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Relato 31 - Sllaw
2024-10-30
Presentación
Una vez, en una manifestación, el protagonista cruzó por donde nunca debería haber cruzado. Desde entonces ve entradas, accesos, donde otros sólo ven muros.
Relato
Sllaw. Atraviesa los muros, Los verdaderos, auténticos, Densos, desesperantes Muros. Tan fríos como la Noche Antes de la verdadera Muerte, tan oscuros como el Alma De los Eternos Condenados. J. Javier Arnau. Muros Aunque sea yo quien la estoy contando, esta no es mi historia sino la de mi hermano. Alguien por quien profesaba verdadera devoción, un modelo para mí en todos los sentidos. Tal vez por eso me cuesta aún más centrarme en aspectos de su personalidad, de su verdadero ser, que nunca hubiera deseado averiguar. La mentira era más cálida, más noble y, por qué no decirlo, más esperanzadora, más necesaria en un mundo como este en el que nos ha tocado vivir. Ya escuchamos la verdad demasiadas veces, en demasiados sitios; deberíamos tener un lugar en nuestra mente en el que los hechos se nos presentan como hubiéramos deseado que acontecieran. Todo empezó en el año 2003. El día exacto no he sido capaz de averiguarlo, pero debió acontecer en el mes de marzo, tal vez febrero. Mi hermano estudiaba matemáticas en la Universidad Complutense de Madrid y se acababa de saber que tropas españolas estaban colaborando en la Guerra de Irak. El asunto se expuso en las distintas clases y se acordó de manera casi unánime en su facultad, y en muchas otras de la Ciudad Universitaria, suspender la jornada e iniciar una marcha espontánea hacia el centro de la capital. El acontecimiento en sí ya resulta bastante insólito si se piensa en la situación actual, pues tal hecho podría suponer graves multas a día de hoy. Pero sin centrarme en los pormenores políticos del asunto, que no son lo esencial de esta narración, volveré a la parte relevante de la historia. La marcha improvisada recorrió la Avenida Complutense, pasando de largo facultades y parques, así como el conocido Faro de Moncloa, abierto y visitable en aquella época. Como es común en esta clase de manifestaciones jóvenes, uno siempre suele juntarse con los amigos para realizar el recorrido con ellos, tal y como mi hermano hizo, pero justo cuando estaban llegando a las inmediaciones del Cuartel General del Ejército del Aire tuvo una idea. Dado que las autoridades aún no habían logrado ponerse de acuerdo sobre qué debían hacer con los manifestantes, y por tanto aún no estaban desviándoles ni enviando a nadie para cargar sobre ellos, pensó, mirando el Arco de la Victoria, popularmente conocido como la Puerta de la Moncloa, que podría intentar cruzarlo. En este punto hay que aclarar que el arco se encuentra en una isleta en mitad de la carretera, que no hay manera alguna de acceder a pie —no existe paso de cebra ni nada que cumpla tal función— y que por supuesto no estaba permitido pasar por debajo suyo. Pero mi hermano pensó que nunca tendría una ocasión igual y que podría contar tal anécdota a sus nietos, aunque en aquel momento lo más seguro es que estaría pensando más bien en impresionar a alguna chica rememorando la hazaña en una salida nocturna. Y, en efecto, logró cruzarlo, pero no como hubiera imaginado. Dado el enorme grosor del monumento sus amigos no le vieron hacerlo, ya que ellos lo estaban rodeando, y por tanto fueron los primeros sorprendidos cuando, al tomar de nuevo el sendero central y tener de nuevo visibilidad con la parte central del arco, encontraron a mi hermano desmayado, tirado en el suelo. Había cruzado el monumento, pero era como si un dios perverso le hubiera castigado por su osadía fulminándole con un rayo invisible a los pocos segundos de lograrlo. Puede parecer un modo de hablar exagerado, pero nada más se acercaron a socorrerle y preguntar a los testigos qué había pasado, éstos les dijeron que, al alcanzar el ecuador de su recorrido, se desvaneció como si algo le hubiera herido. Uno de ellos llegó a decir que era como si de repente hubiese sufrido alguna clase de