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Relato 63 - Matías
2023-10-07
Presentación
A grandes males, grandes remedios; o eso debió pensar el protagonista de esta historia porque, a veces los regalos son regalos envenenados.
Relato
—Hora de la muerte, veintitrés once —declaró el médico que estaba de guardia. Ese fue el comienzo de todo para Matías. Toda una vida dedicada al trabajo, a su familia, haciendo todo lo posible para llegar a fin de mes. Después llegó la jubilación, los nietos y, al final, esa enfermedad que había conseguido llevarle a la tumba. No supo cuánto tiempo había pasado, solo sabía que se despertó totalmente desnudo en una camilla. Dos personas se dedicaban a adecentarlo. —¿Dónde estoy? —preguntó consiguiendo que uno de ellos cayese al suelo y el otro diera un grito y saliera de la habitación corriendo. Ya pueden imaginar el revuelo. Varios doctores estudiaron su caso. El médico que certificó su muerte afirmaba que no se había equivocado. Sin embargo, una persona que había pasado casi seis horas muerto no volvía a la vida. La conclusión a la que llegaron es que padecía de catalepsia De eso ya hacía mucho tiempo, no podía decir cuanto porque ya no se fijaba en el tiempo, él que no sabía salir sin su reloj de pulsera en la muñeca; que seguía su horario con la precisión de un reloj suizo; ahora, se levantaba cuando se despertaba, comía cuando tenía hambre y se acostaba cuando tenía sueño. Vio morir a sus hijos, a sus nietos. Matías, se lamentaba de su suerte. —¿Cómo puede ser que tenga el don de la inmortalidad y lo tenga que descubrir tan tarde? —Eran sus palabras, aunque más bien tenía el poder de la resucitación. El mundo había cambiado desde que falleció aquella primera vez, no tanto las cosas iban muy despacio, pero había habido avances en distintos ámbitos. Matías se miró al espejo, se arregló las solapas de su chaqueta marrón claro o beige, y se arregló el cuello de la camisa blanco hueso. Luego, se pasó el peine por el pelo y quedó observándose en aquel. Hizo una mueca de disgusto. Lo que ignoraba y descubrió con el paso del tiempo es que cuando mueres por primera vez, después no envejeces más. Veía pasar los años y cronológicamente tenía casi dos siglos, pero físicamente era un anciano de ochenta y tres años, con los mismos achaques que tenía antes de morir. Eso, era lo que más rabia le producía a Matías. Pues, ya que tenía esa habilidad, podía haber muerto más joven y conservarse así eternamente. Tendría las mujeres que quisiera y, ahora, solo era un viejo solitario que cambiaba de vivienda como de camisa, pues pasarse mucho tiempo en un mismo sitio sería sospechoso. «¡Y el viejo del quinto que no se muere nunca! Ya era un anciano cuando yo era niño, dirían». No, no podía ser. No podía trabajar, ni podía cobrar la pensión de jubilación. Lo primero que hizo, cuanto ya no tenía más remedio, fue vender su piso y comenzó a residir en pensiones donde no hicieran muchas preguntas. Afortunadamente, pudo conseguir un buen precio y con su carácter ahorrativo le duro bastante tiempo. Luego, tuvo que adquirir una identificación falsa, y dejó de ser Matías para convertirse en Pedro, Héctor, José, y tantos otros nombres. Matías pisó la calle y giró a su derecha. Estaba demasiado cansado de todo, de vivir, de vivir en la clandestinidad, en una sociedad tan diferente. Aún recordaba cuando aparecieron los primeros automóviles, y ahora… Estuvo presente cuando aparecieron las cabinas telefónicas, y cada vez quedaban menos. Una serie de televisión le dio la idea. Los inmortales solo pueden morir si les cortan la cabeza. Quizá esa era la solución. Tenía toda la lógica del mundo. No iba a crecer una cabeza de la nada. El problema era encontrar a alguien que estuviera dispuesto a cortarle la misma. Desde aquella primera vez ya había muerto más veces, todas de manera natural, sin que su mano tuviera algo que ver, como católico que era el suicidio no se contemplaba. Pero, ya no podía más, no deseaba seguir viviendo y creyó encontrar la solución. Siempre había intentado pasar desapercibido y no tenía muchas amistades, y mucho menos de índole siniestra. Pensó en escribir un anuncio, ambiguo pero significativo. Algo así como: «Busco persona diestra con la espada, o similar para practicar. Si están interesados, llamadme.» Y dejaba un número de teléfono. Esperaba que con esas palabras no llevara a equívoco y recibiese llamadas de carácter sexual. La idea no fue muy buena, al principio. No obstante, un interlocutor le puso en contacto con alguien que podía facilitarle un encuentro con una persona dispuesta a todo por una buena suma de dinero. Ahora, iba a tener una cita con él. Habían quedado en un lugar público y Matías pondría sobre la mesa sus exigencias. Quería una muerte por decapitación