como la pude detallar. Era una hermosísima mujer, sin embargo, había en su belleza algo que atemorizaba... que inquietaba, que alejaba más que atraer. Su blancura contrastaba con el negro impenetrable de sus cabellos y se adivina en su mirada un dejo de lascivia y perversión que acelera los sentidos. En sus ojos verdes, resplandece la maldad y el sadismo que despliega sobre sus esclavas, mientras que en su voz resuena el tono hiriente e impositivo con el que siempre pronuncia sus más bajos designios.

- No pareces muy sumisa, pero igual me servirás. Eres consciente de tus funciones y eso, por ahora, me basta. No sé que esperanzas te haya dado el viejo Exnabor, pero desde hoy tu vida y tus circunstancias dependerán de mí, así que es preciso que conozcas las condiciones que les impongo a mis Lémbrinas: Primero, no podrás cubrir tu cuerpo bajo ninguna circunstancia, pues tu misión es atraer las miradas y los pensamientos más bajos de quienes lleguen a poner sus ojos en ti. Segundo, el placer está vetado para ti, solo servirás a los hombres para complacerme con su deseo, si algún día llegas a experimentar placer sin haberte enamorado lo pagarás caro. Tercero, deberás someterte a todas las pruebas que te imponga; algunas serán mortales así que tendrás que mantener alerta tus sentidos, día y noche, en todo momento. Cuarto, si alguna serpiente o animal venenoso llegase a herirte no podrás buscar ayuda de nadie, tendrás que ingeniártelas tú sola o resignarte a perecer. En la medida que lo considere necesario te podré imponer otra serie de limitaciones.

Sebalá desapareció en ese instante y de nuevo quedé sola en la playa, me tendí en la arena y comencé a llorar como nunca lo había hecho. Ya te podrás imaginar como ha sido mi existencia desde ese día, he tenido que pasar por circunstancias muy duras, pero poco a poco he podido burlar a mi opresora, aunque para ello he tenido que imponerme una disciplina mental muy fuerte. Vivo sometida a una tensión constante, por lo que cada vez me hace más difícil encontrar un momento de reposo o un algo de paz para mis sentidos.
Poco a poco se cierra mi círculo y sólo me alienta la esperanza, cada vez más lejana, de escapar de este infierno al lado de un hombre que se enamore de mi alma antes que de mi cuerpo. Lo peor de todo es esta desnudez casi absoluta a la que me encuentro sometida, no puedo cubrir mi cuerpo y lo poco que tenía encima lo he ido perdiendo... ahora sólo me queda esta minúscula prenda que apenas alcanza para cubrir mis carnes más púdicas. Es irónico, pero yo sí puedo decir que mi vida esta pendiendo de un hilo cada vez más estrecho. ¡Si tan sólo desearía poder cubrir mis pezones para mitigar el dolor en las noches de frío!
(Fin de la transcripción)

Diciendo esto, Andora llevó sus manos hasta uno de los pezones y comenzó a frotarlo con inusitada delicadeza mientras decía:

- Hace algunos meses estaba titilando del frió, sentía que los pezones se me iban a reventar de tan erectos que estaban y traté de protegerlos con unas hojas que apenas los cubrían, a la mañana siguiente amanecí con una picazón tan intensa y martirizante que prácticamente me desgarré las carnes para conseguir un poco de alivio.

Diciendo esto se aproximó hacia mí poniendo sus tetas a escasos centímetros de mis ojos y me dijo:

- Creo que todavía tengo algunas cicatrices, aunque ya casi no se notan... fueron noches horribles en las que hubiera dado la vida por un poco de crema que aplacara mi ardor. No sé si serán especulaciones mías, pero después de esa experiencia siento que se han vuelto hipersensibles, hasta el punto de poder percibir las vibraciones positivas o negativas de las personas que se acercan a mí. He sentido la excitación de los hombres que se me aproximan como una daga rozándome la piel, pero en tu caso percibo energías diferentes... Si me permites acercarme más te describiría lo que me transmites.

Tomando mi silencio como una afirmación, se acercó hasta mí y desabrochando mi camisa descubrió parte del pecho para empezar a rozar sus pezones de una manera tan delicada y sutil que apenas si se percibía el contacto. En ese juego también percibí su respiración entrecortada chocando contra mi pecho, para llevar la experiencia al máximo nivel.
Describir lo que viví en aquel instante me resulta casi imposible, eran varias sensaciones llevadas mucho más allá de sus límites: deseo, compasión, rabia, ternura... ¿Cuál de ellas predominaba? Todas, creo yo.
Sin saber cómo reaccionar, sólo pude levantarme y abrazarla por varios segundos en actitud paternal. Al mirarla noté algunas lágrimas y traté de consolarla, pero ella con suma delicadeza puso su mano en mi boca para que no le dijera nada y aferrándose más a mi pecho, me demostró que sólo le bastaba el abrazo para sentir mi solidaridad. Al cabo de algunos segundos me refirió algo que no pude grabar, pero que recuerdo que era más o menos así:
“He podido permanecer virgen hasta este momento, aunque he estado a punto de perder esta condición en varias oportunidades, algunas veces por sometimiento y otras por deseo, mas siempre hay algo que me reprime o que me salva. Afortunadamente a Sebalá sólo le interesan los impulsos reprimidos y le basta con que me deseen; aun no comprendo la naturaleza tan extraña que rodea a mi opresora, pero ha servido para lograr mi cometido. Un acto tan puro como lo es la entrega mutua de dos seres que se aman, es algo que atenta contra su naturaleza egoísta y onanística”

- Aun no me has dicho que tipo de energías te transmito –le dije- y sonriendo me respondió.
- Por ahora es un secreto...el único que te tengo.

La proximidad de la noche nos obligó a separarnos con la promesa de reencontrarnos al siguiente día.

(Nota 1 – Diario de Campo)
“Son las dos de la madrugada en Cayena. El sueño comienza a apoderarse de mí después de escribir estas líneas que reflejan mi encuentro con Andora en el día de ayer. Hoy espero encontrarla nuevamente en el lugar convenido y de ser así, esta misma noche estaré escribiendo el siguiente capítulo de una historia en la que cada vez me siento más inmerso”
(Fin de la nota)
(continuará)

Carlos Pereyra
Responder

Volver a “Preséntanos tu obra”