espasmo, ya que sus brazos y piernas se torcieron en una postura diferente de la que tenía apenas un segundo antes, casi como si hubiera pasado de avanzar con decisión a escapar de manera desesperada de algo. Creo que esa persona jamás será consciente de hasta qué punto acertó en su descripción de lo acontecido. Llamaron a una ambulancia, que se presentó enseguida ya que esperaban incidentes con motivo de la manifestación espontánea, y le reconocieron de inmediato. Aparte de un golpe en la frente debido al desmayo y magulladuras en los brazos, en apariencia todo quedó en un susto. Le dieron el alta y ordenaron radiografías para descartar lesiones. Luego pregunté a uno de sus amigos y al principio no quiso hacerme caso y me trató como si estuviera loco, pero al final admitió notar algo raro en su ropa. Decía que estaba muy desgastada, incluso con rotos en el pantalón y agujeros en la camiseta, y que tuvo la extraña sensación de que su tez parecía más cenicienta y como si tuviera barba de uno o dos días, a pesar de que se pasaba la maquinilla a diario. Aunque esos detalles pasaron desapercibidos a los amigos de mi hermano, el que no lo hizo, y se prolongó a largo plazo, fue que cayó en una suerte de estado catatónico muy agudo. Se solía quedar callado a menudo sin motivo aparente, mirando a lugares en los que no había nada de interés o no parecía que se albergara nada importante —en especial fachadas de edificios antiguos—, y cuando le preguntaban qué sucedía se limitaba a decir que nada y regresaba de nuevo al mundo real. Meses después sufrió su primer brote de esquizofrenia y los médicos aventuraron que, aunque tenía predisposición genética, el incidente de la manifestación pudo actuar como un disparador. Por aquel entonces empezó a sufrir desdoblamiento de personalidad —dividía los recuerdos entre los suyos propios y los de otras personas inexistentes— y delirios leves pero no por ello menos inquietantes. Insistía en que no tardó segundos en cruzar el arco sino días, que se convirtió en un túnel que cada vez parecía más y más largo y, lo más intranquilizante, que mientras lo atravesaba vislumbró personas misteriosas, gente que, por supuesto, no estaba allí según los testimonios. A veces incluso mencionaba ancianos y niños, pero en la marcha sólo participaron estudiantes universitarios. A pesar de mis investigaciones posteriores, nunca tuve claro qué podían representar esas siluetas. ¿Delirios de su mente o verdaderas figuras espectrales? En una ocasión mencionó que había distinguido a un soldado con su uniforme y armas, y en aquel lugar se desarrolló una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil, pero la asociación me parece tan burda que casi la descarto de inmediato; además describió a muchos otros sujetos uniformados, como un policía o incluso un bombero. De hecho, a veces se refería a ese conjunto de personas o espectros con el término de población, como si no estuvieran anclados a un lugar como los clásicos fantasmas sino en tránsito. Lo primero que uno puede aventurar es que tal vez su mente le hizo creer que había estado a punto de llegar al final del túnel, pero yo mismo empecé a sentir que podía haber algo de verdad en sus palabras. Tan increíble era lo que contaba, y la vividez con que lo narraba, que mi curiosidad empezó a verse tentada. Y lo peor de todo era que empezó a obsesionarse aún más y recabó un montón de información relativa a lo que se podría denominar puertas y lugares de paso hacia otros mundos, superchería esotérica barata de la más baja calidad literaria. Sin embargo, entre toda esa porquería, debo reconocer que una de las historias me llamó la atención. Hablaba de que existían ciertos accesos —los denominaba en concreto Brechas— que conectaban dos realidades pero que estaban sellados desde tiempos inimaginables y no funcionaban en teoría en ninguna dirección. Decía en teoría porque a veces, bajo condiciones excepcionales, podían atravesarse. Las condiciones a cumplirse eran complejas, extrañas e insistía en que no siempre se repetían, algo