y con un instrumento afilado. No deseaba sufrir, así que la muerte debía ser rápida. Y el ejecutor experimentado. A continuación, explicó que debía enterrar su cuerpo y su cabeza por separado. El cuerpo, en el mismo sitio donde se produjera la muerte; la cabeza, unos kilómetros más allá, dejaba a su ejecutor total libertad para elegir el lugar. A pesar de todo, no las tenía todas consigo. El sicario mostró interés, pero declaró que saldría caro. Matías le confesó que no tenía dinero, pero le reveló que en su casa encontraría algo más importante. Algo que si lo usaba con cabeza podía hacerle rico. Le contó que llevaría encima las llaves y la dirección de donde se estaba hospedando, una vez lo hubiera matado podía registrar sus bolsillos y descubriría su gran secreto. Como le había dicho, podía obtener una gran cantidad de dinero con eso, incluso podía compensarle pasar unos años en la cárcel por su asesinato. Aquel receló, prefería el dinero contante y sonante, y no una quimera de la que no tenía ninguna garantía. —También puedes quedarte con el dinero que encuentres —le dijo. —¿Por qué no te acompaño ahora a su casa y me enseña eso tan valioso? —sugirió el individuo pensando que quizá guardaba joyas robadas o piedras preciosas. —No puede ser —Matías, también desconfiaba. —Si no llegamos a un acuerdo. Matías se quedó pensando, debía ceder un poco si quería que ese sujeto hiciese su cometido. No deseaba volver a empezar a buscar a otro dispuesto a aceptar su petición. —Si le parece —le dijo—, puedo entregarle cierta suma de dinero. No puedo decirle cuanto por qué no la sé, pero se la daré el mismo día. ¿Qué me dice? El sicario se lo pensó y finalmente aceptó. —Sobra decir que igualmente llevaré las llaves y la dirección —dijo Matías. Sellaron el acuerdo con un apretón de manos y Matías le dejó el número de la pensión para acabar de ultimar el día y la hora. Fue una semana después. Quedaron en un descampado a las afueras de la ciudad. Un lugar solitario, perfecto para la acción que se iba a realizar. Matías, el día antes, había ido a rezar a la iglesia o a pedir el perdón del Señor, porque quizá eso se considerase un suicidio asistido. —Ya sabe, Dios mío, si cree que cometo algún pecado, ya me echarás la bronca cuando llegue al otro mundo. Cualquier castigo que me quiera imponer será bien recibido por su servidor. Revolviendo encontró veinte mil pesetas. Esperaba que, con el cambio de moneda, no se volviera exigente y se lo reclamara en euros. Se las guardó en el bolsillo junto con las otras cosas y salió de la pensión para encontrarse con su verdugo. Se fue dando un paseo despidiéndose de la ciudad, disfrutando del ruido, del aire contaminado, del ajetreo. Esas cosas que tanto le agobiaban. Fue un corte limpio, la cabeza salió rodando, deteniéndose un metro más allá. El asesino siguió sus órdenes y después de registrar sus bolsillos, no encontrando más de lo que le había comunicado, enterró su cuerpo ahí mismo. Luego, cogió su cabeza y la metió en una bolsa. Se montó en su coche y se alejó la distancia que le pareció sepultando la cabeza. Ya estaba, ahora solo tenía que ir a esa pensión y descubrir ese gran secreto. Esperaba que de verdad valiese la pena, porque no le había gustado. Creía tener más sangre fría, pero casi vomita cuando vio como la cabeza salía despedida y rodaba. No pudo mirarle a la cara mientras la cogía y la enterraba, ignoraba si tenía los ojos abiertos o cerrados. Hubiera tenido pesadillas, si no; a lo mejor las tenía igualmente, aunque no tan terroríficas. No había nadie en la recepción y pudo pasar sin problemas. La habitación no era muy grande, aunque estaba bien equipada, con su cuarto de baño. Tenía una cama, dos mesillas y un armario. En un rincón una mesa escritorio con un par de sillas. Se sentó en la cama y abrió uno de los cajones encontrando varios carnés. Los estudió viendo que eran todos suyos. Observó las fechas de nacimiento, el más antiguo de todos era de 1953. Siguió revisando, sorprendiéndose cada vez más. Además, tenía otros papeles, como una cédula personal que databa de 1853, donde reflejaba que tenía unos cuarenta años. —¿Quién era este hombre? —se preguntó. Revolvió toda la habitación encontrando más evidencias como un diario que Matías había estado escribiendo para no perder la cordura. Se acomodó sin poder dejar de leer. Ahora entendía sus palabras. Podía conseguir dinero si sacaba todo eso a la luz, pero quizá descubrieran que él lo había matado. Era fascinante, explicaba todas sus muertes y resucitaciones, los viajes que había realizado y como había sobrevivido todos esos años. También había dolor y frustración. No oyó la puerta que se abría y se cerraba tan absorto estaba en su lectura. —Me parece que eso es mío y que me debería devolver el dinero.
