Andora o la Pasión Sublimada (1era entrega)

Si eres escritor o simplemente te gusta escribir y no has publicado nada todavía, entra aquí y preséntanos tu trabajo, procuraremos dar nuestra opinión respetuosa sobre tus textos.
Raul-de-la-Cruz
Mensajes: 11
Registrado: Lun Ene 22, 2024 10:38 pm

Andora o la Pasión Sublimada (1era entrega)

Mensaje por Raul-de-la-Cruz »

Prefacio

Escribir sobre Andora no me resulta fácil en este instante, pero necesito hacerlo. Apenas hoy la conocí y ya su presencia se aferra a mis pensamientos con una fuerza superior a mis sentidos. Quizás fueron las circunstancias que condicionaron nuestro encuentro, o la majestuosidad todavía salvaje del paisaje guayanés... aun no puedo precisar las causas que me impulsan a hablar sobre ella, pero me siento extraño y necesito escribir sobre esa mujer para atenuar, de alguna forma, este recuerdo que se apodera de mi mente con evidentes matices obsesivos.
Llegué acá hace dos días. Lo primero que hice a mi arribo fue buscar un hotel y descansar para iniciar con todos los bríos a la mañana siguiente. Ya instalado en mi habitación, le solicité al empleado del hotel una guía turística donde estuvieran especificados los lugares de interés en la Guayana Francesa, al cabo de un rato se apareció con un mapa del territorio que empecé a estudiar detenidamente para determinar cual sería el primer lugar que visitaría por la mañana.
Al día siguiente y después de un desayuno reparador, tomé un taxi que me llevó hasta las afueras de Cayena. Caminé largo rato por la orilla de una playa casi desierta que me maravilló por su paradisíaca belleza. Allí, la acción “civilizadora” del hombre aun no había hecho sus estragos. Todo a mi alrededor conservaba ese encanto de lo salvaje e inexplorado, de lo misterioso que, apenas a ráfagas, se revela a la curiosidad del hombre. Definitivamente, se percibía una belleza afrodisíaca en aquel paisaje y los sentidos no podían permanecer indiferentes ante ese estímulo embriagador.
Me encontraba absorto en esta contemplación cuando súbitamente, me sentí observado por una presencia que me intimidaba. Levanté la vista a mí alrededor, pero solo para constatar que no eran las pocas personas que transitaban por la playa, ellos no podían mirarme de aquella forma. Se trataba de una mirada pasiva, y al mismo tiempo escrutadora, de esas que analizan cada movimiento, cada gesto, cada expresión.
Era, en definitiva, una mirada expectante, que se clavaba sobre mi nuca de una manera persecutoria, como a la espera del momento más oportuno para abalanzarse sobre mí, como si se tratara de una presa indefensa. Solo tenía la certeza de que “aquello” se ocultaba tras unos matorrales a pocos metros de la orilla.
Ya me habían dicho que Cayena no era precisamente el lugar más seguro para pasar unas vacaciones, no solo por la inestabilidad política, sino por los constantes hurtos y asesinatos de los que habían sido víctimas algunos extranjeros. Todo ello ante la mirada casi indiferente de las autoridades locales. Poco a poco me fui alejando de donde estaba para acercarme a un grupo de pescadores que regresaban de su faena. Sin embargo, una voz femenina resurgió de entre la maleza para disuadirme:

- No. Por favor... no te alejes. Necesito hablarte.

Volteé ante la inusitada presencia y quedé sorprendido ante el espectáculo dispuesto ante mis ojos: Una hermosísima mujer, en apariencia desnuda, se encontraba frente a mí. En su mirada serena, pero a la vez triste, se presentía una pena interminable. Así conocí a Andora.
Lo primero que me impresionó fue su voluptuosidad, su cuerpo era groseramente exquisito. La piel morena se me antojaba suave, aun sin tocarla y armonizaba perfectamente con su cabello negro azabache que le llegaba mucho más abajo de los hombros... Ahora mientras escribo, me pregunto si fueron sus escasas vestiduras o si fue el exotismo embriagante del lugar, no lo sé. Lo cierto es que se me hacía imposible mirar su cuerpo sin que emergiera en mí ese deseo incontenible de tocarlo, de sentirlo, de conocerlo con mis manos. No era la primera vez que experimentaba aquella sensación pero, a diferencia de otras ocasiones, me resultaba imposible contener los impulsos. Era como si la tentación asumiera el mando de mis sentidos, dejando de lado el juicio y la cordura. Necesito tocarla –pensé- y como si leyese mis pensamientos me respondió:

- Tu mirada transpira el deseo que en este momento te posee y no te culpo ni te juzgo, pero si me quieres sentir no podrá ser con una caricia precisamente. Golpéame si lo deseas, pero no me brindes ninguna prueba de afecto, porque en este momento me haría mucho más daño.

Permanecimos silentes por varios segundos, yo excitado y ella expectante. Ante mi turbación me dio la espalda con desprevenida inocencia, poniendo ante mis ojos la tentación de sus nalgas. Las contemplé lujurioso y sin saber que hacer. Dentro de mí sentía arder la sangre en un arrebato de lascivia que se apoderaba de mi mente y de mi cuerpo. Cegado por el deseo levanté mi mano y le descargué una fuerte nalgada... una nalgada seca, sonora, dolorosa, creo yo.
El rojo quedó estampado sobre su piel y solo de verlo pude presentir su dolor. Miré con arrepentimiento el resultado de una perversión repentina para sentirme avergonzado de semejante bajeza. Sin embargo, debo decir a mi favor que era una fuerza superior a mis sentidos las que me impulsaba, lo cual pude corroborar más adelante.
Le va a salir un cardenal –pensé- no debí ser tan brusco solo para satisfacer un deseo. Ella no pareció inmutarse ante mi bajeza, era como si estuviese acostumbrada a los maltratos, privaciones o sacrificios. Sin pronunciar queja alguna, poco a poco fue suavizando el golpe con un ligero masajeo. Así pude divisar la ínfima telita que se debatía entre sus nalgas, tratando de sostener un bikini deteriorado, reducido por el tiempo y el uso a la mitad de lo que fueran sus dimensiones originales. Aquello era el preludio a una desnudez inevitable a la cual se exponía y se resistía al mismo tiempo por alguna inexplicable razón.

- No me preguntes como lo sé –dijo de repente- pero estoy enterada de que eres escritor.
Quedó esperando que le confirmara sus palabras, pero ante mi silencio prosiguió:
- Necesito que escribas sobre mí, sobre lo que ha sido mi vida durante estos últimos años, de donde vengo y todo lo que he pasado hasta ahora.
- ¿Con qué finalidad? –Le pregunté-
- Es preciso que se conozca mi historia, pues solo eso me podrá salvar. Para muchos seré una mentira, pero me aferro a la esperanza de que haya alguien que nos crea y venga a buscarme.
- ¿Qué te hace suponer eso? –Pregunté intrigado-
- Porque presiento la existencia de ese ser y sé que en donde quiera que esté, esa persona también presiente la mía, aunque no sea plenamente consciente de ello. Si estás dispuesto a escribir te contaré una historia real, aunque difícil de creer. Una historia donde la lujuria, la hechicería, el dolor y el misterio se han mezclado para hacerme insoportable la existencia.

No di mucho crédito a aquellas palabras, pero el solo hecho de tener cerca de mí a aquella exótica mujer fue suficiente para que aceptara, olvidándome, incluso, de mi misión en aquel lugar. Acordamos vernos a la mañana siguiente en una pequeña casucha localizada en una trilla que se desprende de alguno de los tramos de la carretera que comunica a Cayena con Kourou.

- Es un lugar despoblado al que solo se puede llegar en auto. -refirió-
- ¿Por qué no podemos vernos aquí? –pregunté-
- ¡Mírame! estoy casi desnuda y en estas condiciones no puedo exponerme ante la gente. Antes quizá lo hubiera podido hacer porque estaba más cubierta.
- Pero puedes taparte –le dije ofreciéndole mi chaqueta-
- ¡Es imposible! –respondió en tono cortante- y aunque sé que estoy abusando de ti... ¿Te puedo poner una condición?
- ¿Cuál?
- No me hagas preguntas cuando nos encontremos, tus dudas se irán aclarando poco a poco y en la medida que yo te narre mi historia... Por favor –me dijo con cierta coquetería- no me mires con tanto recelo. En estos momentos eres la única persona con la que cuento.