muy conveniente para mantener el velo de la incertidumbre, pero una de ellas me llamó especialmente la atención. En concreto decía que la brecha no sólo debía estar en el lugar, también en el alma de quien la atravesaba. Un grupo de frikis anglosajones usaba el término Sllaw, y el motivo es obvio sin más que leer la palabra a la inversa. Los Sllaw, según ellos, eran muros, fachadas, puertas o accesos que llevaban al lado contrario. No entendía muy bien qué querían decir con eso de contrario y sospecho que ellos tampoco. La mayoría eran los típicos cazadores de lugares abandonados que no quieren compartir la información por temor a que la afluencia de visitantes estropee la belleza virgen de los sitios que localizan, por lo que apenas tuve conocimiento de unos pocos, y casi todos en otros países distintos de España. En nuestro país había parkings reconstruidos, centros comerciales nunca inaugurados, tiendas viejas y desahuciadas de clientela que se alojaban en antiguos palacios decadentes, y otras ubicaciones de índole similar. Encontrar información de los Sllaw no fue nada sencillo. Aunque el término parezca extraño, a día de hoy se puede encontrar de todo buscando en Google, y separar el grano de la paja fue una labor ardua, pues resultó ser un término de indudable poder simbólico, como pasa a menudo con las palabras escritas al revés (el primer término que se me viene a la cabeza es el conocido redrum). Una de esas menciones me llamó más la atención que las demás y, para cuando quise darme cuenta, ya estaba absorbido por completo por ella. No sabía si creer a mi hermano o no, pero mi curiosidad era sin duda el más poderoso de los incentivos para pasarme las horas muertas delante del ordenador, con su disco duro quemándose a tanta velocidad que tenía que situarlo a ratos frente al aire acondicionado. La página no la recuerdo pero sé que empieza por S y se trataba de otra palabra anglosajona al revés. En ella se mencionaba que los Sllaw permitían la entrada a Elloh, una especie de ciudad de pesadilla. No pasé por alto la idea de escribir la palabra al revés y descubrí que tenía significado, no en inglés sino en alemán. Supongo que no hará falta que diga de cuál se trataba. Se describían los muros de Elloh como inmensas construcciones de kilómetros de espesor, casi montañas rectilíneas que ningún arquitecto en su sano juicio hubiera podido concebir, con ventanucos en el suelo, puertas en la zona alta de las paredes, barandillas que se retorcían en espiral y se alejaban de las escaleras y otras burlas a la funcionalidad y al sentido común. Eran bloques muy extensos en los que la luz apenas entraba a través de diminutas ranuras y que extrañas criaturas fosforescentes iluminaban desde el interior. La descripción no se detenía en las murallas y hablaba también de laberintos subterráneos de tamaño continental, pilares imposibles robados a otras ciudades arcanas y templos que albergaban conocimientos que desafiaban las leyes de la naturaleza y que se correspondían en forma y ubicación con simples bibliotecas en nuestro lado. Cuando llegué a la parte de los habitantes de la ciudad y del río cuyo cauce no estaba formado por agua, fuego ni ningún otro elemento terrenal, dejé de leer, pero no pude alejar de mi mente que muchos de los detalles que mi hermano había narrado se correspondían casi a la perfección con las descripciones. La explicación más lógica era que había llegado a la misma página antes del incidente, pero admito que investigué tanto por cuenta propia, y muchos otros hablaban también de ello, que llegué a dudar si los Sllaw no podrían ser una fantasía con ciertos visos de realidad. Igual que no siempre cuatro paredes conforman una estancia, no todo acceso puede servir de Sllaw. La puerta de una habitación, de un ascensor o de un armario no son capaces de ejercer tal función, aunque se especificaba que ciertos seres, con ciertos artefactos especiales, eran Guías que tenían permitidas todas las entradas. O tal vez un solo ser, no lo entendí bien. También mencionaba que a la