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Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-08 18:45:38
8
Comentario
Me resultó entretenido el cuento. Hay algunos detalles de puntuación y algunos de redundancia, como este "acabar de ultimar" que podrías resolver para que quedara mejor. El argumento fluye, el final fue ligeramente intuible, pero acorde a la trama; digamos que no tenía certeza de que esa forma de ejecución le fuera efectiva, ja ja Gusto leerte
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-10 22:48:49
3
Comentario
Cuento divertido pero que no agrega nada a la saga de los eternos. Como borrador de una primera historia está muy bien, pero hay varias situaciones trazadas a pinceladas gordas. El final es previsible y te pierdes la oportunidad de descubrir al que le reclama la devolución. Recomdable leerlo con ojos de lector y no autor. Veras que los ritmos van demasiado lento o rápido pero muchas veces a destiempo.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-11 17:50:41
5
Comentario
Muchas gracias por tu relato autora o autor. Me ha resultado un relato entretenido y con ritmo. Aunque el final puede ser previsible, creo que es el más lógico, tal y como se va desarrollando la historia. El tema de la inmortalidad, aunque es un clásico da para mucho. Me gustaría que tuviera más anécdotas que le dieran más cuerpo al relato. Gracias y sigue escribiendo!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-16 20:02:21
9
Comentario
Autora, excelente relato, con un gran desenlace. Hilado, bien narrado, buenos diálogos, se lee hasta el final con interés. Me gustó. Nadie quiere morir, pero vivir por la eternidad, debe ser horrible. Una corrección que te sugiero: …no te acompaño ahora a su casa y me enseña eso tan valioso (no le acompaño ahora a su casa y me enseña eso tan valioso) ¡Suerte!
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-10-31 16:02:17
6
Comentario
Gracias al autor o autora por su tiempo y su imaginación. Una historia cuyo protagonista en un tipo inmortal que acaba hastiado de la vida porque se mantiene siempre como un octogenario, vaya edad para quedarse inmortal jejeje. Siempre me ha gustado este tipo de temática en particular, y el relato me ha parecido original y divertido, bien hecho. Una corrección ortotipográfica habría solucionado diversos problemas, como algún error de puntuación (como la coma entre sujeto y predicado en “Matías, se lamentaba de su suerte”, etc.), errores de redacción y acentuación (“cuanto por qué/cuánto porque”, “como/cómo había sobrevivido”), etc. Una corrección de estilo habría trabajado algunas acumulaciones de adverbios acabados en “mente” que afean el texto, alguna construcción extraña (como “quedó observándose en aquel” refiriéndose a un espejo mencionado antes. En mi opinión, funcionaría mejor con algo más simple, como “se quedó mirando su reflejo”), alguna palabra equivocada (como en “cuanto/cuando ya no tenía más remedio”), expresiones desaconsejadas en textos literarios (como “cortarle la misma”. Mejor: “cortársela”), mezcla de tuteo y trato de usted (“Por qué no te acompaño ahora a su casa y me enseña”, “si cree que cometo algún pecado, ya me echarás”), algunos gerundios incorrectos (como el de posterioridad “deteniéndose”), algún tiempo verbal (“Hubiera/Habría tenido pesadillas”, “descubrieran/descubrirían”), etc. Si el texto hubiese estado corregido o mejor revisado, habría puntuado más alto.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-02 18:18:49
6
Comentario
Autor /a. Tu relato tràgico/cómico me ha gustado. Su lectura resulta ágil a pesar de algunos errores de puntuación. Es una historia recurrente que puede dar para más. El final aunque es previsible cierra bien el relato. ¡Suerte! tu comentario
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-02 19:48:17
6
Comentario
Autor, leyéndote, he recordado un par de relatos de Borges: “el inmortal” y “el muerto”. Y por qué no, incluso Fúnez, el memorioso. La historia se desarrolla con giros inesperados, eso se agradece. Creo que tienes un buen relato para seguir desarrollando, como por ejemplo, profundizar en los dilemas morales y en la inortalidad. Gracias.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-17 07:42:26
7
Comentario
Me parece un buen relato. El final me ha gustado. Se repite “pero” en alguna ocasión muy cerca, y “reloj” al principio también. Me resultó gracioso lo del anuncio de prensa. Gracias por el cuento, autor. No dejes de escribir.
Fecha Publicación
Valoración Relato
2023-11-29 12:23:51
8
Comentario
Relato divertido y entretenido. Podría haber más anécdotas para enriquecer la historia, pero tampoco lo veo 100% necesario. Matías es un buen personaje, con un toque cínico. El final, aunque previsible, está bien narrado. Solo me planteo una pregunta: ¿Cómo es que sí puede vender el piso? Mucha suerte, autor/a.
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