Me reveló su nombre y con eso dio por finalizado nuestro primer encuentro. Cuando llegué al hotel la situación se tornó más confusa al encontrar una comunicación en la que se me pedía pasar por la sucursal del Banco de Francia para retirar un cheque a mi nombre por una suma de diez mil dólares. Llegué al banco y no me supieron dar información sobre mi benefactor –al parecer quería mantenerse en secreto- El cheque había sido emitido por una compañía aduanera con sede en Panamá. Tomé el dinero en medio de muchas dudas y regresé al hotel.
Ahora son las doce de la noche en Cayena, no he podido dormir y creo que mi insomnio va para rato. Hasta los momentos lo que he escrito refleja todo lo que se sobre Andora y solo espero con ansiedad que amanezca para ir de nuevo al encuentro de aquella mujer. De ella depende que esta historia siga su curso o se archive como una página más de mis relatos inconclusos.

[img][img][img]CAPÍTULO II
SEGUNDO ENCUENTRO. ANDORA REVELA SU ORIGEN.

(Transcripción del 1er registro grabado)
La mañana luce fresca y despejada, me han dicho que llueve mucho por acá, pero hoy parece hacer buen tiempo. Preguntando en el hotel me han informado sobre algunos sitios donde puedo encontrar autos usados a buen precio, creo que con lo del cheque alcanzará para eso y mucho más...
Después de regatear bastante, he conseguido un viejo jeep en buenas condiciones. Ahora mismo me dirijo en él para mi segundo encuentro con Andora, no conozco el territorio, pero creo que no hay pérdida si continúo por la carretera que bordea la costa...
…Hace quince minutos que he dejado la ciudad de Cayena, ahora transito por un tramo de la vía prácticamente despavimentado, no veo casas, solo el mar y la selva virgen me delimitan el paisaje. Creo que me he perdido...
…Llevo más de una hora conduciendo, ya he pasado Kourou y todavía no consigo el refugio de Andora. Este lugar me parece muy peligroso y creo que lo mejor es regresar a Cayena para dedicarme de una buena vez a los asuntos que me conciernen y que me trajeron hasta acá. Detengo abruptamente el automóvil y cuando cruzo para reiniciar el retorno, me encuentro con una pequeña choza que inicialmente me había pasado inadvertida. Está construida con palmas y barro, en apariencia se encuentra abandonada, pero es preciso salir de la duda...
…Entro tomando mis precauciones, traigo conmigo un cuchillo para enfrentar cualquier eventualidad... Al parecer no hay nadie en el interior de esta casucha... Un sudor frío me recorre por la frente cuando escucho unas pisadas que rompen la hierba seca, siento que he caído en una trampa...
(fin de la grabación)

Me volteo rápidamente y me abalanzo sobre mi presunto agresor alcanzando a herirlo en un brazo. Éste detiene mi mano y con un golpe certero me hace botar el cuchillo.
- ¡Detente! –me grita- ¿Por qué me quieres matar?
Es Andora… me observaba con expresión de susto e incredulidad. Reacciono y contemplo aturdido el resultado de mi insensatez: sobre su hombro izquierdo corre la sangre y de sus ojos brotan sendas lágrimas que denotan su decepción.
- ¿Por qué me heriste? ¿Qué mal te hice?

Avergonzado de mi bajeza le explico lo sucedido, el temor que aun persiste en mis manos le confirma mis palabras. Todo fue un impulso repentino, ocasionado por el miedo. Afortunadamente, la herida no ha sido profunda, pero sigo avergonzado. Ella nota mi arrepentimiento y pasando sus manos por mi cabello me dice:
- No te preocupes... cuando sepas por lo que he pasado te darás cuenta de que estoy muy familiarizada con el dolor.
De nuevo enciendo mi grabadora y ella comienza a hablar…

(Continuará)
Responder

Volver a “Preséntanos tu obra”