ciudad de Elloh no viajaba el cuerpo sino la mente, la que de verdad encontraba la brecha, y que las leyes ordinarias de la física debían cumplirse, con lo que si el cuerpo perdía su aliento la naturaleza, empleando una ley de mínimo esfuerzo así como medios mecanicistas, provocaba que alguna clase de accidente sucediera de modo que el envoltorio del viajero también se vaciara. No era más que un modo enrevesado y esotérico de decir que aquellos que cruzaban un Sllaw dejaban aquí su cuerpo y, bajo nuestro punto de vista, el viajero perecía debido a un asalto bajo un puente, una caída desafortunada o cualquier otro evento nada inverosímil si uno se dedicaba a tentar a la suerte en lugares peligrosos. Me llamó la atención también la insistencia en que cuando un Sllaw te llamaba era para que no volvieras, como si fueran en sí mismos seres vivos capaz de dominar tu voluntad. No tuve claro si eso quería decir que aquel que cruzaba al otro lado no volvía o que si regresabas ya no habría marcha atrás. Como muchas otras cosas, no llegué a saberlo con certeza. Muchos insistieron en que me estaba volviendo obsesivo y fui consciente de que estaba recorriendo la misma senda que mi hermano. Decían que eran pensamientos esquizoides, lo que avivó mi temor a sufrir un brote similar al suyo, una posibilidad nada incierta al compartir la misma predisposición genética. Por ese motivo también quería saber más de lo que le había pasado, conocer la diferencia entre realidad y ficción para distinguirla si alguna vez me apresaba esa enfermedad mental y así combatirla, luchar contra sus alucinaciones. Un día, poco tiempo después, mi hermano desapareció. Dicen que a partir de ese momento empezó mi propia locura; yo creo que nunca he sido tan cuerdo como en esos días oscuros. Porque por fin empecé a creer, a considerar en serio la posibilidad de que algo o alguien externo le hubiera arrebatado de mi lado. Y ya no sólo luchaba por él, también por mí, puesto que nada garantizaba que no acabara sufriendo un destino similar, ya fuera terrenal o irracional aquello a lo que me estaba enfrentando. Ignoraba qué medios podían emplear los Sllaw para atraer a sus víctimas, si hacía caso de los escritos que había estado leyendo durante meses en Internet. A veces se encontraban notas en ciertos lugares que eran proclives según las señales, pero los que las hallaban relataban que solían sobresalir de salientes en los ladrillos o los quicios de las puertas, como si alguien las hubiera dejado ahí, y que cuando tiraban de ellas sólo se quedaban con una parte, pero al otro lado de la puerta, o entre los emplastos de cemento, no estaba el otro pedazo que faltaba. Yo no creo que esos fueran métodos para invocar a desdichadas víctimas, sino el equivalente a mensajes en una botella, e imagino que suelen poseer escasa efectividad. Si el náufrago desconoce el nombre del lugar en el que está o cómo llegar a él de poco sirve que envíe una misiva de auxilio puesto que no hay medio de establecer contacto. El contenido de esas notas, siempre según quienes las encontraron, resultaba incoherente, como desvaríos de un loco, o tal vez no existían palabras adecuadas para todo lo que querían relatar. ¿Podría ser que los enfermos mentales sean los únicos capaces de discernir cómo es el mundo realmente? Era una pregunta irónica cuya respuesta esperaba no conocer jamás. A más leía acerca de esa leyenda urbana moderna, porque no había nada en la historia antigua que pudiera siquiera asemejarse, más y más me iba empapando de un conocimiento extraño, contemporáneo y a la vez con un hedor a arcano, como si siempre hubiera estado ahí pero sólo en las circunstancias actuales hubiéramos reparado en él, debido a nuestra capacidad actual de colonizar todos los lugares existentes. Leí sobre Warreh, Señor de Elloh, cuyo número es el 5, sobre el Tiehleknud Eid y sus enemigos mortales, los Otros Seres, así como los neutrales 72 Ojos del Observador; sobre su segundo general, la Perversión Fractal, que reside en nuestro mundo y cuyo número es el 25; sobre Bhaumb el Estático, el Demonio Árbol, también conocido como el Traidor Dimensional, y su expansión de podredumbre y Esporas terribles; leí sobre el Mar de la Medianoche, antaño Ciudad de la Lluvia Negra, anegada por Zestrun el Dios sin Rostro, rival de Warreh y eterno aspirante a conquistador de Elloh; leí sobre tantas cosas, algunas de ellas tan alucinantes y fantasiosas, que tuve que imponer una barrera entre ellas y mi cordura y empezar a considerarlas el producto de una mente enfermiza, retorcida pero muy, muy imaginativa y creativa. Si se hacía caso de las dimensiones que se estimaba que podía tener esa otra ciudad, la espesa muralla que la rodeaba, y que poseía todas aquellas brechas, todos aquellos Sllaw, entonces era tan extensa que pasaba por múltiples países e incluso continentes, y los japoneses la llamaban Daiseikai, o ‘mundo gigante’. Se especulaba con que su máximo esplendor se produjo al mismo tiempo que se construyó la Gran Muralla China, y que sufrió un devastador ataque de huestes indescriptibles a la altura de lo que en nuestro lado sería Alemania, hecho que de aquí se transformó en la caída del Muro de Berlín. Todas las barreras de vergüenza de la historia de la humanidad eran una sola muralla en aquel otro mundo de pesadilla, desde el Muro de Adriano al del Gueto de Varsovia, la separación de la Franja de Gaza o la frontera de Estados Unidos con México. Todos esos muros construidos a base de odio y temor constituyeron los puntos de mayor fortaleza en la muralla de Elloh, que se completa a sí misma a partir de puentes donde duermen los indigentes, calles que separan territorios de bandas rivales, edificios oficiales donde la corrupción alcanza sus máximas cotas y en general todos aquellos lugares físicos que de una u otra manera simbolizan lo peor de la especie humana. Todo cobraba sentido ya para mí y explicaba cómo el Arco de la Victoria podía ser uno más de aquellos terribles Sllaw: no existe mayor horror que un homenaje al derramamiento fratricida de sangre, justo lo que simbolizaba ese monumento, aún más abyecto puesto que fue levantado donde se produjo la contienda más encarnizada de la llamada batalla de Madrid, durante la Guerra Civil. Cuando conté esta teoría a mis conocidos se preocuparon por mi estado de salud. No les culpo, pero reflexioné que si todo era cierto, si había dado en efecto un paso decisivo hacia la demencia, entonces eso quería decir que ya estaba listo para la prueba definitiva. Sólo los locos y aquellos con una brecha en el alma podían atravesar un Sllaw. No diré que lo conseguí a la primera. Tuve que dejar mi empleo, esconderme todas las noches en el bosquecillo junto al Arco de la Victoria, y pasar por debajo cuando la ocasión se presentaba propicia, ningún transeúnte pasaba por la zona y el tráfico se presentaba escaso o nulo. Los fines de semana resultaba imposible siquiera intentarlo, lo cual prolongaba mi angustiosa espera. Hasta que un día lo conseguí y crucé al otro lado, un día como cualquier otro para mí pero en el que por puro azar se debieron de dar más indicios adecuados de los que conocía. Luego supe por ejemplo de la importancia de la hora, que las 05.05, de la tarde o de la madrugada, eran el momento perfecto, del mismo modo que la presencia cercana de vegetación. Un testigo me vio cruzar y me recogió justo después, un soldado que se dirigía hacia el Cuartel del Aire. Dijo que me perdió de vista apenas una fracción de segundo, como en un parpadeo, y luego volvió a localizarme al momento. Él lo atribuye al hecho de que estaba lloviendo —otro de los indicadores— y al cansancio, pero yo sé que no desaparecí de su campo de visión por causas naturales. Me encontró de rodillas, llorando. Destrozado por dentro porque al fin había averiguado la verdad sobre aquel a quien tanto había admirado. No voy a entrar en detalles porque no quiero atormentar el alma de quien pueda leer esto, pero lo vi. Todo. El túnel interminable, las criaturas fosforescentes, los vagabundos espectrales, que eran mucho más numerosos de lo que jamás había imaginado. Llegué aún más lejos y miré atrás, me atreví a dar unos pasos hacia el exterior, preguntándome por qué sería necesario un muro tan inconcebible, de varios kilómetros de espesor, y de qué estaba protegiendo aquella abominable urbe. Los horrores que vi y que vagamente logré contemplar, entre ellos la monstruosa construcción bélica que ocupaba lo que en nuestro mundo conocemos como el Faro de Moncloa, me convencieron de la conveniencia de proseguir y no mirar atrás. Al fin, tras lo que para mí fueron varios días de camino sin comer ni dormir, empecé a apreciar el final del túnel y, en el horizonte inmediato, un barroco y extraño templete, equivalente de lo que sería la Junta Municipal en nuestro lado. Allí mismo pude vislumbrar la silueta de mi hermano, que me hacía gestos para que me acercara. Cuando me estaba acercando, titubeé. Algo dentro de mí, algo que jamás podré explicar, me hizo retornar a la senda de la cordura y pensar que si eso era mi hermano, entonces mi hermano no era humano, y tal cosa no parecía lógica ni posible. Y fue de ese modo como un instante de lucidez me apartó de él para siempre, justo cuando empezaban a definirse sus rasgos deformes, rugosos y desproporcionados, y el sonido de su voz, ni aguda ni grave, pero mesmérica cual canto de sirena. De repente mis pies no respondieron y lo horizontal se volvió para mí inclinado, no sólo impidiéndome avanzar, sino obligándome a regresar por donde había venido. Entre lágrimas supe lo que pasaba, lo comprendí en su totalidad. Ya no era digno de pertenecer al reino de los locos, de alcanzar el máximo conocimiento. La verdad, terrible y tiránica, había hecho presa sobre mí, y me había recordado que no recorría ese camino por primera vez. Y mientras me alejaba cada vez más y más de esa silueta, de ese Dios, justo cuando comprendía que no era uno sino cinco, todos uno y el mismo, que me esperaban con sus apéndices frontales abiertos, comprendía al fin lo que tanto tiempo me había negado. Yo no tengo ningún hermano.
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Fecha Publicación
2024-11-01 19:28:23
Comentario
Me parece que entraña una importante reflexión sobre el asunto de los monumentos que en su mayoría rinden culto a atrocidades, incluso una mancha de duda sobre una institucionalidad de un fondo definitivamente abyecto, y que solo los locos pueden ver -o es a causa de ver aquello por lo que les cae el anatema institucional encima. En este sentido podría verse como un relato foucaultiano-kafkiano, y en todo caso, teratológico. (No quedan ganas de traspasar esa tal Puerta.) El final es poderoso porque una revelación nos cae como un rayo...
Fecha Publicación
2024-10-31 15:29:57
Comentario
Es una historia interesante, pero no me quedo claro que es ese otro mundo y porque esta conectado al nuestro. Porque el narrador pudo volver cuando su hermano no?
Fecha Publicación
2024-10-31 20:41:03
Comentario
Autor/a, tu relato me ha parecido una reflexiva disertación sobre los principios morales, los enfrentamientos bélicos y la prepotencia y el egoísmo humano, creando "muros infranqueables" para ensalzar su supremacía y añadirlo a su propio beneficio. Me ha gustado tu metáfora. Respecto a esa esquizofrenia genética, apoyo la vieja frase… "Los locos y los niños siempre dicen la verdad". ¡Suerte!
Fecha Publicación
2024-11-01 17:55:49
Comentario
La historia está muy bien escrita, de tal forma que te engancha desde el principio. Es muy imaginativa. El hecho de concebir que el propio mal humano es capaz de engendrar otra dimensión que se alimenta de ese propio mal, es realmente aterrador.
Fecha Publicación
2024-11-02 20:22:06
Comentario
La premisa es excelente, también el simbolismo; en cuanto al narrador en primera persona considero que es el adecuado para narrar esta historia. Un saludo.
Fecha Publicación
2024-11-02 21:33:05
Comentario
Creo que comienzas muy bien. La historia tiene solidez, buen ritmo.A mi parecer, adolece de ser un poco farragoso en la parte explicativa de ese otro mundo. Pero tienes madera de escritor.
Fecha Publicación
2024-11-07 17:19:17
Comentario
Relato muy bien escrito de reminiscencias lovecraftianas. El ingrediente terrorífico como tal me parece un tanto secundario y queda desplazado, durante la mayor parte de la historia, por una larga descripción que me resulta un tanto fría. Para mi gusto, la narración necesita algo más de emoción o drama, pero es, insisto, mi propia preferencia cuando leo. Formalmente sugeriría menos puntos y aparte, aunque de nuevo puede ser una manía personal. Tampoco estoy seguro de si la expresión “A más leía acerca” es correcta o le falta un “que”, pero esto es un apunte que le hago al autor para cuando lo revise, e igualmente me rechina la palabra "frikis" en un texto, en general, muy cuidado. Me gusta el giro final, la relación de esa otra dimensión con el mal humano y toda la crítica y el significado que entraña el monumento central del cuento, el Arco de la Victoria.
Fecha Publicación
2024-11-07 19:03:09
Comentario
La historia está muy bien escrita y engancha desde el principio. La idea de una dimensión que surge y se alimenta del propio mal humano es realmente aterradora y muy original. Aunque el estilo recuerda un poco a Lovecraft, el terror queda un poco en segundo plano por descripciones algo largas y frías; tal vez añadir más emoción o drama ayudaría a darle más fuerza. Sugiero revisar algunos detalles, como el uso de “A más leía acerca” y la palabra “frikis”, que desentona un poco en un texto tan cuidado. El giro final, que conecta esta otra dimensión con el mal humano y el significado del Arco de la Victoria, aporta una crítica interesante y potente. ¡Buen trabajo y suerte!
Fecha Publicación
2024-11-20 12:34:17
Comentario
Historia bastante bien escrita, densa, sin otros personajes más que el narrador, y, por tanto, sin líneas de diálogo que aligeren el texto. En sí, la historia en su mayor parte está enfocada a presentar ese otro mundo gigantesco y atractivo desde el punto de vista fantástico, que el autor está deseando mostrarnos, poblado de criaturas, seres y entidades misteriosas que deben despertar la curiosidad del lector. Pero, en definitiva, siento que el relato es eso, en su mayor parte una excusa, una trama para que nos introduzcamos en ese otro mundo convencidos y de cabeza. Dicho recurso es muy lovecraftiano, el presentar el testimonio de un protagonista lúcido que pelea con unas experiencias solo acordes con la locura, y la obsesión de ahondar en un misterio que aboca a la perdición. No obstante, al ser trasladado a este contexto contemporáneo, pierde su componente de terror para convertirse, a mi modo de ver, en un relato de fantasía urbana.
Fecha Publicación
2024-11-20 14:44:25
Comentario
Autor/a, una narración muy interesante. Nos lleva hasta el final en tensión a fin de averiguar lo que había dentro del Arco de la Victoria. Una muy buena descripción de los hechos. Eso sí, se desvía en muchas descripciones que bien pudieran ser para una novela, pero no para un relato tan corto, lo que hace que se interrumpa la emoción. Un poco vale, pero tanto, no, a mi modo de ver. En el fondo creo que la mente del protagonista divagó en otro mundo en busca de un hermano añorado (no se entiende si existió o no), pero lo que consiguió fue la sombra maléfica de los humanos: corrupción, indigencia, muros de separación entre congéneres, guerras sangrientas. Su hermano, incluso, está representado por un monstruo (esto no lo entendí). Por ello llegó a la conclusión de que: «Ya no era digno de pertenecer al reino de los locos, de alcanzar el máximo conocimiento». Falta una tilde: saber que (qué) tropas. Autor/a, suerte en el concurso y en tus publicaciones.
Fecha Publicación
2024-11-20 12:17:20
Comentario
Cuento muy correcto, bien escrito y corregido. La prosa fluye y se nota la buena mano del autor. ¿Pasa muy seguido que las palabras escritas al revés tienen un poder simbólico? No me consta. No se me ocurren ejemplos. La mitología de Elloh no resulta original si alguna vez escuchaste hablar de Carcosa. Entiendo la enumeración de entidades y lugares místicos, pero no me produce demasiada curiosidad. Esta mitología es digna de una novela larga. En el formato de cuento corto, parece que quedaran cortas las descripciones. Doy un ejemplo “huestes indescriptibles”. Suena a que falta una descripción más extensa. En relación al argumento. El protagonista termina investigando sobre mitología de un universo paralelo porque su hermano sufrió un desmayo. Suena también a que falta fundamento. La teoría de que el Muro de Berlín cayó porque del otro lado unas huestes indescriptibles atacaron no sé qué, está muy traída de los pelos. No entendí el final. Me gustaría, finalizado el concurso, que el autor pudiera explicarlo. Lo único que se me ocurre es que el protagonista este loco, y que todo su relato ocurra desde el manicomio.
Fecha Publicación
2024-11-26 07:42:43
Comentario
El fragmento del principio debería ser la presentación, lo suyo es sacarlo del campo del relato. No pude evitar acordarme de “En las montañas de la locura”. El final es intrigante, te deja pensando, pero con múltiples interrogantes. Repite: central, países/país, modo, muchas/muchos. Muchas gracias por participar. Sigue escribiendo. Suerte.
Fecha Publicación
2024-11-27 10:52:59
Comentario
Me ha parecido un relato más de fantasía, con esas puertas místicas y esos otros mundos, que de terror. Las explicaciones sobre qué pasa con esas puertas me han parecido demasiado extensas y repetitivas. Aparte, he identificado detalles que se mencionan en otros relatos de esta edición del concurso, ya no sé si pensar que hay una novela troceada presentada al certamen... Desde el punto de vista ortotipográfico, en español de España "solo" ha de ir sin tilde, como los demostrativos (en el caso de "éstos", nunca han llevado tilde...); hay algunos errores de puntuación, como alguna ausente antes de algún "sino" adversativo; etc. Gramaticalmente, también hay errores, como ese "debajo suyo". Al texto le habría venido bien un corrector profesional o, al menos, una corrección mejor de la que parece que se le ha hecho. Gracias por participar.
Fecha Publicación
2024-12-03 11:49:26
Comentario
Muchas gracias al autor y suerte ^^. Buena forma de tratar todos los monumentos que oran la muerte y destrucción. El tema mental, además, es siempre interesante y escabroso, y en esta historia no es menos. Lo único que se me ha antojado un poco pesado es la parte, que es muy amplia, de la descripción del mundo infernal. Creo que ahí la trama, o el nudo de la historia, desaparecen, mostrándonos muchos datos que te pueden hacer perder el hilo. El final genial. Aquí un par de chorradas que he visto a mejorar: Supongo que después de «aliento» haría falta poner una coma: perdía su aliento la naturaleza, Esta frase me chirría un poco, además, sería «capaces» en lugar de «capaz»: como si fueran en sí mismos seres vivos capaz de dominar tu voluntad.
Fecha Publicación
2024-12-04 12:48:16
Comentario
Hola, autor/a. El texto me interesó, pero no me atrapó, La relación entre el narrador y su supuesto hermano es interesante, pero hacia el final, me ha descolocado. He tenido que releer el relato para intentar entender. Por otro lado, algunos pasajes, son densos, demasiado. Llega a resulta farragoso. No hace falta tanta información. En general, es un texto que combina bien la emoción y el horror, pero que falla en el ritmo, poco equilibrado.
Fecha Publicación
2024-12-05 10:30:40
Comentario
Enhorabuena al autor/a, has sido capaz de crear un mundo de terror oscuro en el relato. Un mundo interesante, con mucha profundidad y un gran peso en la historia, siendo un personaje más. El relato podría funcionar perfectamente para dar entrada a una novela más desarrollada. Me ha gustado el giro final, ha sido una buena forma de cerrar el arco del relato de forma satisfactoria. En ocasiones el desarrollo me pareció que se extendía y se hacía demasiado complejo de forma innecesaria para el relato, aunque lo has traído de vuelta rápidamente. Manejas bien el ritmo y la estructura, en general está bastante bien escrito, aunque me ha parecido que te has debatido entre hacerlo más extenso o resumir el contenido para contenerlo en un relato. Enhorabuena, aunque el elemento del terror esta algo diluido, me parece un relato interesante para incluir en la antología.
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